Inseguridad y violencia no paran
Mi casa de Chetumal está cerrada hace meses por los cursos que doy en la Ciudad de México y, curiosamente, en el CEFERESO 16. Por eso, cada vez que viajo debo llevar equipaje. Y de regreso otro tanto, hasta la ropa sucia, ya que no tengo ahí quien me ayude.
Esta vez viajaba llevando en mis maletas, acompañada de Diana Corona, mi asistente de toda la vida: un edredón que debe componerse del cierre, ropa, bolsas, unas chanclas viejas que estaban en el closet, varios pares de zapatos usados que corren el riesgo de echarse a perder por la humedad. También traíamos dos botellas de whisky, dos quesos bola, mis lentes de sol, unas latas de comida, ropa de bebe para mi nieto y cuatro bolsas de imitación que suelo comprar y regalar a mis sobrinas y/o amigas.
También una botella de detergente Woolite que no encuentro en la Ciudad de México.
Esta mercancía había pasado Aduana, porque independientemente del semáforo en Verde, detienen a todos los vehículos con placas foráneas y los revisan.
Lo normal. Tan rutinario como el retraso del vuelo de Interjet que llegó al aeropuerto de la Ciudad de México casi a las 12 de la noche. Diana se adelantó con una maleta y yo llevaba tres maletas medianas en un carrito… tranquilamente.
Un policía federal de nombre Josué Alcántara me detuvo con lujo de prepotencia. Me asustó de entrada. Tenía que revisar mis maletas. Lo primero que hice fue preguntarle por qué si estábamos en territorio mexicano. Me respondió que tenía todo el derecho y que si traía mercancía pirata iba a tener problemas.
A partir de ahí todo fue una pesadilla de alrededor de cuarenta minutos, con mis maletas abiertas, mi ropa sucia fuera. Y lo peor, la manera en que iba subiendo de tono su “revisión” porque yo estaba muy molesta.
Supongo que esperaba que me pusiera de rodillas. Llamó a su jefe. Juntos fueron peores sus bravatas. El machismo en su máxima expresión. Nos pidieron identificaciones para que cada vez que pasemos por algún aeropuerto del país seamos “revisadas” por la Policía Federal.
Todos los que me conocen en Chetumal, que venían en el avión, se paraban a ver…
Nos pidieron comprobantes de impuestos de los quesos bola y las botellas de whisky, facturas para probar que las bolsas no eran piratas cuando cuestan 600 pesos, esto con trato amenazante.
Lo peor fue su repetida molestia por mi “actitud”, es decir, quejarme, preguntar qué buscaban…
Desde Chetumal salen cada día camiones con cigarrillos y con licores, mientras narcotraficantes se pasean con tigres u ocelotes. En Cancún van más de 380 asesinatos violentos este año… ¿El trabajo de la Policía Federal es detener a mujeres, en un aeropuerto, para revisar si traen mercancía de contrabando, con humillaciones?
¿A un hombre lo hubiesen tratado igual? ¿Me veo como comerciante de Tepito? ¿Dónde está la legalidad de erigirse en “policías aduanales” en lugar de perseguir criminales?
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