Inseguridad y violencia no paran
Amparo que puede cambiar la vida de México
Hoy en día tenemos una grave crisis de seguridad, y a la par, de procuración de justicia. En este país, sancionar a los delincuentes es casi imposible, basta recordar que padecemos el 98 por ciento de impunidad, es decir, de cada 100 delitos solamente se castigan 2, por este motivo es que normalmente la gente no denuncia.
Pero entre los vicios que tiene el sistema está el de los procesos penales. Sobre todo, por el manto de misterio y oscuridad que los rodea, casi nadie tiene acceso a como se desarrollan, está tan aislada esta parte, que nos margina a todos los que queremos saber que las cosas se estén llevando de manera correcta.
Esto muchas veces es una herramienta del sistema para manipular las leyes, para que la corrupción sea la que mueva los hilos, que sea la protagonista de resoluciones fuera de lugar, que lastiman a los mexicanos, y así vemos que quedan libres criminales para seguir haciendo de las suyas, o que meten a la cárcel a mujeres y hombres inocentes.
Cuando sucedió la masacre en contra de mi familia, se desató una indignación generalizada; de todos lados recibimos muestras de cariño y afecto; todos coincidían en que el hecho marcaba un parteaguas de la violencia que habíamos vivido en el país.
Creo que la fuerza que tuvo, fue en parte porque todos nos vimos un poco o mucho reflejados en las víctimas. Las madres no podían imaginar estar en un escenario donde sus hijos estuvieran en riesgo, todos indefensos, los padres imaginando a sus familias solas, donde un día cualquiera pudiera convertirse en el peor día de sus vidas.
Este enojo social hizo que las autoridades se activaran, y al pasar de unos días, se activó un importante operativo para detener a los responsables, y la historia de sus detenciones, las ha ido dosificando el gobierno, poco a poco nos dicen que ya detuvieron a los involucrados, y que se hará justicia.
Aquí es donde comienza un camino empedrado, tapizado de lagunas legales y muchas declaraciones falsas. Nos han mostrado un México que nadie quiere vivir, que a veces se vuelve ilógico, más pegado a una mala novela de ficción.
De los 31 detenidos anunciados, sólo 7 están por el homicidio, los restantes 24 están por Delincuencia Organizada. Como familia, mi tío Adrián LeBarón no puede acceder a las carpetas de los 24, porque para el sistema judicial no es víctima. Es como si la memoria y el dolor de haber perdido a su hija y nietos no existiera para la Fiscalía.
Entonces, solicitó un Amparo para poder participar en esos juicios y un juez federal nos dio la razón sentenciando: la Fiscalía violó sus derechos, debería ser considerado víctima y tener acceso a todos los expedientes de Delincuencia Organizada relacionados con la masacre; sin embargo, cómo era de esperarse, la fiscalía defendió su monopolio de impunidad y solicitó la revisión de esa sentencia. Ahora es uno de tantos procesos.
Aquí está lo histórico, si se resuelve a favor estamos hablando de que le quitamos una traba a la oscuridad de los procesos judiciales, estaríamos abriendo una puerta para que los mexicanos revisen cómo se lleva a cabo la justicia, y ahora sí, la vida pública se haría cada vez más pública.
Nadie nos regresará vivos a nuestra familia, pero podrían dejar como legado un mejor país, donde sí se castigue a los responsables de los crímenes y los afectados puedan participar, ser testigos de cómo van los asuntos.
Prender la luz al sistema de procuración e impartición de justicia es una buena causa. Transparentar los procesos es una parte de la justicia, que bien nos deben a los mexicanos.