Libros de ayer y hoy
CDMX, 16 de marzo, 2018.- Mario Vargas Llosa, escritor peruano, Nobel de literatura en 2010 y autor de títulos imprescindibles como: –La guerra del fin del mundo (1981), –Conversación en La Catedral (1969), –La fiesta del chivo (2000), entre otros, también es conocido por sus fuertes críticas a los sistemas dictatoriales de América Latina y por sus ideas liberales.
Para algunos, su posición política responde a los gobiernos de derecha mientras que otros dicen, “a Vargas Llosa no sólo hay que leerlo sino hay que escucharlo”. Lo cierto es que ni la derecha ni la izquierda están dispuestas a recibir críticas; basta hacer un recorrido por México.
En septiembre de 1990, el mexicano, también Nobel de literatura Octavio Paz, quedó atónito frente a Vargas Llosa, quién en el mismo encuentro televisivo, donde ambos hablaron de la transición a sociedades abiertas y lo que le han heredado a México las dictaduras latinoamericanas, dijo que “México no podía exonerarse de la tradición dictatorial latinoamericana”, usando la famosa fórmula de “la dictadura perfecta”, diciendo así: “La dictadura perfecta no es el comunismo, no es la Unión Soviética, no es Fidel Castro. La dictadura perfecta es México, porque es la dictadura camuflada de tal modo que puede parecer no ser una dictadura, pero tiene todas las características de una”.
El escritor peruano refiere a México como una dictadura perfecta que obedece a esa tradición latinoamericana, cuando ha tenido “Un partido inamovible, un partido que concede espacio para la crítica en medida de que esa crítica le sirve porque confirma que es un partido democrático pero que suprime por todos los medios aquella crítica que de alguna manera pone en peligro a su permanencia”.
Fue una dictadura perfecta y camuflajeada ante el mundo, que se disfrazó y se justificó a través de un discurso de Izquierda nacionalista, que de manera muy eficiente fue muy atractivo para los intelectuales y concentró y dominó a la mayoría de las voces críticas pagando con favores o con empleo.
Más tarde, en 2011, en una entrevista con la periodista Carmen Aristegui, admitió que “la dictadura perfecta” resultó ser no tan perfecta porque de haberlo sido, habría perdurado sin permitir la alternancia del año 2000 con Vicente Fox. Vargas Llosa cree que “la democracia es el camino a través del cual se puede derrotar el subdesarrollo”, y de nuevo decidió opinar, ahora, respecto a las elecciones del próximo 1 de julio en México.
El pasado 28 de febrero de 2018, presentando su nuevo libro en Madrid, el ensayo titulado “la llamada de la tribu”, (texto donde nos cuenta que su interés por la política despertó a los 12 años de edad, observando de manera circunstancial las dictaduras militares en Latinoamérica a las que describe como corrompidas y violentas y por las que nacen sus ideas liberales), desató la polémica al opinar sobre México y el proceso electoral del próximo 1 de julio, el cual sin decir nombres sólo se refirió al resultado de acuerdo con las encuestas de preferencias electorales, diciendo así -“Hay una posibilidad grande de que México retroceda de la democracia hacía una democracia populista, una democracia demagógica, teniendo el ejemplo trágico de Venezuela de votar por algo semejante”
Analicemos, ¿qué sería lo semejante en criterios de Vargas Llosa?
Lo dicho sirvió para agitar la campaña sucia en contra de quien, en los medios y redes sociales es llamado “Ya Chávez quién”. Sin embargo, a diferencia de 1990, la crítica de Vargas Llosa pasó de la precisión a la generalidad. En un análisis de las palabras claves que emplea en su crítica destacan: retroceso, democracia populista, democracia demagógica, y por lo tanto su crítica no refiere propiamente al candidato por Morena, López Obrador, quien lidera las encuestas de candidatos a la presidencia frente a las próximas elecciones 2018.
Refiriéndonos a lo ya vivido los pasados sexenios, bien podemos decir que, señalar un posible retroceso significa seguir votando por un partido que ha gobernado por más de 80 años, un partido que, luego de haberse nacionalizado la industria petrolera en 1938 por el entonces presidente Lázaro Cárdenas, y después de una y otra advertencia en los sexenios pasados, en 2016, por fin, nos cumplió la privatización de los hidrocarburos, generando con ello el descontrol e incremento de las tarifas de la gasolina, afectando directamente los precios de la canasta básica.
Vargas Llosa también refirió su crítica a una “democracia populista”, que de acuerdo con la RAE, significa -“tendencia política que pretende atraer a las clases populares”, respecto las cuales en su mayoría está constituida la sociedad mexicana. Hay que mencionar que, según datos del CONEVAL en 2015, en México por lo menos el 46.2% viven en situación de pobreza, es decir, casi la mitad de la población general.
En cuanto a las -democracias demagógicas-, que en palabras de Aristóteles supone como degeneradas o la forma corrupta de las democracias, hoy mismo se encontraría dentro el candidato del PRI, José Antonio Meade, pues dicho candidato se encuentra envuelto en escándalos por lavado de dinero y su partido actualmente ocupa la presidencia.
Si no fuera poco, no se habla nada de la casa blanca o de la criminalización a periodistas como el caso de Carmen Aristegui (a quien sacaron del aire luego de denunciar los actos corruptos de la familia presidencial) o bien, la incapacidad del gobierno para responder a los damnificados del pasado terremoto del 19 de septiembre, y ¿qué decir del incremento en los índices de violencia durante el sexenio de Felipe Calderón, que por cierto, en el actual sexenio de Peña no cesan?
Una serie de aspectos que faltaron en la consideración del escritor Mario Vargas Llosa, quien en 1990 contendió y perdió la presidencia de su país contra Alberto Fujimori, que cumple una condena en Perú de 25 años de prisión por delitos de lesa humanidad y corrupción. Es muy respetable su crítica sin importar cuál es su preferencia política, pero en sí, respecto a México, le faltó tiempo o argumentos para poder aterrizar de manera más objetiva.