Pedro Haces, líder de la CATEM
REAGAN Y THATCHER EN MÉXICO
Me tocó vivir en la Inglaterra de Thatcher uno de los años más violentos de su gobierno, justo cuando declaró la guerra a los mineros de Gales, lo que dejó profundas consecuencias en todo el Reino Unido, heridas que tardaron décadas en sanar.
Eran los años dorados de la Reaganomics, como se le llamó.
El plan económico de Reagan, que impuso Thatcher, tenía como políticas principales la reducción de la tasa impositiva a los más ricos, el recorte de los beneficios sociales y de salud a los más pobres, la reducción del gasto social, el incremento de los gastos militares y la desregulación de los mercados internos, así como la reducción de la masa monetaria.
¿Les suena?Bueno, es la base de lo que se conoce a nivel general como política neoliberal y que fue un intento por acabar con la estaflación (una combinación nefasta de alta inflación y desempleo) que vivía EU.
Pues, bien, de lo que el Neoliberalismo se trata, en pocas palabras, es de traspasar el control de la economía al sector privado, con la renuncia del Estado a hacerse responsable del bienestar de las mayorías.
Dicho modelo sería lo opuesto al Estado de Bienestar proclamado por Kaynes y que buscaba que el Estado se hiciera cargo de regular, mediante pactos sociales, la actividad económica, en la búsqueda de un mejor nivel de vida de la población, responsabilizándose de fuertes inversiones en infraestructura, salud y trabajo.
Toda esta sesuda explicación, que hasta yo entiendo, viene a colación porque trato de entender los fantasmas ideológicos de la cabeza de YSQ, y que al parecer es el único que no entiende.
El caso es que si esto es así, y Pitágoras suele no equivocarse, lo que estamos viviendo es una de las cumbres del Reaganomics, del Neoliberalismo más crudo y despiadado, que ha abandonado la función del Estado a las fuerzas del mercado y traspasado la responsabilidad social que le corresponde a la iniciativa privada.
Ha recortado, como quería Reagan, los apoyos a infraestructura, salud, beneficios sociales y empleo, incrementado el gasto militar y reducido el gasto social, así como la masa monetaria.
Los resultados: incremento de 20 millones de pobres en menos de dos años, un desempleo masivo que sobrepasa los 10 millones, así como el cierre de miles de empresas, y se niega a un proyecto de impuestos progresivos que gravaría mayormente al capital, y no a los contribuyentes cautivos de siempre.
Es decir, un fracaso.El PIB no sólo no crece al 4% anual como prometió, sino que ha caído a -10%, y siendo optimistas se calcula que para 1984 podríamos recuperar el nivel de 2018.
El Estado ha renunciado igualmente a cumplir el primero de los objetivos que dan sentido a nuestro pacto social, es decir resguardar la seguridad y bienes de los mexicanos.
El sexenio se avizora como un retroceso mayor, que nos colocaría en los niveles de los setentas. Un sexenio perdido y una vuelta al pasado del presidencialismo exacerbado, el país de un solo hombre.¿Con cuántas muertes violentas acabará el sexenio? No lo sé, pero de seguir el ritmo actual, y sin considerar los que arroje la pandemia, podrían ser más de los 234 mil que sumaron, juntos, los sexenios de Calderón y Peña, más otros 200 mil muertos por la pandemia, con millones de contagiados.
Un éxito total, por donde quiera que se le vea. Incluso el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional palidecen ante el nuevo Reagonomics.
En algo tiene razón, los culpables son los neoliberales. Si los quiere encontrar, debería verse al espejo.