Libros de ayer y hoy
En estos días resuena con iluminadora aspereza la frase de Hiram Johnson advirtiéndonos que la primera víctima de la guerra es la verdad. No es la primera vez que nos enfrentamos a los bulos, las noticias falsas o la manipulación de la información. Sin embargo, durante los más recientes conflictos, hay tal cantidad de desinformación que sólo parece fomentarse la incertidumbre, la incredulidad y el desazón ante una realidad que nos es inaccesible.
El 24 de febrero pasado, por ejemplo, cuando Rusia arremetió con los primeros ataques y bombardeos a las ciudades fronterizas de Ucrania, el periodista Wolfang Schwan hizo una serie de fotografías a una mujer con el rostro ensangrentado que huía de una zona residencial en Chuhuiv. La agencia ‘Andalou’ publicó la imagen y, al día siguiente, cientos de diarios en todo el mundo usaron la imagen para sus portadas.
Hasta allí, nada inquietante; sin embargo, a seis días de la guerra, una nueva información inquietaba a todo el mundo digital: la foto, según esta nueva revelación, era falsa. Con algunas imágenes de diarios viejos y un par de argumentos, se afirmó que la mujer de la fotografía no había sido alcanzada por bombardeos rusos en 2022 sino por una explosión de gas en 2018. Decenas de miles de medios se apuraron a ‘corregir’ la historia precedente y reprodujeron casi palabra por palabra la nueva versión.
No obstante, nuevamente se tuvo que desmentir esta última noticia falsa: la fotografía original era real, el periodista existe, la agencia también y la instantánea capturada sí correspondía al ataque ruso durante la madrugada del 24 de febrero.
La noticia falsa que la calificó de ‘noticia falsa’ no era sino el intento de limpiar la imagen de la cruel invasión rusa; para devolver a la figura del líder ruso su narrativa de ‘protector-libertador’ y no de ‘despiadado invasor’. Nuevamente, esta aclaración nos devolvió la tranquilidad y certeza al conocer la verdad. ¿Pero, y si no fuera así?
Por desgracia, no es difícil pensar que una gran porción de la audiencia, sujeta a tantos vaivenes de información, prefiera mejor resguardarse bajo un escepticismo cerval o, peor, un intenso cinismo autocomplaciente. Lo más angustiante es que esta situación confirma que las despiadadas estrategias bélicas han logrado su cometido: lesionar y desfigurar tanto a la verdad que es casi imposible ya reconocerla.
Así opera la incertidumbre mediática contemporánea, utiliza todos los recursos y herramientas a su alcance, confunde y abandona al espectador con tal sevicia que a este no le queda sino refugiarse en dos o tres certezas propias. Certezas que, por otra parte, pueden ser acedos pantanos de pura ignorancia.
Tristemente, nuestra época acepta la premisa de Johnson y dobla la apuesta: Ni siquiera se requiere una guerra para martirizar a la verdad. Ahora basta un conflicto; y a veces ni eso. No es raro que, en muchas naciones desarrolladas o en vías de desarrollo, la prensa y los medios de comunicación formales reciban bajísimos valores de confianza y credibilidad entre la ciudadanía. Lo grave es que dicha desconfianza es tierra ubérrima para los heraldos del fanatismo y de la manipulación. Además, la divinización de los llamados ‘influencers’ que conquistan hoy por hoy vastos territorios de la psique y de la opinión pública, erosiona sin remedio las raíces de la responsabilidad social comunicativa.
¿Qué se puede hacer ante este panorama? Mucho. Y, no es necesario exigirle a la audiencia actos cuyas cualidades rozan las virtudes cardinales de templanza, prudencia, fortaleza o justicia (aunque no estaría mal).
Por fortuna quizá sólo haya que hacernos las siguientes tres preguntas ante toda la información que nos golpea inmisericorde desde todos los medios y dispositivos digitales: ¿Quién está detrás de la información? ¿Cuál es la evidencia que ofrece? ¿Qué dicen otras fuentes al respecto?
A los profesionales de la información, a los medios, a los periodistas y a los formadores de opinión pública nos toca otra responsabilidad no menos grave: Recuperar la confianza de las audiencias. ¿Cómo hacerlo? En realidad, la evidencia revela que aún lo ignoramos, pero no perdemos la esperanza de seguir intentando para lograrlo.
*Director VCNoticias.com
@monroyfelipe