Ráfaga
Miles de niños empujados al trabajo, al crimen, a la maternidad temprana, a la violencia, es el resultado de décadas de conductas políticas y sociales que se reflejaron y reflejan en estas generaciones. No es novedad mencionar las influencias del ambiente en el comportamiento humano. En México, muchas de las conductas que se vivieron por décadas, se trasminaron a una población receptiva, en una ciudadanía que en muchos casos llegó a aceptar como propio el dicho de José López Portillo “la corrupción somos todos”. Creada desde las alturas, la corrupción se trasminaba en los mensajes, para englobar en culpas no cubiertas, lo que habían hecho los de arriba. En ese acontecer tomaban parte el sistema total, con sus gobiernos, políticos, partido oficial, intelectuales orgánicos, iglesia cuasi de estado la católica, y una masa amorfa que conformaban las grandes mayorías silenciosas. Los resultados los tenemos enfrente de muchas maneras, pero uno de ellos, terrible, es la herencia que se cebó en millones de niñas mexicanas, obligadas por la violencia y las imposiciones sociales, a dejar en su niñez, la edad de la inocencia.
DESCUIDOS, COSTUMBRES,TOLERANCIA, LANZAN A MILLONES A LA MATERNIDAD
Los informes del Consejo Nacional de Población (Conapo), de que cerca de 9 mil niñas menores de 14 años asumen la maternidad en el país cada año, reconocen las imposiciones, algunas comunitarias, de los matrimonios de conveniencia y lo más grave, la violencia que se ejerce sobre niñas en el seno familiar y a veces escolar, sin que haya freno de padres o responsables. El problema se ha recrudecido por el encierro, pero en otras etapas, proviene de apareamientos tempranos entre adolescentes, ajenos a una educación sexual que en ocasiones es parte de los rechazos de mochos y conservadores. Eso se ha visto por ejemplo en Nuevo León y otros estados, de padres que quieren acaparar la educación en ese aspecto y que por lo visto no ha tenido resultados. La principal violencia es dentro de las familias. Y hay problemas muy serios por los matrimonios arreglados, en Coahuila, Chiapas, Tabasco y Guerrero, según Conapo. Aunque no se explica el por qué las autoridades no intervienen en esos matrimonios tempraneros y por qué se permite la intervención del Registro Civil o la de los curas de las iglesias para consumar los llamados matrimonios religiosos.Todo se combina para generar el problema comenzando por los padres.
INFLUYE LA IDEOLOGÍA COLECTIVA, CON PRECEPTOS POLÍTICOS Y RELIGIOSOS
Los grandes problemas sociales que estamos viviendo en el país son reflejo de una larga cadena de conductas. Muchas obras literarias reflejan el impacto que se ve en los seres humanos a la par que los sistemas económicos atraviesan por sus diversas etapas. Una obra que actualmente es considerada clásica, por la forma como fue llevada a la pantalla por Martin Scorsese, es la de Edith Wharton, La edad de la inocencia (Tusquets 1984). La escritora estadounidense nacida en 1862 y fallecida en 1937, refleja en un triángulo amoroso, los cambios que está sufriendo una sociedad hacia un sistema capitalista que hace su entrada en Estados Unidos en 1870. Las posturas personales que reflejan los principios que impone el sistema con características victorianas, en pleno Nueva York, se contraponen a las nuevas conductas liberales, abiertas y que exhiben la doble moral y la hipocresía de los viejos conservadores. Incluso, ya en la película se reflejan en las mismas obras pictóricas que el italiano sube en su filme, para ilustrar esos cambios y esa hipocresía. La novela fue escrita en 1920, la película es de 1993 con los actores Michelle Pfeiffer, Daniel Day -Lewis y Winona Ryder, aunque ya había habido antes dos reproducciones cinematográficas. El fin de la inocencia como símbolo que ratifican tanto la escritora como el cineasta, se observa desde dos perspectivas, la hipócrita y la nueva que ofrece otros valores aunque en la actualidad esos valores sean ya viejos. Y lo vemos en el comportamiento casi criminal que se aplica en niñas maternales, desde una sociedad torpe, hipócrita y culpable, que sigue aplicando esos viejos valores sociales y religiosos, en perjuicio de seres inocentes.