Contexto
Primero la pregunta obligada.
¿Quién comete la mayor estupidez: el presidente del PAN, al revelar una negociación política clásica –como en Coahuila–, o aquellos intelectuales y/o periodistas que se escandalizan por el fondo de tal negociación política?
Pero si prefieren ver el tema desde otro extremo resulta que, en medio del escándalo provocado por la fallida alianza del PRI, PAN y PRD en Coahuila, asistimos a la lucha entre la inexistente pureza política y la abundante estupidez partidista.
Sí, batalla entre quienes creen, suponen, imaginan o sueñan que la política, el acuerdo, la negociación partidista y el reparto de cuotas de poder son prácticas pecaminosas y, entre aquellos que no entienden que la discreción en uno de los mayores atributos de todo político.
Pero vamos por partes.
Como todos saben, luego de la fallida alianza entre PRI y PAN en Coahuila –en donde el gobernador electo se negó al reparto de cuotas previamente firmado–, desde Palacio se ordenó toda una campaña para satanizar no solo a la alianza opositora sino a uno de los fundamentos de la política; el reparto del poder a través de cuotas.
Por esa razón, el jueves 11 de enero del 2023, López Obrador dedicó el mayor espacio posible de su “mañanera” a demonizar el fallido pacto de la alianza en Coahuila, a la que llamó “acuerdo mafioso”.
Curiosamente toda la prensa nacional –la misma que el día previo, miércoles 10 de enero, ignoró en sus portadas la revelación de Latinus sobre la corrupción del tercero de los hijos de AMLO–, ahora sí retomó en titulares la satanización de Palacio, lanzada contra la alianza PRI, PAN y PRD.
Pero no fue todo. De manera simultánea y con perfecta coordinación, tanto articulistas, como columnistas, periodistas y opinadores se encargaron de defender una inexistente pureza política, de exhibir como cosa demoniaca, tanto el acuerdo político, como el reparto de cuotas y la negociación del poder.
Así, de manera repentina, el pacto en Coahuila se reveló como el mayor pecado de la política y del poder, en tanto que los horribles pecadores fueron los jefes de los partidos; PRI, PAN y PRD.
Por eso, desde todos los frentes –y siempre en consonancia con la línea dictadas desde Palacio–, menudearon las voces que pidieron la cabeza de Marko Cortés, líder nacional del PAN y que quemaron incienso para alejar los demonios del pacto político elemental, como el de Coahuila. Bueno, hasta la candidata Xóchitl se tragó el sapo y las serpientes.
Sin embargo, lo cuestionable del asunto es que ninguno de los “santones” de la Ciencia Política se atrevió a decirle a sus audiencias que, desde el origen del hombre y desde los fundamentos de la política, en todo pacto, acuerdo o negociación de poder, están en juego no solo el reparto de cuotas, sino posiciones y cargos.
Por ejemplo, en todos los partidos políticos existen corrientes o cofradías y el partido en cuestión funciona a partir del reparto de porciones de poder, según el peso específico de cada fuerza actuante.
En todas las naciones con un sistema de gobierno parlamentario, los ciudadanos eligen a los integrantes del parlamento y, de esa manera, es condición que el partido con la mayoría de voto haga alianzas, para hacer mayoría en el Parlamento y elegir al primer ministro. Esas alianzas no son más que reparto de cuotas, secretarías de Estado y, en general, posiciones de poder.
En México, el reparto de cuotas de poder que hoy pretenden ser vistas como inconfesables, han existido en todas las alianzas, no solo partidistas, sino en sindicatos, cooperativas, en la UNAM, en consejos de administración de empresas, consejos estudiantiles y hasta en las asambleas vecinales.
Sí, el reparto del poder, de cuotas, posiciones de gobierno y hasta la designación de notarías son consustanciales a toda alianza política, como la fallida alianza de Coahuila. Y escandalizarse del contenido de una alianza como esa y exigir una inexistente pureza política, no tiene otro nombre que estupidez del intelecto.
Pero en una cosa tienen razón los que se dicen estupefactos por la alianza de Coahuila.
Si, el líder del PAN, Marko Cortés, cometió una estupidez mayor: no entender que, en política, la discreción forma parte del arte de ser político.
Pero hay más, la estupidez política también apareció –como de costumbre–, en Palacio y de boca de López Obrador. Y es que, si en algo sobresale el partido oficial, es en los acuerdos y el reparto de cuotas y cuates.
Y si lo dudan, apenas el pasado sábado, el columnista sinaloense, Oswaldo Villaseñor le cerró la boca a Obrador al rescatar para la memoria colectiva un acuerdo político idéntico al de Coahuila, entre Morena y el Partido Sinaloense (PAS), que ocurrió en octubre del 2021.
Así lo escribe Oswaldo Villaseñor en un magnífico texto, del que reproducimos un fragmento:“Eran los primeros días del mes de octubre del 2021. El Ayuntamiento de Mazatlán no tenía aún nombramiento oficial de su Tesorero, Secretario del Ayuntamiento y el Oficial Mayor.
“La segunda administración municipal encabezada por Luis Guillermo “El Químico” Benítez empezaba en el caos y en medio de una crisis política. ¿La razón? La exigencia del Partido Sinaloense para que se respetaran los acuerdos signados en el convenio de coalición firmado con Morena.
“¿Como qué es histórico que dirigentes partidistas firmen un acuerdo político y en el incluyan el reparto de posiciones como el que firmó el PRI y el PAN en Coahuila?
“El presidente López Obrador lo catalogó como un hecho histórico de corrupción, de reparto de botín y de ponerse de acuerdo para saquear al Estado de Coahuila.
“Antes, en el 2021, sus dirigentes nacionales, Mario Delgado y Citlali Hernández, habían firmado uno muy similar con los dirigentes del Partido Sinaloense, Héctor Melesio Cuen y Víctor Antonio Corrales Burgueño para que se apoyara la candidatura a gobernador Rubén Rocha Moya y además ir en alianza en los Municipios y Congreso del Estado.
“El reclamo a incumplimientos signados por escrito con la dirigencia nacional encabezada por Mario Delgado y Citlali Hernández, tenían en jaque, en medio de una crisis e inoperante, al municipio de Mazatlán.
“Ese fue el origen de un pleito que se mantiene hasta el momento y que llevó a una ruptura entre los “aliados” y ahora odiados Héctor Melesio Cuen y Rubén Rocha pero que llevó también al desafuero de Luis Guillermo Benitez a quien ni su cercanía con el presidente López Obrador lo salvó de no perder el cargo, pero si de no pisar la cárcel a pesar de las fuertes evidencias de corrupción que este conflicto destapó y las demandas penales que se pusieron en su contra”. (FIN DE LA CITA)
Sí, el presidente más mentiroso de la historia, López Obrador, cree que todos los mexicanos siguen creyendo sus mentirosas lecciones de moral política, cuando todos saben que su gobierno y su partido son el mayor nido de ratas.
Al tiempo.