Poder y dinero
O EL RIESGO DE LA CARICATURIZACION DEL PODER
Cuando Andrés Manuel López Obrador llamó “corazoncito” a una reportera, se le vino el mundo encima. Analistas y periodistas interesados encontraron un espacio propicio para la critica lapidaria. Y, también, más injusta. Porque en su expresión no hubo sino autenticidad.
El próximo mandatario habla como tabasqueño. Nunca ha dejado de hacerlo. En ningún momento de su larga carrera política, ni como candidato ni como funcionario público, se ha cambiado de traje, expresión, conducta, o lo que es todavía más importante, se ha despojado de una manera de vivir que es, en todo sentido, austera.
López Obrador es un hombre que vive instalado, confortablemente, en la medianía de la que tanto habló Benito Juárez.
No le gustan los lujos, no ha necesitado nunca una camioneta blindada o lujosa, no es comensal de los restaurantes de moda, no gasta en relojes de oro.
Tiene un estilo modesto. Pero que, sobre todo, es de verdad. Que la gente reconoce, a lo largo del tiempo, como auténtico.
Una vez que esto se entiende, es muy fácil atender los temas importantes. Como la construcción del Tren Maya que va a cambiar radicalmente al Sureste del país y permitir la modernización del transporte y del Turismo en es región, que va a ser detonante invaluable del desarrollo social.
En cambio, con Martí Batres en el Senado lo que vemos es una caricaturización de esto.
De manera torpe, innecesaria, hasta ofensiva el señor senador, el mismo que arrastró a su bancada a la torpeza de negar licencia a Manuel Velasco, ha magnificado que lleva comida a su curul, a su escritorio, en recipientes de plástico que él mismo ha llamado por su apelativo en inglés: “tuppers”.
Y se ha burlado iniciando lo que él llama un “desafío” al respecto.
¿Quién puede ganar algo con esto? Si Andrés Manuel encarga comida a las fondas cercanas a su oficina, para él y para sus colaboradores. Si no hay una variación, ni milimétrica, al gasto del Senado con esto. Si lo único que despierta es lastima. O risa, que es peor,
Batres, con una caricaturización de la verdadera austeridad, lo único que consigue es rechazo social. La gente que verdaderamente lleva comida a sus oficinas, en estos recipientes, son “milenials”, son ejecutivos jóvenes que copian los modos de vida norteamericanos. Los jodidos comen, cuando pueden, garnachas.
¿Por qué Ricardo Monreal no come en recipientes de plástico? Porque tiene bastante más sentido común, por no decir inteligencia. Pero, además, porque no sirve a ninguno, no es un acto político válido.
El riesgo es que muchos otros, espero que no, caigan en esta trampa y dejemos de tener legisladores para contar con actores cómicos de la realidad que no entienden qué es lo que la gente quiere, exige, de los tres poderes de la Unión.
Bastaría con copiar, en silencio, a López Obrador y pedir, como él, chiles en nogada de la esquina para comer… también en silencio, sin fotógrafos…
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