Ráfaga
Ante la irresponsabilidad del gobierno federal para actuar y enfrentar la anunciada pandemia del COVID-19 en las dos semanas anteriores, (hay que recordar que el primer caso de contagio en nuestro país se presentó el 04 de marzo en el estado de Nuevo León), y que fue hasta el 24 de marzo cuando se aceptó, por parte de las autoridades sanitarias que estábamos en la fase dos de la pandemia, y que nos encontramos en el umbral del siguiente escenario.
Sólo pasaron cinco días para que el Subsecretario López-Gatell, el sábado 29, pidiera a los mexicanos que nos quedáramos en casa ante la inminente llegada de la fase tres, y para tratar de evitar el crecimiento exponencial de casos de contagio. Dijo que, era “la última oportunidad de hacerlo y hacerlo ya, para evitar un escenario como el de Europa”.
Con ello, entraron en vigor una serie de medidas que, en teoría, deberían controlar y modificar la curva de transmisión del virus en México.
Sin embargo, por lo menos unas dos semanas antes, miles de familias ya habían decidido permanecer en casa. Es decir, que ante la falta de decisión de las autoridades sanitarias mexicanas y vistas las experiencias, sobre todo en países como Italia y España, se inició una campaña de concientización para tomar esa medida que el gobierno federal había instrumentado tibiamente con su campaña de “su sana distancia”.
Y bueno, dos días después, el lunes 31, se declara por parte de las autoridades gubernamentales el estado de emergencia sanitaria, que entre otras cosas, suspende hasta el 30 de abril las actividades no esenciales tanto en el sector público como en el privado.
Esto lleva a emitir un acuerdo del consejo de salubridad general para determinar las acciones extraordinarias en todo el territorio nacional para prevenir, controlar y combatir la existencia y transmisión del virus.
La puesta en marcha de estas medidas, pone en evidencia las grandes contradicciones entre el discurso sanitario y los mensajes que manda el Presidente de la República con sus “dichos” y con sus acciones.
Donde quedan esas expresiones del Presidente de:
“Aquí no pasará nada grave porque México tiene grandes reservas morales”.
“Estamos actuando profesionalmente porque los conservadores me echarían la culpa también a mí del coronavirus”.
“Hay que abrazarse, no pasa nada”.
“hacer la vida normal, comer en fondas”.
“El coronavirus nos hace lo que el viento a Juárez”.
“Vamos a estar tranquilos, el escudo protector es el detente”.
“De acuerdo con nuestros técnicos especialistas, científicos, el 19 de abril vamos a poder salir de la gravedad”.
Y lo peor del caso mexicano es que mientras el subsecretario de salud, que al mismo tiempo es el portavoz del gobierno para esta crisis, da la cara mandando mensajes tardíos de supuesta responsabilidad, el Presidente de México, ante el llamado a la ultima oportunidad para enfrentar la grave crisis, se la pasó de gira en Baja California y Sinaloa.
Incluso contradiciendo su mensaje del viernes 27 por la noche, en donde hace el llamado a quedarse en casa para, “entre todos detener, enfrentar, salir airosos de la epidemia del coronavirus”.
¿Seguirá pensando el subsecretario López-Gatell que el Presidente no es susceptible de contagio por su “fuerza moral”, después de conocer que 3 Gobernadores han reconocido tener coronavirus?.
Al final, lo verdaderamente importante es que nuevamente ante una crisis, la sociedad mexicana responde con gran nobleza y entrega. Por eso, si se logra contener esa “curva epidémica”, será mas por la actitud responsable de los mexicanos que por las decisiones y acciones del gobierno.
Insisto, mucho antes que el gobierno, en redes sociales, en mensajes bilaterales y en medios de comunicación, los mexicanos impulsamos la decisión de quedarnos en casa.
Ya son 1215 casos confirmados de contagio, desde el 11 de marzo que se empezó a contar. España tenía un número similar de contagiados en su día 14.
Por eso el llamado. Quédate en casa. Es lo mejor para todos. Es lo mejor para México.