La renuncia digna de un ministro
AMLO y Biden
La agenda de seguridad Bush-Calderón
La reunión digital del presidente Joseph Biden con el presidente López Obrador planteó los cuatro marcos de referencia de la relación bilateral: seguridad estratégica, comercio, cambio climático y migración. Y en un esfuerzo de síntesis, de nueva cuenta México queda atrapado en las prioridades de seguridad y defensa de EE. UU. como imperio dominante.
Después de la experiencia nacionalista del gobierno de Luis Echeverría 1970-1976, México perdió las bases consensuales culturales de la comprensión del factor EE. UU.: del nacionalismo revolucionario del PRI se pasó, a tropezones, al nacionalismo defensivo de última instancia: la defensa del socialismo chileno, los últimos apoyos a la Revolución Cubana ya burocratizada y represiva, el apuntalamiento al idealismo de la revolución sandinista y la protección de la guerrilla salvadoreña como parte sustancial del diálogo de paz.
Lo que vino a dar al traste con esa fase 1970-1980 fue el ascenso burocrático del grupo tecnocrático de Miguel de la Madrid y Carlos Salinas de Gortari: el primero reformó la Constitución para determinar el Estado autónomo de las relaciones y contradicciones sociales y el segundo firmó el Tratado de Comercio Libre que definió el estratega de inteligencia y embajador estadunidense John Dimitri Negroponte como el elemento de sometimiento del nacionalismo antiestadunidense y antiimperial de México.
De 1980 con el Plan Global de Desarrollo al Pacto por México de 2012, México como gobierno y como sociedad –de manera lamentable– perdió el rumbo de los intereses geopolíticos. El Tratado comercial puso el clavo final al féretro del nacionalismo como ideología social potenciada y garantizada por el Estado. El cerrojo definitivo estuvo en el modelo estratégico de Alianza para la Seguridad y la Prosperidad de América del Norte (ASPAN) que firmaron el gobierno panista de Felipe Calderón y el gobierno republicano de George Bush Jr. en 2005, cuatro años después del golpazo contundente del terrorismo islámico radical en el corazón del imperio estadunidense el 9/11 de 2001.
Sin un gran esfuerzo analítico se puede hacer equidistante el ASPAN de Bush-Calderón con el modelo que ha dejado entrever el gobierno del presidente Biden: el regreso de EE. UU. al liderazgo geopolítico y de seguridad nacional del mundo, a partir del eje referido por el presidente Trump en su Estrategia de Seguridad Nacional de 2017: el american way of life o el modo de vida estadunidense, una definición que se puede resumir en el espejismo que sigue deslumbrando a millones de personas que piden asilo e incorporación de nacionalidad en EE. UU.: el sueño americano del bienestar, los salarios en dólares y el confort que no es sino la capacidad estadunidense de exacción de recursos de naciones medias y pobres a favor de la élite social estadunidense.
El tema central de EE. UU. de Bush-Trump-Biden es el mismo que presentó en sociedad EE. UU. en 1947 como Acta de Seguridad Nacional –semilla del imperio dominante–, al que le dio ideología Henry Kissinger, que recicló el guerrerismo de Reagan y que convirtieron Bush Jr. y Barack Obama en el Estado espía. Ahora mismo, en la Conferencia de Seguridad en Munich a mediados de febrero de este año de 2021, el presidente Biden mostró los dos colmillos de dominación: EE. UU. está de regreso al juego mundial y llegó para liderar al mundo capitalista.
En este contexto se debe entender la reunión provocada por Biden con el presidente López Obrador y la ausencia de una verdadera estrategia mexicana de seguridad nacional. México ya no puede siquiera sobrevivir con su viejo discursos nacionalistas de no intervención en un mundo interconectado y tampoco puede seguir desentendiéndose de alianzas estratégicas con naciones con objetivos sociales. Los países progresistas, aun con sus modelos limitados, deben realizar un gran esfuerzo de reflexión teórica para responder a los ataques contra el populismo, pero al mismo tiempo definir modelos de desarrollo nacionales, con distribución del ingreso y con acotamiento de las riquezas acumuladas en pocas personas y familias.
El primer round Biden-López Obrador terminó como un empate técnico, pero los dos contendientes salieron a bailar al ring y no a boxear. México perdió la oportunidad de negociar con un Biden lastimado por las elecciones de noviembre, debilitado por el asalto al Capitolio el 6 de enero y acotado por el mensaje de Donald Trump de que se va a apoderar del Partido Republicano para regresar como candidato presidencial en 2024 para capitalizar el 47% de votos populares, es decir, un Biden sin consenso bipartidista interno.
Lo que quedó de esa reunión fue el mensaje de la Casa Blanca de que México es un factor y un problema de seguridad nacional para EE. UU. y que México carece de una doctrina integral de política exterior-seguridad nacional-defensa nacional.
Y el asunto se tensa cuando se sabe que la Iniciativa Mérida ya no funcionará, pero seguirá vigente el espíritu del ASPAN de Bush Jr.-Calderón.
Zona Zero
· La ruptura de relaciones de seguridad entre EE. UU. y México por las nuevas reglas de control mexicano establecidas en su Ley de Seguridad Nacional pueden estar enviando el mensaje equivocado al crimen organizado de que ya no habrá marco judicial en su contra. Algunos análisis han comenzado a mostrar que el Cártel Jalisco Nueva Generación y el Cártel del Chapo estarían reagrupando a bandas menores para repartirse el mercado de drogas de México y de EE. UU.
· Zacatecas y Guanajuato y de nueva cuenta Tamaulipas están en la agenda de violencia y de urgente atención gubernamental federal. Una cosa es que la sociedad haya marcado una sana distancia de los crímenes de violencia y otra que esa falta de critica social permita a los cárteles incrementar sus acciones de violencia en buena parte de la república.
El autor es director del Centro de Estudios Económicos, Políticos y de Seguridad.
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@carlosramirezh