Poder y dinero
Como cada año –en el marco de la fiesta de San Francisco de Sales, patrono de escritores y periodistas– el Papa ha compartido un mensaje reflexivo sobre un aspecto del fenómeno comunicativo contemporáneo; este 2024 no podía ser otro que el de la Inteligencia Artificial.
Desde hace más de un siglo, la Iglesia católica mira con fascinación y cautela cada avance tecnológico que involucra a la comunicación humana y muy especialmente reflexiona con preocupación (pero sin condenarlos) a los fenómenos mediáticos que afectan a pueblos enteros.
Los pontífices han escrito interesantes reflexiones respecto a la popularización del cine y de la radio, han manifestado inquietudes por las implicaciones de la masificación de los pueblos a través de la televisión o la propaganda, incluso han pedido no olvidar a la persona humana que navega en los océanos del internet y las redes sociales. Ahora, el papa Francisco ha puesto la mira en la Inteligencia Artificial y en las implicaciones de este salto tecnológico en las relaciones humanas.
En su mensaje, el pontífice pide que aceptemos varias premisas: Que la evolución de las IA’s transformarán radicalmente la convivencia social; que el futuro del ser humano estará íntimamente ligado al uso que se haga de las inteligencias artificiales; y que, para prevenir caer en una época “rica en tecnología pero pobre en humanidad”, hay que enfocarse en el desarrollo de una nueva humanidad de profunda espiritualidad y reconocer a “la sabiduría del corazón” como la brújula ética y de discernimiento ante las maravillas que ofrezca “la sabiduría de las máquinas”.
La ‘sabiduría del corazón’ es, para el pontífice, esa cualidad que el aprendizaje algorítmico de las inteligencias artificiales no podrá imitar ni comprender; es una singular capacidad humana que le permite relacionar y comprender las conexiones más profundas entre las decisiones y las consecuencias, entre las capacidades y las fragilidades. Ahí donde la IA relaciona datos y procesos, e interacción y aprendizaje; el humano relaciona libertades y decisiones, afectos y encuentros que significan su existencia y la de los demás.
Es claro que el vertiginoso avance de este aprendizaje algorítmico irá cambiando no sólo la piel del mundo que conocemos sino también irá afectando dinámicas complejas de la sociedad moderna: la política, la comunicación, el arte y la ciencia aplicada ya operan en diferentes niveles con las herramientas que la vanguardia tecnológica experimenta en tiempo real y quizá antes del fin de esta década seremos testigos de los perfiles de la nueva sociedad acelerándose aún más.
Hace algunos meses, tuve oportunidad de dar una charla en mi alma mater sobre Inteligencia Artificial y Comunicación Política, pero ante todo hice una reflexión: “Quizá llegue el momento en que la Inteligencia Artificial pueda evitarnos esta experiencia de venir al auditorio para dar o para escuchar una ponencia preparada. Porque los complejos algoritmos quizá puedan utilizar toda la data de mis correos electrónicos, redes sociales, movilidad, consumo, información en la nube –toda mi vida digital– para hacer no sólo una ponencia mejor que la que yo he preparado; sino la ponencia que cada uno de ustedes más necesita según el parecer de los algoritmos en la evaluación de toda su vida digital”. Me faltó decir que el contenido de la ponencia armada por la IA estaría en el formato y el lenguaje que mejor les convenga a los usuarios. Así, uno recibiría un capítulo de una serie, otro un podcast y, otros más, un aparentemente inconexo montón de contenidos de plataformas digitales.
Esto último no es ficción, en realidad es algo que ya sucede. A inicios de este 2024, la plataforma Dudesy publicó en YouTube un especial de comedia de George Carlin con material completamente original a pesar de que el comediante murió en 2008. Carlin fue especialmente ovacionado en vida por su humor misántropo y obsesivamente antirreligioso; y ahora, quince años después, la IA “crea” chistes con la voz, el estilo, la estructura humorística y las fijaciones temáticas del finado.
“Revivir” a un comediante para hacer comedia artificial quizá no genere mayor dilema ético o moral; pero la IA pone enfrente grandes tentaciones para los poderosos: como la implementación de políticas públicas basadas en pueblos artificiales; perfectas democracias algorítmicas alejadas del clamor y la justicia social; masiva segregación y discriminación invisibilizadas tras propaganda de ineludible consumo; redefinición de saberes enciclopédicos que conduzcan a la alienación social; y un largo etcétera.
Con todo, el papa Francisco también pidió no ser catastrofistas ante estos avances tecnológicos pues, sin bien no hay respuesta ya escrita, “corresponde al hombre decidir si se convierte en alimento de algoritmos o, en cambio, si alimenta su corazón con la libertad, ese corazón sin el cual no creceríamos en sabiduría”.
No hay de otra, o le ponemos corazón al uso de las inteligencias artificiales, o éstas simularán la satisfacción de necesidades para el corazón que decidimos no usar.
*Director VCNoticias.com
@monroyfelipe