El agua, un derecho del pueblo
Rosario Castellanos. Mujer que sabe latín... luchará por los dos géneros
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Un año antes de su muerte, la gran escritora Rosario Castellanos, se reconcilió con el hombre como enemigo de género. Lo hizo al final de su libro Mujer que sabe latín…1973. Un caso extraordinario de inteligencia y del manejo del lenguaje, fue el de esta académica y embajadora, cuyos acendrados planteamientos feministas fuero recogidos en el libro mencionado que publicó entre otras ediciones el Fondo de Cultura Económica (FCE), en 2008. Pese a que han pasado 47 años de aquel escrito, libro muy leído por los grupos feministas, es en los últimos tiempos que se recalcan y hacen suyos sus puntos de vista sobre un radicalismo conceptual de la dominación masculina que hoy aflora en las tesis del patriarcado, pero que desde la época romana se medía en esa dimensión volcada en las formas de vida, en el derecho romano que predomina aún en los códigos civiles, pese a la posterior reforma de Napoleón. Sin duda se hará mención de este texto en la marcha del día internacional de la mujer, porque Rosario, mujer del priísmo que fue embajadora con Luis Echeverría y funcionaria del Instituto Nacional Indigenista, brilló en las letras, la academia y el columnismo. En su postura enfatizada en los primeros ensayos de su libro, no deja títere masculino con cabeza. Las propuestas suyas que además se extienden al papel precario que la mujer jugaba en la educación, ya no recogen las nuevas posturas de las mujeres en esas casi cinco décadas, con una mujer dirigiendo la SEP, aumento en féminas escritoras, maestras, periodistas, científicas, etcétera, dato que en algunos casos de las notas de pie de página, se aclaran de parte del FCE, para actualizar las cifras. Menos el hecho de que en la paridad de género se exige para esta elección igual número de candidatas mujeres para los gobiernos de los estados.
ELEGANCIA EN EL LENGUAJE Y PROFUNDIDAD ANALÍTICA
Leer cada ensayo, la mayoría dedicados a mujeres escritoras, es un aprendizaje, no solo de las obras comentadas, sino en el estilo, la intención de la autora, la claridad de un objetivo que de entrada no se comprende pero abierto por Castellanos, todo en un lenguaje elegante, certero y bello. Además de escritora y ensayista era poeta. Por el libro desfilan cinco autobiografías comentadas, de Sor Juana, Virginia Wolf, Simone de Beauvoir, Elena Croce y Natalia Ginzburg. De ahí pasa al análisis particular de dieciocho grandes escritoras, muchas de la época que han cedido fama, cosa que no sucede con Karen Bixen, Lillian Hellman, la premio Nobel Doris Lesing, que relumbran en sus análisis. La crítica que hace de Susan Sontang, a la que prefiere, dice, como ensayista en lugar de escritora de ficción, me recordó el extraño asesinato de la pasante de medicina chiapaneca, en la novela Estuche de muerte, que tiene un tema parecido, el tipo Diddy que asesina a alguien y no hay pruebas concretas para demostrarlo, porque la única persona que estaba cerca era una ciega. Todo lo que aborda de estas mujeres es extraordinario, por el propio lenguaje de Castellanos y el resalte de los talentos de esas escritoras entre las que solo incluye a una mexicana, María Luisa Mendoza. Pese al gran aporte de sus críticas y análisis, siente uno que la autora se extiende demasiado en sus conceptos en lugar de que las escritoras lo hagan por si mismas. Pese a ello el final es de buena y elegante factura.
AL FINAL, EL RECONOCIMIENTO AL HOMBRE POR ELLA Y SUS AUTORAS.
El primer párrafo de Mujer que sabe latín…es contundente: “A lo largo de la historia (la historia es el archivo de los hechos cumplidos por el hombre, y todo lo que queda fuera de él pertenece al reino de la conjetura, de la fábula, de la leyenda, de la mentira) la mujer ha sido, mas que un fenómeno de la naturaleza, más que un componente de la sociedad, más que una criatura humana, un mito”. Todo el explaye que se va dando de parte de Castellanos y sus autoras, va cambiando poco a poco en el reconocimiento que se hace del aporte masculino. Escriben, como era común antes, en torno a la actividad del hombre como enunciado, incluyendo en ese nominativo a la propia mujer. Al final del libro después de la inserción de varios artículos y ensayos, algunos que tienen otros temas, uno sobre el poeta Claudel, Rosario se enfrenta con una toma de decisión que la hace pensar: ¿Que llevar en un hipotético viaje a una isla desierta? En la angustia de elegir va desechando libros y con sentido del humor dice que muchos como los de Proust, Mann y menos la Comedia humana, sería imposible llevarlos por el peso, pero finalmente se decanta por literatura mexicana. El sueño de Sor Juana como única mujer, y los demás, hombres y más hombres: Juan Ruiz de Alarcón, Gorostiza, Sabines, Rulfo, Bonifaz, Bañuelos, Pellicer y desde luego su propio libro Balún -Canán y los clásicos el Popol-Vu, Chilam-Balam y el Xahil. La gran Rosario Castellanos murió el 7 de agosto de 1974 cuando era embajadora en Israel. Su muerte fue en Tel Aviv por un absurdo accidente, al electrocutarse en el momento en el que descalza, trataba de colocar unas mesas que había comprado. Su gran inteligencia no le advirtió de aquella traición del destino. Tenía 49 años.