Libros de ayer y hoy
No es el suyo el único caso. En muy pocos la historia oficial ha reconocido la contribución de las mujeres en la forja de lo que es nuestra nación. Pocas son las excepciones: doña Josefa Ortíz de Domínguez (que por cierto ni era corregidora ni su marido corregía nada) es conocida porque figura en todos los libros de texto; y porque mucho tiempo ha, su efigie aparecía en las monedas de cinco centavos a las que se conocía popularmente como pepitas,precisamente por doña Jose.
Ya más raros son quienes saben de la participación en la independencia de México, de doña Leona Vicario; y muchísimo más raros los que saben de la existencia de doña Mariana Rodríguez del Toro de Lazarín quien, al igual que su marido, don Miguel Lazarín simpatizaba con el movimiento libertario emprendido por Miguel Hidalgo.
Novohispana, había nacido en la ciudad de México en 1775; su marido era concesionario de una parte del beneficio de la mina La Valenciana, en Guanajuato. Pertenecían ambos a familias acomodadas del virreinato y celebraban tertulias en la que los convidados hablaban de sus ideas liberales y, con frecuencia conspiraban.
En medio de una de estas reuniones, el 8 de abril de 1811, (lunes santo) circuló en la capital la noticia de la captura, en Acatita de Baján, de don Miguel Hidalgo y demás líderes independentistas. Fue tal el júbilo del virrey Francisco Javier Venegas que organizó una celebración en grande a pesar de ser semana santa.
La consternación invadió a los tertulianos que concluyeron que el movimiento había sido aniquilado; pero Mariana Rodríguez exclamó: “Hemos de aprehender al virrey y ahorcarlo”. A partir de ese momento se inició la planeación para detener a Venegas y conducirlo a la Suprema Junta, presidida por Ignacio López Rayón y proclamar la independencia.
Mariana, quien entonces contaba con treinta y cinco años, con los capitanes Francisco Omaña y Tomás Castillo comenzaron a frecuentar el Paseo Nuevo (hoy Bucareli) donde acampaban las tropas que vigilaban la ciudad y a relacionarse discretamente con la oficialidad. Participaron también en el plan varios eclesiásticos y religiosos de San Francisco, Santiago, Santo Domingo, La Merced y San Agustín. Pero la conspiración no prosperó.
Uno de los implicados, José María Gallardo, temeroso de morir en el evento quiso quedar en paz con su conciencia y acudió al templo de La Merced a confesarse con el padre Camargo. Éste, violando el secreto de confesión le informó al virrey lo que se planeaba. No fue en balde la confesión de Gallardo pues aprehendido y torturado no tardó en delatar a los participantes en el complot.
Mariana y su esposo fueron aprehendidos el 29 de abril siguiente. En el proceso, presidido por el oidor Miguel Bataller no se logró prueba alguna que los implicara, sólo la denuncia de Gallardo, obtenida bajo tortura. Mariana, aunque fue presionada no delató a ningún miembro del grupo. El matrimonio permaneció en las galeras sujetos con grilletes durante todo el período de la revolución de independencia.
Y no fue sino hasta el mes de diciembre de 1820, cuando faltaban pocos meses para que se formalizara (al menos en el papel) la independencia de México, que el abogado defensor Anastasio Zerecero pudo lograr la libertad de don Miguel y doña Mariana.
Para entonces la fortuna del matrimonio había sido confiscada y Mariana vivió en la pobreza hasta un año después cuando ocurrió su deceso.
Pocos, muy pocos recuerdan a doña Mariana e ignoran su participación en la independencia de México.
Si no fuera porque cien años después, en 1910, el autor del Monumento a la Independencia, el arquitecto Antonio Rivas Mercado incluyó el nombre de esa mujer en una de las canteras de ese monumento inaugurado por el todavía presidente Porfirio Díaz, doña Mariana permanecería en el anonimato. Y todavía pasaron más años para que nuestros diputados supieran de su existencia, descubrimiento tardío pero justo gracias al cual su nombre quedó inscrito en letras de oro en el salón de sesiones del Congreso y si no fuera porque una callejuela en el centro histórico de la ciudad de México lleva su nombre, Mariana Rodríguez del Toro de Lazarín no figuraría en la historia.