Declaraciones de México y Oaxaca
El pasado martes Emilio Lozoya y el fiscal Alejandro Gertz Manero dieron la primera nota de ese día que, finalmente, se convirtió en un martes negro por los otros acontecimientos que se dieron apenas unas horas después.
El Fiscal Gertz anunció que el ex director de PEMEX había presentado una denuncia de hechos en contra del ex presidente Enrique Peña Nieto y quien fuera su secretario de Hacienda, Luis Videgaray Caso.
“Cuenta con cuatro testigos y un video que respalda su denuncia”.
Palabras más, palabras menos eso fue lo medular de la acusación que conmocionó por unas horas a los mexicanos.
La extraordinaria reportera Miriam Moreno aclaró en el noticiero de Ciro Gómez Leyva en TV Fórmula que los testigos confirmados son quien fuera secretario particular de Lozoya, Rodrigo Arteaga y el chofer, que era igualmente su jefe de escoltas, Norberto Gallardo.
Con esos “testigos” tan comprometidos con Lozoya, no sería una sorpresa que los otros nombres aún pendientes de confirmar, fueran una comadre del imputado y su jardinero.
El presidente López Obrador dijo que en el supuesto de que los acusados, Peña, Videgaray y Felipe Calderón, resultaran culpables con las pruebas que presente la defensa de Lozoya, tendrían la obligación de presentarse a declarar.
Pero lo cierto es que la fanaticada, que esperaba un espectáculo digno del Circo Romano con leones y gladiadores luchando a muerte, poco a poco se va desencantando con tantas explicaciones rocambolescas, barrocas e ininteligibles sobre las verdaderas cartas de gran calado que de verdad puede tener bajo su manga Emilio Lozoya.
Grave para el escándalo mediático que ha involucrado incluso comentarios presidenciales, que, en lugar del Circo Romano prometido, el caso Lozoya terminara siendo una función que apenas merecería ser presentada en una de las más modestas carpas del Circo Atayde, con todo y sus payasos.
Así las cosas, Emilio Lozoya Austin dejará en la opinión pública de que es más vivo que las autoridades que lo trajeron de España bajo el supuesto del famoso criterio de oportunidad, y se convirtiera a ese precepto jurídico en un malabar político del ex funcionario peñista que bien pudiera llamarse “criterio de oportunismo”.
La denuncia de Lozoya dejó los espacios mediáticos de privilegio al conocerse dos hechos que tensaron el ambiente político nacional:
La primera fue el asesinato, lleno de dudas y envuelto ya en especulaciones, del señor padre de doble compadre y gran amigo de Peña, Nieto, Luis Miranda Nava.
El otro hecho fue la captura de uno de los imputados como malversadores de fondos del área de seguridad nacional en tiempos en que estaban bajo las órdenes de Miguel Ángel Osorio Chong.
Ese día en México se respiró un ambiente tan tenso como el que se vivió en el último año de gobierno de Carlos Salinas de Gortari con los asesinatos políticos de Luis Donaldo Colosio y José Francisco Ruíz Massieu.
Y es que, con todo el respeto que siempre me ha merecido la ministra Olga Sánchez Cordero, la actual secretaria de gobernación no tiene la experiencia ni los contactos con los que Fernando Gutiérrez Barrios, Jesús Reyes Heroles o el profesor Enrique Olivares Santana podían administrar momentos de crisis.
Crisis que pueden reventar en cualquier momento a la 4T si no se definen con claridad los límites de las agresiones políticas.