Poder y dinero
El fondo del trasfondo
Reagan: Biden y Santa Fe III
Debemos al gran periodista latinoamericanista Gregorio Selser el descubrimiento de los documentos ideológicos del gobierno de Reagan para someter a America Latina a los dictados del imperio estadunidense. En 1980 explicó el modelo del Documento de Santa Fe I y en 1988 el del Documento de Santa Fe II. Hoy su relectura es indispensable para entender el escenario histórico de los planes del gobierno demócrata de Joseph Biden para “regresar” a EE. UU. al “liderazgo del mundo”.
El modelo imperialista de EE. UU. nada ha tenido que ver con su defensa de su modelo de democracia que el colapso Trump-Biden ha revelado más bien como un sistema autoritario, militar y de dominación de intereses privados. En su estrategia provisional de seguridad nacional, el gobierno de Biden ha refrendado lo señalado en estrategias de mandatarios anteriores: la seguridad nacional de la Casa Blanca es el conjunto de enfoques y poderes para poner en el centro del funcionamiento del mundo el american way of life o modo de vida estadunidense, es decir, el confort de la dominante élite social y empresarial a costa de la exacción de riquezas de otras naciones.
Reagan llegó a la presidencia para aplastar el ingenuo enfoque de justicia del presidente Carter y su negativa a usar los poderes militares exterminadores de Washington. El discurso de Reagan –formado como líder de actores aliado a la persecución de comunistas por el senador Joe McCarthy, junto, por cierto, con el actor John Gavin, luego su embajador en México– fue de advertencia del fin del modelo capitalista estadunidense si no confrontaba a la URSS y, sobre todo, si no consolidaba su zona de dominación en el mundo capitalista. En América Latina la Casa Blanca había destruido la experiencia socialista electoral de Allende en Chile y Carter había entregado el Canal de Panamá a los nacionalistas del general Torrijos y había permitido la victoria revolucionara procubana de los sandinistas en Nicaragua.
Los Documentos Santa Fe I y II, editados por la Universidad Obrera de México, se basaron en textos de un grupo de elite promovido por la Casa Blanca y reunido en Santa Fe, California, para diseñar la política de consolidación imperial de EE. UU. Se trataba de una estrategia económica, militar, geopolítica, de inteligencia y de intervención en la región para imponer gobiernos afines a la Casa Blanca, en cuyo tiempo histórico se dieron las dictaduras militares de Brasil, Argentina, Uruguay, Paraguay, Chile y Nicaragua, entre otras. El papel militar clave estuvo en la Escuela de las Américas en Panamá y el Comando Sur.
La relectura de esos Documentos y sus propuestas tienen un ajuste casi automático con las doctrinas de seguridad nacional estratégica de los gobiernos posteriores a Reagan: Bush Sr., Clinton, Bush Jr., Obama y Trump. El enfoque bipartidista demócrata-republicano supera los perfiles personales de presidentes, pues el modelo de dominación imperial de Clinton y Obama fue igual al de los republicanos Nixon, Reagan y los dos Bush. Basta comparar las estrategias de seguridad nacional de todos ellos y su coincidencia en imponer los intereses estadunidenses como dominantes en la geopolítica del poder de Washington.
Baste recordar aquí una de las recomendaciones centrales del documento de Santa Fe I: usar el modelo del Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca para una unidad militar continental que imponga el enfoque de EE. UU. en seguridad nacional. Y otra de Documento de Santa Fe II: “EE. UU. no puede preocuparse solamente por los procesos democráticos formales, sino que debe elaborar programas para apoyar la democracia dentro de la burocracia permanente, incluyendo a las fuerzas armadas y la cultura política”.
La continuidad de diplomacia geopolítica estratégica de la Casa Blanca de la creación del Consejo de Seguridad Nacional de la Casa Blanca en 1945 a la estrategia provisional de Biden en 2021 forma parte del modelo de dominación unilateral del mundo para mantener al american way of life como el objetivo central del funcionamiento del planeta. Por eso Biden, apenas al tomar posesión, abrió la confrontación con China, Rusia, Corea del Norte e Irán, los principales adversarios estratégicos y de modelo productivo-social del capitalismo estadunidense. En los hechos, la diplomacia guerrerista de Biden recuerda los perfiles de la de Reagan. Y la doctrina de política exterior de dominación mundial de Biden debe remitir a la revisión de los Documentos de Santa Fe I y II.
No por menos, por ejemplo, esos documentos y su apoyo de pensamiento estratégico han basado la policía exterior estadunidense en América Latina desde la Doctrina Monroe de 1823, pero sustentada en el discurso de George Washington de 1796 que señalaba que “América tiene un hemisferio para sí misma”.
Zona Zero
La declaración del general Glen D. VanHerck, jefe del Comando Militar del Norte (para intereses en México y Canadá, en la dimensión geopolítica del Tratado de Comercio Libre) sobre la pérdida mexicana de control territorial se basa en la lógica reaganista de los Documentos de Santa Fe. Y no esconden la intención de revalidar la existencia de un paraguas de seguridad nacional –territorial, geopolítico y estratégico– de EE. UU. en los territorios fronterizos de Canadá y México.
El temor estadunidense al dominio territorial y de zonas del Estado por parte de organizaciones de narcos no tiene que ver con la droga, sino con el escenario de alianza de narcos con terroristas musulmanes radicales. Y si bien hasta ahora no es más que escenario hipotético, los radares de seguridad nacional estadunidenses han aumentado su observación sobre los cárteles que no sólo trafican droga, sino que controlan el cruce ilegal de personas en la frontera México-EE. UU.
El autor es director del Centro de Estudios Económicos, Políticos y de Seguridad.
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