Poder y dinero
La palabra desestadunizar no existe y bien pudiera ser un neologismo. Pero se debe tratar de imponer un nuevo concepto geopolítico: limpiar de los enfoques, intereses y prácticas imperiales de Estados Unidos que se han impuesto en América Latina como territorio conquistado desdce el destino manifiesto de 1630 y desde la Doctrina Monroe de 1823 e iniciar el camino a la emancipación autonómica.
La derrota del poderoso ejército de dominación de EU en Afganistán podría ser el punto de partida para que la región latinoamericana comience a buscar mecanismos propios de cohesión económica, geopolítica y de desarrollo como ocurrió en Europa después de la Segunda Guerra Mundial y el Plan Marshall que implicó la captura económica y productiva de Washington aprovechando el deterioro europeo por los desastres bélicos.
La Casa Blanca lanzó la ocupación de Afganistán –en una nueva guerra de expansión económica e ideológica– en 2001 para atacar a las células terroristas de Al Qaeda que habían destruido las Torres Gemelas de Nueva York y aprovechó la presencia militar para construir en ese país una nación occidentalizada en términos políticos, de forma de gobierno y de producción. Veinte años después, Al Qaeda y los talibanes expulsaron al primer ejército del mundo y restauraron su propio modelo de nación, con todas sus contradicciones religiosas, discriminatorias y represivas.
Desde el concepto geopolítico de fronteras estratégicas que planteó George Washington en su discurso de despedida de 1796 –el mismo en el que alertó sobre el peligro de la política de facciones que iba a corromper el sistema de gobierno– el concepto de dominación regional: “América tiene un hemisferio para sí misma” y le daba a Estados Unidos el argumento para la expansión territorial y de dominación.
A lo largo de 225 años, la Casa Blanca se ha convertido en el eje rector del destino de todos los países de América Latina subordinándolos a la expansión capitalista. Aquellos países que se han negado a ese control y que llegaron asumir gobiernos autónomos o hasta antiestadounidenses padecieron ataques, arrinconamiento, invasiones y golpes de Estado para cincelar una América Latina subordinada al poder estadounidense.
Los casos de Cuba, Chile, Haití, Granada, Nicaragua, Panamá y las decenas de invasiones estadounidenses a México no buscaron crear una comunidad de desarrollo y beneficios sociales en América Latina, sino que derivaron tengo una forma moderna de neocolonialismo explotador.
El ciclo estadounidense de William Clinton a Donald Trump (1992-2021) mantuvo este enfoque de explotación colonial sin que America Latina pudiera encontrar un camino de desarrollo para el beneficio social. El caso extremo de la inducción estadounidense del golpe de Estado en Chile en 1973 fue el producto de las decisiones nacionalistas y expropiatorias de recursos naturales que realizó el gobierno socialista de Salvador Allende, después de haber arribado por el voto democrático a la presidencia de la República. Y Cuba sigue siendo una espina clavada en uno de los costados estratégicos de EU a sólo 90 millas de su territorio.
En estos últimos treinta años Estados Unidos se ha desentendido de apoyos y modernizaciones latinoamericanas y se ha concretado sólo a mantener el control de más de la mitad del hemisferio americano conocido en la jerga imperial como el patio trasero de Washington. Desde la revolución cubana en 1959 a la fecha, América Latina ha realizado intentos frustrados de autonomía e independencia ideológica y geopolítica, pero siempre con la amenaza de la invasión estadounidense.
El modelo político del chavismo careció de enfoque estratégico y geopolítico y se concretó solo a la construcción de una alianza de países articulados por políticas nacionales populistas, olvidando el hecho de que América Latina ha tenido siempre el desafío de construir un pensamiento político y económico autónomo y un modelo de desarrollo para sus propias sociedades. En este contexto aparece la iniciativa de México de dar por terminado el ciclo político de la Organización de Estados Americanos y convocar a la construcción de una nueva de estructura regional para los intereses latinoamericanos.
El fracaso de Estados Unidos en Afganistán y el deterioro de los liderazgos elitistas en Washington presentan la oportunidad para iniciar un largo camino de construcción de la autonomía latinoamericana en política, gobierno y desarrollo económico. Pero la iniciativa mexicana puede naufragar si se queda sólo en el simbolismo histórico de la figura de Simón Bolívar, porque los modelos de articulación multinacional se sustentan en coincidencias diplomáticas y en la definición de un modelo de desarrollo para los pueblos latinoamericanos.
A lo largo de la segunda mitad del siglo XX, América Latina hizo intentos por construir un pensamiento económico propio de una teoría regional del desarrollo, pero los gobiernos progresistas fallaron al olvidarse de la educación y la ciencia y ahogarse en la corrupción de dirigentes que explotaban a sus propios pueblos.
La liberación política y social de América Latina deberá comenzar con la construcción de políticas locales de desarrollo basadas en reflexiones de pensamiento económico derivadas de las contradicciones sociales. América Latina se ha hundido en el subdesarrollo por seguir las pautas y dominaciones de la Casa Blanca.
Zona Zero
· La cumbre México-Estados Unidos reunió a los presidentes de ambos países a partir de la agenda geopolítica y de seguridad nacional de la Casa Blanca, sin que los enfoques de interés nacional mexicano fueran tomados en cuenta por un agobiado presidente Joseph Biden y el desánimo internacional por la derrota estadounidense en Afganistán. México ha querido imponer sus enfoques de seguridad inmigración, pero ha encontrado desdén en Washington y falta de voluntad para discutir dos problemas con enfoques bilaterales.