Escenarios nacionales/José Luis Camacho Acevedo
Estamos llegando a límites inimaginables en el escenario gubernamental mexicano, pero en la mente de quién dirige el país, parece que no pasa nada.
Ahora, los enemigos de la sociedad, los que la dañan y atentan contra ella, no son necesariamente los enemigos del Estado-Gobierno en este país.
A la tremenda carga social, política y económica que le resulta a la sociedad, de la ineficiencia, la corrupción y la impunidad gubernamental en una inmensidad de temas de todos conocidos, ahora resulta, como lo apuntábamos la semana pasada, que hay un ilegal e ilícito espionaje en contra de periodistas incómodos y otros no tanto, políticos opositores, activistas y defensores de derechos humanos, que son ciudadanos comunes que están muy lejos de ser los criminales a los que debería estar persiguiendo la autoridad.
A la vista y conocimiento de todos se producen estos hechos, pero nada sucede, es el país en el que no pasa nada; la negación inmediata, el ocultamiento de los hechos, la simulación y la sistemática impunidad, florecen en esta sociedad mexicana, que ve vulnerados una y otra vez, sus derechos, incluidos los correspondientes a sus garantías constitucionales. Los mexicanos están impotentes ante el ejercicio de las ilegales e ilícitas acciones del ahora #GobiernoEspía al que nadie detiene.
Leyes se hacen y leyes se reforman, otras se abrogan o se derogan, pero el problema es que son letra muerta; la población de este país carece de los medios jurídicos necesarios para lograr que se responsabilice y se castigue a los gobernantes que infringen la ley y, ante esta realidad, el ejercicio del poder se está disparando hacia las afueras del estado de Derecho, que mucho necesitamos.
No existe un sistema jurídico verdadero, eficaz, que permita que la sociedad obligue y limite a las autoridades a observar conductas dentro del marco de la ley. Nos acercamos peligrosamente a niveles de ejercicio ilimitado del poder gubernamental y que conste, que la historia da cuenta de los regímenes totalitarios y de lo nefasto que éstos han significado para los pueblos del mundo.
Cuando la respuesta de los que gobiernan, a las protestas y reclamos legítimos de los gobernados son la represión, la persecución, el espionaje, la amenaza e incluso las acciones criminales, quiere decir que el sistema está agotado y que carecen, aquéllos, de los recursos ideológicos y de eficiente administración pública que hagan posible que la población pueda acceder a una mejor forma de vivir.
Se observa en la sociedad mexicana un sistema gubernamental en franco deterioro, en donde el denominador común se refleja en la impotencia de la gente, de la población, por tener una expectativa de cambio real inmediato o mediato que mejore las condiciones materiales en las que está viviendo, por carecer, repito, de los medios jurídicos eficaces para poder obligar a sus gobernantes a comportarse con legalidad, eficiencia y honestidad.
Existe una inconformidad y hartazgo social en todo el país por toda esta realidad generada por los gobernantes en el país, pero, como dice John M. Ackerman: ¡Shhhhh! “el Gobierno de Peña Nieto sí nos escucha y dice que es algo normal”.