Poder y dinero
Pocas veces, como hoy, se ha vuelto realidad una comedia satírica –una verdadera parodia político-social–, llevada al cine.
Se trata de la exitosa película mexicana “La Ley de Herodes” (1999) del director Luis Estrada, que de manera asombrosa se hizo realidad en las últimas semanas del 2023, a pesar de que el filme está ambientado en los años 50, del siglo pasado, en el gobierno de Miguel Alemán.
Y es que, en los hechos, el joven gobernador de Nuevo León, Samuel García, se apropió del personaje central de La Ley de Herodes: de un joven político motejado como “varguitas” –por el apellido Vargas–, que no es otra cosa que el prototipo del político mexicano del viejo PRI, de lo más rancio y más corrupto de la clase en el poder, de hace por lo menos siete décadas.
Es decir, un político pueblerino, torpe e ignorante que pelea por alcanzar no solo el poder sino el extremo de la imbecilidad; con una esposa locuaz y ambiciosa sin freno, que alienta todas las ocurrencias y corruptelas del presidente municipal de San Pedro de los Saguaros: pueblo que, por el deplorable nivel de sus políticos, hoy bien podría ser el estado de Nuevo León.
Sí, a riesgo del enojo de los nuevoleoneses, lo cierto es que en la última década votaron por las peores alternativas política: “El Bronco” y Samuel.
Pero vamos al tema. En la trama de La Ley de Herodes –juego de palabras que resume la máxima del refranero mexicano: “o te chigas o te jodes”-, el poder sin límite no solo corrompe a “varguitas” sino lo vuelve un dictador bananero que, sin freno, concentra los cargos de alcalde, juez y legislador; es decir, un pequeño dictador, igual que Samuel García.
Pero es mayor el paralelismo entre la sátira del poder absoluto y la realidad que viven Nuevo León y todo México, cuando recordamos que el jefe político del “partidazo” –el PRI–, al que pertenece “varguitas”, se apellida López, como Obrador, el que hoy despacha como presidente en México.
Sí, al final, en la versión real de La ley de Herodes –versión que hizo realidad Samuel García–, se confirma que con la llegada del partido Morena en el poder –en tiempos de la Cuarta Transformación–, tanto México, como sus políticos y la política toda, son la representación de la transa, la corrupción y, sobre todo, las pulsiones dictatoriales y golpista de no pocos políticos mexicanos; políticos que hacen todo por destruir la democracia y mantener vivo el fascismo dictatorial.
Pero vamos al contexto. En el México de finales del 2023, López Obrador necesitaba a un político como “varguitas” para quitarle votos a la peor amenaza para hacer realidad su Maximato; quitarle votos a la candidata opositora, Xóchitl Gálvez.
Es decir, igual que en la Ley de Herodes, el dueño del partido requería a un político bobo, idiota, ignorante, corrupto, ambicioso y maleable. Y una vez dibujado el perfil, los asesores de AMLO propusieron a Samuel García, quien reunía todas las características del “varguitas” de La Ley de Herodes.
Por eso, la maquinaria del Estado y del gobierno de AMLO estimuló en la esposa de Samuel las ambiciones delirantes. El resto, lo saben todos; el “Fosfo-Fosfo” nació a la luz pública.
Sin embargo, pocos en Palacio advirtieron sobre los peligrosos “trapos sucios” de Samuel; un verdadero criminal al que la DEA y el FBI tienen monitoreado. Es decir, Samuel “tiene la cola sucia” y esa suciedad salpica a la preferida de Palacio.
Por eso, cuando en Palacio fueron advertidos del peligro que significaba Samuel para la sucesión presidencial de Morena –peligro que, incluso había debilitado la candidatura de Claudia–, el presidente Obrador dio un mano tazo en la mesa que fue entendido como una orden para derribar a Samuel.
Y frente a “la reina de todas las señales políticas”, Samuel fue sacado de la fórmula; lo echaron de una ecuación de suma cero que significó la creación de una crisis constitucional que, casualmente le serviría al poder presidencial como señuelo para la toma de decisiones futuras, en el 2024.
¿Y eso que significa?
Todos lo saben: que Samuel no fue y no es más que el payaso de las cachetadas. Por eso lo subieron a los cuernos de la luna, por eso lo dejaron caer; por eso le ordenaron romper la constitucionalidad de Nuevo León y, por eso, lo defienden –con uñas y dientes–, desde Palacio.
Y también por eso las preguntas obligadas.
¿Hasta cuándo los opositores de Nuevo León se dejarán engañar?
¿Cuántos integrantes de los poderes Legislativo y Judicial se doblarán o se venderán por 30 monedas?
¿Cuántos políticos de Nuevo León se venderán por un plato de lentejas, a costa de su nombre y su credibilidad?
¿Cuántos periodistas, columnistas, medios y ciudadanos serán comprados, engañados y hasta obligados a tragar sapos y serpientes?
¿A cuántos tramposos, mentirosos y ladrones de Morena y de Movimiento Ciudadano veremos presos?
El tiempo, siempre el tiempo, tiene la respuesta.
Al tiempo.