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Escenarios nacionales/José Luis Camacho Acevedo
El gobierno de Estados Unidos y la reciente advertencia emitida para sus ciudadanos sobre viajar a ciertas áreas de México ha suscitado un debate significativo que merece un análisis crítico y equilibrado. Resulta intrigante considerar cómo la perspectiva de los estadounidenses puede llevar a calificar a Tlaxcala como un destino más peligroso que estados donde la seguridad está en una situación crítica. Esta visión desatinada no logra capturar la complejidad de la realidad mexicana.
Aunque el sitio web del gobierno estadounidense brinda clasificaciones de seguridad, es fundamental escrutar cuidadosamente la información proporcionada para entender la lógica detrás de recomendaciones tan cautelosas e incluso alarmantes.
Tlaxcala ha sido un líder en materia de seguridad pública. Su consistente posición en el top 5 de estados con la menor incidencia delictiva en México durante los últimos años habla por sí misma. Ante este contexto, es legítimo cuestionar por qué el gobierno estadounidense desaconseja visitar este estado. La falta de alineación entre las advertencias y la realidad concreta plantea dudas genuinas sobre las bases de estas recomendaciones.
Al profundizar en las recomendaciones específicas para cada estado, se evidencia la exageración inherente en sugerir que Tlaxcala, una de las entidades más seguras de México, sea un destino de “Precaución”. La comparación entre Tlaxcala y estados como Colima, Guerrero, Michoacán, Sinaloa, Tamaulipas y Zacatecas, donde la recomendación es “no viajar”, es injusta. Es relevante notar que incluso los propios funcionarios estadounidenses restringen sus viajes a estas zonas. La disparidad entre un estado con niveles extremos de criminalidad y uno con un sólido historial de seguridad es evidente y cuestionable.
El contraste entre las advertencias emitidas para México y la situación interna de Estados Unidos es innegable. Resulta irónico que casi las 32 entidades del país reciban alguna forma de alerta de viaje por parte de ciudadanos estadounidenses, cuando en su propio territorio, la violencia y la inseguridad también son una preocupación palpable. En este contexto, las recomendaciones estadounidenses parecen un contrasentido.
Es necesario cuestionar la intención detrás de estas recomendaciones y solicitar una evaluación más precisa y justa de la situación en México. La comparación entre estados seguros y aquellos con problemas de seguridad debe realizarse con un lente más imparcial. Una comprensión más cercana a la realidad mexicana evitaría generalizaciones inexactas y ofrecería un retrato más fiel de la situación en el país.