Pedro Haces, líder de la CATEM
La avalancha de muertes por la pandemia, más la crisis económica que empuja a millones de familias a la pobreza extrema, es decir, a la indigencia, son motivos sólidos para coincidir y remar todos en una misma dirección. No ocurre así ni al interior del propio gobierno.
Una buena oportunidad para ese mensaje de unidad fueron las visitas del presidente a Guanajuato (PAN) y Jalisco (MC), con dos pesos completos de la oposición, Sinhué y Alfaro, pero los encuentros resultaron ser estampas del desorden y falta de estrategia.
El presidente sin cubrebocas, los gobernadores con, algunos miembros del gabinete sin cubrebocas y otros con.
Hasta ese aparatejo, vital para reducir la posibilidad de contagio, lo han convertido en un tema de conflicto.
La mala comunicación en esta crisis ha sido causante de contagios y de muertes.
Claudia Sheinbaum dice a los capitalinos que el cubrebocas es obligatorio, y el presidente y su encargado de combatir la pandemia, Hugo López Gatell, no le hacen caso a la Jefa de Gobierno de la ciudad en que habitan.
Los resultados de esa atonía se pueden ver en las fotos de las atestadas calles del centro: mucha gente usa el cubrebocas como gargantilla.
El mismo día, en la misma conferencia, el presidente dice que la curva de contagios “se ha aplanado”, y el zar anti Covid-19 dice que “hay alza de contagios”.
Con esas contradicciones la gente no toma debidamente en serio la gravedad de la pandemia, como muestra la encuesta publicada ayer en El Financiero. Es la octava causa de temor entre los capitalinos. La octava.
Hay más miedo a un accidente que requiera hospitalización, a los temblores, a quedarse en medio de una balacera, un asalto, etcétera, que a contagiarse de coronavirus.
Y los muertos se cuentan por decenas de miles.
Tan notorio es el desorden en México frente al coronavirus, que la Organización Panamericana de la Salud pidió a nuestras autoridades coordinarse en todos los niveles de gobierno porque están ante “el mayor desafío de salud pública en un siglo”.
La crisis económica hace estragos y genera millares de pobres extremos cada día, y es la hora de que no hay una estrategia nacional para evitarlo o cuando menos atenuarlo.
Sufren los gobernadores por falta de apoyo federal en inversiones públicas, y sacan lo poco que tienen para apuntalar el empleo y que no se les derrumbe.
Chihuahua creó una oficina para promover al estado en el exterior y atraer inversiones. En lugar de perder, creó empleos en junio, dijo ayer su gobernador Javier Corral en el Foro virtual de El Financiero.
En lugar de tener que abrir 32 oficinas, una por entidad, en sitios clave del mundo ¿no sería mejor tener una sola, fuerte, como era ProMéxico?
No quiere la federación. Gasto inútil, dice.
Puebla exprime su presupuesto para brindar auxilio a la población y hacer obra pública. Evidentemente no alcanza. La federación abandonó a esa entidad.
Oaxaca, otro estado participante en el Foro de El Financiero ayer, tiene la suerte de contar con apoyos federales para obras, pero son fruto de la relación cordial que ha establecido el gobernador Murat con el presidente.
Así no funciona un país, y menos en una crisis histórica como la que entramos.
Para sortear la adversidad con la menor cantidad de empresas muertas, empleos perdidos y personas en la pobreza extrema, se necesita inversión.
Los inversionistas piden certeza y garantías de que no van a tirar su dinero en México. Y no reciben certidumbre, sino todo lo contrario.
La respuesta ha sido cancelar mega obras casi terminadas, o dejar sin posibilidad de operación a empresas de energías limpias, cerrar plantas por consultas populares ilegales, no dar apoyo a las medianas y pequeñas empresas, dejar que se destruyan las cadenas productivas, permitir que el desempleo se cuente por millones de personas, como millones son las familias que se van a la pobreza extrema.
Y si un grupo de intelectuales saca una carta que expresa un ligero buen deseo, el presidente saca la espada y ataca con calificativos porque ve complots, sedición porfirista y otros delirios.
Así no habrá unidad en lo fundamental: que la crisis sanitaria mate la menor cantidad posible de mexicanos, y que la económica sea menos devastadora.