Inseguridad y violencia no paran
El CJNG, El Marro, la pax narca, la
pacificación y la hegemonía del Estado
Por Carlos Ramírez
El arresto de El Marro y la supuesta declaración de paz en la región por el Cártel Jalisco Nueva Generación no garantizan la pacificación entre cárteles. La guerra entre esas dos bandas delictivas hoy benefició al CJNG. La solución pareciera colocarse en el escenario de la llamada pax narca: un acuerdo informal entre el Estado y las bandas delictivas para evitar la violencia criminal y reducir las actividades sólo a delitos de baja
La guerra por territorios ha sido siempre la base de la violencia indiscriminada. De ahí la importancia de que cada banda acepte los territorios bajo su control y se comprometa a no conquistar otros. Sin embargo, la historia universal demuestra que ninguna fuerza puede quedar tranquila porque se aplica la doctrina Tucídides: la posible existencia de una fuerza más poderosa ante la inacción de otra conduce a las guerras de prevención de fortalezas; Esparta declaró la guerra a Grecia porque era un vecino que estaba haciéndose más fuerte.
El CJNG tenía el dominio de Guanajuato y de su seno nació el Cártel de Santa Rosa de Lima de El Marro. La guerra entre ellos fue para someter a uno y autonomizarse el otro. La derrota de El Marro fortaleció de manera automática al CJNG y lo convirtió en una amenaza para El Cártel de El Chapo que también quiere esa zona. De ahí que una paz parcial sea el preludio de nuevas guerras de expansionismo criminal.
La única pax narca que vale ocurre cuando todos los grupos pactan la paz; sin embargo, siempre queda latente el síndrome del alacrán y el sapo, porque el primero pica a quien le salva la vida porque es su naturaleza.
Ley de la Omertá
La evaluación de la estrategia nacional de seguridad pública como propuesta de Plan de Paz se va a medir por la restauración de la estabilidad social en las zonas hoy ocupadas por el crimen organizado/desorganizado, no por el arresto de capos. La propuesta presidencial lo tuvo claro. Por ello el arresto de El Marro será un paso intermedio.
La reconstrucción de la seguridad interior en esas zonas ocupadas por la delincuencia no se logra con los arrestos, sino con políticas integrales de desarrollo y, sobre todo, por la restauración de las instituciones del Estado. Pero lo más importante se localiza en el regreso de la sociedad a las relaciones institucionales vía empleo, bienestar, educación, salud y vivienda.
El crimen organizado tomó el control de zonas territoriales de la soberanía del Estado ante la debilidad de las instituciones legales: policías, ministerios públicos, centros de trabajo, escuelas, iglesias, salud, vigilancia y funcionarios estatales y municipales pasaron a control criminal. La estructura de espionaje de los halconcitos como espías al servicio de los criminales construyó una sociedad sin libertad.
La crisis de seguridad en Tamaulipas hace diez años llevó a una intervención enérgica de las fuerzas armadas que lograron expulsar a las bandas criminales, pero la reconstrucción del tejido social, económico y moral nunca llegó para vacunar a las poblaciones. Ahora en la zona de El Marro en Guanajuato se va a percibir lo mismo: el capo se hundirá en la cárcel, sus secuaces crearán pequeñas células delictivas y la sociedad regresará a su pobreza social de expectativas frustradas.
La paz no significa la ausencia de bandas criminales. Lo que arrojó a la sociedad a los brazos de la delincuencia local no fue la oportunidad de ganar dinero con los delincuentes, sino el deterioro del modelo nacional de desarrollo y sus beneficios sociales adicionales.
Los narcos llegaron al campo cuando el Estado canceló sus programas de apoyo agropecuario y los campesinos tuvieron que optar entre la miseria, su huida a las ciudades a engrosar los cinturones de pobreza, el viaje como braceros a los EE UU o pactar con los delincuentes para usar sus tierras para sembrar droga.
En los planes y programas, la estrategia de seguridad parece planeada hasta en los mínimos detalles. Sin embargo, su accionar ha sido sólo en términos policiacos y de seguridad. Los gabinetes de bienestar social o de desarrollo agropecuario o de políticas industriales siguen abandonando las zonas afectadas por la delincuencia. Peor aún, sectores productivos como aguacateros y mineros tienen que pactar con el crimen organizado para obtener la seguridad que no le dan las instituciones gubernamentales.
La paz sin bienestar social tiene ciclos cortos, porque sin la presencia del Estado no habrá seguridad real en las zonas abandonadas por alguna banda y no tardarán en aparecer nuevos grupos delictivos para ocupar los lugares vacíos.
Hasta ahora, la estrategia de seguridad opera de manera consistente en tenas de seguridad, pero sigue fallando en los temas de bienestar social.
Zona Zero
El ajusticiamiento de usuarios de una combi contra un delincuente ha comenzado a ser el prototipo de la justicia callejera o de los llamados “vigilantes”. El incidente es una muestra de que la sociedad que utiliza esos medios de transporte está harta de la pasividad gubernamental, de las promesas de vigilancia y de la incapacidad de las instituciones de seguridad y justicia. La respuesta social de linchamientos de delincuentes ocurre cuando no hay autoridad, las leyes no funcionan y los responsables de la seguridad aparecen como cómplices de los delincuentes.
Preocupación en los EE UU por el hecho de que la derrota de El Marro representa un fortalecimiento del CJNG justo cuando las autoridades estadunidenses andan a la caza de El Mencho. Por el otro lado, en círculos mexicanos de seguridad consideran que El Mencho está retirado o muerto, pero que su leyenda ayuda al fortalecimiento del cártel. Sea lo que sea, hay indicios de que están aumentando las movilizaciones para cazar a El Mencho o probar que está muerto.
El autor es director del Centro de Estudios Económicos, Políticos y de Seguridad.
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