Libros de ayer y hoy
Un hecho repudiado pero aceptado a fuerza en nuestra sociedad, es lo que comúnmente se conoce como “derecho de piso”, que antes no era otra cosa que el pago que se realizaba por parte de lideres sindicales que se ostentaban como representantes de los comerciantes, sobre todo informales, a autoridades municipales corruptas para que dejaran a sus agremiados realizar su actividad.
Sin embargo, con el correr del tiempo, este cobro pasó de ser administrado por la autoridad, a ser una actividad inadmisible con ingresos importantes para pequeños grupos de control para después pasar a ser actividad principal de los grupos delincuenciales.
El cobro de piso lo vemos diariamente con los franeleros que apartan sus lugares para quien les pague la cantidad que piden, y diariamente también nos enteramos que un problema grave, sobre todo para comerciantes y transportistas, es que son extorsionados por el crimen organizado, obligándolos a pagar una cuota “voluntaria” y periódica, para que puedan ejercer su actividad sin ser molestados por nadie, para que no pierdan su negocio, sus propiedades, o en algunos casos, hasta la vida.
Aceptar que existe y opera esta modalidad de extorsión, lo único que nos demuestra es que es real la falta de cumplimiento de la ley en un estado de derecho que permite que esta actividad se siga incrementando.
Pero la semana pasada nos enteramos de una nueva modalidad de cobro de ese derecho de piso, que muchos identificaron como el antiguo “pase de charola” con fines discrecionales, a un grupo de empresarios importantes de este país.
Resulta que ahora el Presidente de México es el que promueve el pago de ese “derecho de piso” con un grupo importante de empresarios, que por cierto se desconoce la lista completa, invitándolos a hacerlo por una buena causa, la compra de billetes de lotería para la rifa del avión presidencial, que no se ha vendido porque no se puede vender, y que no se puede rifar porque materialmente no se puede entregar en caso de que exista algún afortunado.
La aportación “voluntaria”, que debían hacerla expresa al llenar una hoja que se colocó en cada uno de los lugares de los invitados, contenía el compromiso de apoyo, además de todos los datos personales y fiscales de los presentes, -que iba desde los 20 millones a los 200 millones de pesos-, pudiendo claro, voluntariamente colocar otra cantidad, según el compromiso de apoyo presidencial.
La interpretación social es clara. Ahora los empresarios invitados, y como mensaje al resto de los empresarios no invitados, es que a partir de la semana pasada, los empresarios pagarán “derecho de piso” para poder ejercer sus actividades empresariales, sin ser molestados, no por lo grupos delincuenciales, sino por el mismísimo gobierno federal.
Me parece que el mensaje que quiso mandar el Presidente es muy claro.
Primero, que los empresarios invitados son sus cuates, y de entre ellos, los que mas aporten a su causa serán mas cuates, y presumiblemente, por supuesto, beneficiarios de los grandes negocios en los que puede apoyar el gobierno federal, regresando al cuatismo, al favoritismo y al influyentismo que tanto criticó el Presidente durante sus largas campañas.
Segundo, que el sector empresarial respalda en sus ocurrencias al presidente de la república, aceptando pagar el derecho de piso correspondiente, con tal de ser parte importante de los beneficios futuros que otorgue el gobierno, y por supuesto, con la seguridad de que no tendrán auditorías en sus negocios, y que el SAT será benévolo con ellos.
Al no saber quienes asistieron ni cuanto fue lo que aportaron, los propios empresarios están aceptando que el Presidente de la República, actúe de manera discrecional con ellos, porque quizá para el gobierno, pudieron y debieron comprometerse a una mayor aportación. Y por lo tanto, pueden ser mas presionados para ser mas espléndidos.
La historia se repite pero conjugando lo más sucio de la presión política. Ya no solo son los grupos delincuenciales quienes extorsionan a los empresarios, ahora el gobierno federal a través de su titular los obliga a participar amigable y voluntariamente, donando cantidades importantes de dinero para satisfacer su ocurrencia de rifar el avión presidencial.
No tienen salida los empresarios al aceptar este tipo de presiones. A partir de ahora, deberán pagar el “derecho de piso” correspondiente para seguir participando en la vida empresarial de nuestro país, o como decía el chinito, “copelas o cuello”.