Pedro Haces, líder de la CATEM
El lunes 3 de julio de 2006, Roberto Madrazo recibió una llamada. Era Andrés Manuel López Obrador.
En síntesis, le proponía hacer un frente en contra del triunfo del panista Felipe Calderón.
Madrazo se negó.
-Tú sabes que hubo fraude, que pretenden robarme la Presidencia de la República -rogó el de Macuspana.
Aludió a las primeras tendencias, en las cuales su ventaja era evidente, y la reversión de las primeras horas del lunes, cuando los números lo mandaban a segundo lugar.
Tendencia que ya no se revirtió.
Los mexicanos tienen pleno conocimiento de la capacidad de López Obrador: nunca se dobla cuando trata de alcanzar sus propósitos y alguien se le atraviesa.
Pese a ello, Madrazo resistió la insistencia.
-No puedo. No tengo las pruebas -evadió.
Sí le propuso, en cambio, mostrar las actas para exhibir el presunto fraude electoral y de esa manera, con toda la información disponible, pensar en alguna estrategia.
-El principio de todo es la legalidad, la certidumbre -remató.
-Están equivocados si creen que me van a robar el triunfo -cerró el diálogo Andrés Manuel López Obrador.
El equipo de campaña de Roberto Madrazo, con Mariano Palacios Alcocer como presidente del Partido Revolucionario Institucional (PRI), acordó exigir a las autoridades electorales certeza electoral y jurídica.
Era la manera de no manchar la elección y frenar una rebelión como la registrada luego, incluidos muchos actos de protesta y el plantón del corredor Zócalo-Paseo de la Reforma.
También acordaron no abonar a la incertidumbre y, en caso de conseguir todas las actas, ponerlas a disposición del Instituto Federal Electoral (IFE) si éste no había concluido el cómputo.
Pero esa actitud priista no abonó.
En su momento creó confusión y luego se sumó al desprestigio del presidente del IFE, Luis Carlos Ugalde, a cuya defenestración contribuyó con una reforma electoral malhecha y oportunista.
Todo porque ningún partido tuvo, ni tiene hoy, estructura nacional para representarse en todas las casillas y disponer de las actas seccionales al terminar la jornada.
A la alerta de hundimientos en las pistas del nuevo aeropuerto sigue un plan alterno de aeronavegación para el Valle de México.
La sugerencia dominante tiene los siguientes elementos:
Se abrirían las dos pistas del actual Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México (AICM) para operaciones simultáneas.
La terminal uno se destinaría a vuelos nacionales y la dos, para los internacionales.
Mientras tanto, en espera de nuevas inversiones y de decisiones definitivas, la Base Aérea de Santa Lucía sería aprovechada para carga comercial.
El equipo comandado por Javier Jiménez Espriú tiene éste como el principal escenario, muy acorde con la sugerencia original de Andrés Manuel López Obrador.
Sin embargo, y paradójicamente, sigue vigente la idea de realizar una consulta a fin de mes en condiciones todavía desconocidas.
¿Y si el resultado es favorable al Nuevo Aeropuerto Internacional de México (NAIM)?