Libros de ayer y hoy
En la película Casablanca hay un momento icónico en el que el corrupto inspector Renauld, de la Francia de Vichy, se ve obligado a buscar a los ladrones de las cartas de tránsito con las que escaparían hacia el neutral Portugal un líder de la resistencia y su pareja. Uno de sus detectives le pregunta dónde buscarlas, y ante el silencio de su jefe, concluye, ya sé: entre los sospechosos habituales, es de decir los favorables a la Resistencia, emigrantes judíos y hasta traficantes y ladrones.
Ellos, el inspector Renauld y sus detectives y policías, contaban con una amplia gama de sospechosos. Me acordé de este filme ahora que a YSQ se le acaban los sospechosos, porque por más que se quiera culpar siempre a esa entelequia que él llama sus opositores, los conservadores, los espacios son cada día más estrechos, mientras crecen por todo el territorio problemas a los que nunca se les da solución. Los temas se le amontonan y cada vez más los mexicanos vemos con angustia que de su chistera de mago no salen sino trucos viejos, archiconocidos, que ya no entusiasman a nadie.
¿Hacia dónde voltear? ¿Dónde encontrar nuevos sospechosos que nutran el discurso de odio que inunda la conversación nacional? Se les busca con ahínco.
El problema es que los temas que surgen casi todos los días no logran mantenerse más de unos pocos días en la atención nacional, como ocurrirá ahora con la trama de cómo el Instituto Robin Hood se transformó (en apenas ocho meses de su creación) en la Cueva de Alí Babá.
Sería maravilloso, me digo luego de recordar Casablanca, que el fantasma de Palacio dejara de mirarse el ombligo y volteara a ver a su alrededor. Si mirara con atención, ahí podría encontrar, quién lo duda, a otros sospechosos, mas robustos y que sin duda abonarían a un discurso que pierde credibilidad.
Miraría quizás las decenas de denuncias contra sus superdelegados, por asuntos tan preciados hoy por la 4T como tráfico de influencias, operaciones con recursos de procedencia ilícita, enriquecimiento inexplicable y un largo etcétera. También podría mirar hacia la ex secretaria general de su partido, Yeidkol Polenvsky, con denuncias similares, además de una penal por la malversación de más de 800 millones de pesos de los fondos del partido que dirigía (y que quiere volver a dirigir), denuncias que por cierto no fueron interpuestas por sus malvados opositores, sino por la actual dirigencia morenista, o hacia su secretario de la oficina de la Presidencia, ex lavador del dinero de Pinochet y dedicado fervientemente, todo un apostolado, diría YSQ, a hacer agronegocios al amparo del poder y a apoderarse del agua de los cenotes de Yucatán, o hacia su propagandista de cabecera, en contubernio con el dueño de TV Azteca, otro impoluto, como el Bartlett de la caída del sistema y el fraude patriótico de Chihuahua.
Sólo hace falta un poco de voluntad, pues, para encontrar personajes que justifiquen la nueva trama de esta especie de limpieza étnica, o moral, cómo se le quiera llamar
Sí, sería cómico si no fuera trágico. Por lo pronto, a mí, que me gusta también curarme en salud, cuando me preguntan dónde estaba antes de la 4T, les puedo responder que estaba junto a otros muchos que buscaban democratizar este país, en luchas cotidianas, sindicales, políticas, periodísticas, y que sí, marchaba con la Tendencia Democrática y los Nucleares y muchos más, y que como Riva Palacio recuerda sobre él, y que yo retomo como mío, también votaba por Cuauhtémoc Cárdenas, mientras YSQ lo hacia por Carlos Salinas de Gortari.
Sólo por si alguien lo quisiera saber.