Pedro Haces, líder de la CATEM
Aunque han pasado 52 años, el dolor. la agresión y la ofensa, siguen vigentes. No hay que olvidarlos. El Jueves de Corpus, día del Corpus Christi, fueron asesinados en la Ciudad de México, ciento veinte estudiantes impactados por la violencia del gobierno. Participaban en una manifestación para apoyar a los estudiantes de la Universidad Autónoma de Nuevo León, en sus demandas de paridad y democracia interna contra el gobierno del estado. Como un simbolismo religioso por el día en que ocurrieron los hechos, el 10 de junio se cumplen 52 años de la matanza ocurrida en 1971 en la que se sostiene que fueron asesinados 120 jóvenes que se manifestaban y hubo decenas de heridos, aunque las cifras oficiales son irrisorias. Con la utilización de argumentos jurídicos que contravienen el derecho internacional sobre genocidio, contemplado por la Corte Penal Internacional del Estatuto de Roma y cuyo tipo se considera imprescriptible para sus miembros, se exoneró vergonzosamente al ex presidente Luis Echeverría Álvarez (LEA) en 2005, como se hizo posteriormente en 2009, por el genocidio cometido en 1968. A sus cien años, el ex mandatario murió el 8 de julio de 2022, después de vivir recluido en su mayor parte, desprestigiado, odiado y despreciado por amplios sectores. Los argumentos que se dieron de parte de la magistrada del quinto tribunal unitario de distrito Antonia Herlinda Velasco Villanueva, respecto a la represión llamada “El halconazo”, fueron risibles. Si la definición de genocidio incluye a un grupo nacional, los estudiantes no lo eran, porque estudiar “no te hace nacional”, además de que no eran un grupo homogéneo “porque algunos gritaban consignas diferentes”. Toda una serie de barrabasadas para configurar ese derecho ad hoc que se aplicaba en México cuando convenía al estado y que se excluyó del cumplimiento internacional que es obligatorio como parte firmante. La norma mexicana incluyó una clausulita nugatoria para impedir la intervención de la Corte Penal Internacional en algunos casos, como también ocurre en Estados Unidos.
UNA FECHA CRISTIANA QUE SE HIZO REALIDAD EN EL SACRIFICIO BRUTAL
La fecha en la que coincidió el Jueves de Corpus en 1971, fue casual como lo son algunos eventos religiosos que cambian de fecha. Aquella se deriva de la celebración de la eucaristía que tiene varios nombres: santo sacrificio, sagrada comunión, cena del señor, fracción del pan, santísimo sacramento, santos misterios o santa cena. Es una festividad que se realiza supuestamente con la presencia del cuerpo de Cristo. Es metafórico en torno a la leyenda cristiana, y la violencia que se ejerció contra ese personaje, lo que sucedió en aquella fecha mexicana. Todos esos nombres se juntaron en uno solo ese día; una brutal represión. Lo que no fue casual fue la vocación autoritaria de LEA, ya expresada en 1968, junto con la de Gustavo Díaz Ordaz en la matanza de Tlatelolco. Una, derivada de un puesto en el que imperaba la soberbia, la prepotencia y el endiosamiento y otra, la trasmisión de esas actitudes a sus subalternos, como Alfonso Martínez Domínguez regente de la ciudad en ese entonces, para que actuaran de la misma manera. Los halcones contratados- de la rebaba deportiva o carcelaria- tenían órdenes muy coincidentes con las que se recibieron el 2 de octubre de 1968. Los estudiantes eran el blanco como lo siguieron siendo para LEA en la guerra sucia.. De aquella terrible masacre, no ha habido justicia.
ANDRÉS JORGE, PAN DE MI CUERPO, MUERTES VIOLENTAS, SAÑA, SOBERBIA
Hay algunos eventos históricos que se vinculan con fechas religiosas. Pero la literatura las toma también para los sucesos cotidianos que se viven en las estancias religiosas. Pan de mi cuerpo (Premio Joaquin Mortiz de Primera Novela, 1997) fue escrita por el cubano Andrés Jorge y aborda el amplio espectro del fanatismo, la idolatría personal y el uso de las creencias para dirimir y expresar todo tipo de conductas. El título alude al símil de las tradiciones católicas del cuerpo y la sangre de Cristo, volcado en una lejana comunidad cubana donde se levanta un convento. La protagonista es una hermosa mujer alrededor de cuya muerte gira la novela y en ésta, como en pocas, se abunda ad infinitum el punto de vista diverso y contradictorio que se da de su persona. Se trata de una extraña viuda que termina beatificada después de sufrir una muerte violenta al parecer ocasionada por un rayo. Las monjas, envidiosas de su suerte, le subestiman la santidad. El libro es todo un acontecer de críticas acerbas a la religión, sus fines y utilitarismo, el uso sexual en esos raros recovecos monjiles, lesbianismo y compra de santidades, sin menospreciar el buen humor del autor que no deja títere con cabeza. Buena novela -por eso ganó el premio en México- en el que intervinieron como jurados Carlos Montemayor, Rafael Ramírez Heredia, Francisco Rebolledo, Sara Sefchovich y Jesús Anaya Rosique.