Indicador político/Carlos Ramírez
Nezahualcóyotl, 21 de enero, 2017.- El presidente Peña Nieto expresó su preocupación con motivo de los hechos de violencia en el Colegio Americano del Noreste de Monterrey, donde un alumno disparó contra su maestra y compañeros:
–Está en nuestras manos, en lo que juntos podemos hacer, el lograr que nuestros hijos se desarrollen plenamente, en un ambiente de tranquilidad y armonía… Trabajemos unidos, a partir de nuestros valores familiares, para que una tragedia así no se vuelva a repetir.
Los valores familiares a que alude el presidente no aplican en su clan. La clase política mexicana, en general, considera el servicio público y la política como enclaves para el fácil enriquecimiento. Los actos de corrupción que a diario aparecen en los medios informativos son más acciones más venganza de un grupo sobre otro, que evidencias para la acción justiciera.
La tranquilidad y armonía a diario se socavan en las instituciones educativas, sobre todo públicas, donde los adolescentes se exponen cotidianamente a actos de corrupción y de violencia; enfrentan acciones educativas sustentadas en el autoritarismo, la verticalidad. Sus programas son totalmente opuestos a la energía y vitalidad juveniles, a su ímpetu inventivo que se desborda hacia acciones antisociales: la violencia y las drogas como puerta falsa.
En su libro Un espíritu libre no debe aprender como esclavo, Roberto Rossellini advierte: “Las sociedades, en efecto, consideran que la obediencia, la adaptación, la sumisión a las estructuras existentes y a los módulos de acción que preconizan, poseen mayor importancia que la imaginación, que el espíritu de inventiva. A las sociedades les ha preocupado siempre la estabilidad y no la evolución”.
No se quedó el cineasta en el diagnóstico; consideró que “todos los hombres políticos, todos los moralistas, todos los idealistas que se propongan sinceramente llevar a cabo transformaciones sociales, deben tener muy en cuenta una operación esencial: la de concebir y promover nuevas formas de instrucción, de educación y de cultura… Una educación que permita eliminar todas las ideas falsas, todos los prejuicios, todo cuanto nos aleja de la verdad, y barrer la hojarasca de sugestiones malsanas, de egoísmos, de vanidades y de celos que nos asalta”.
Los bachilleres mexicanos padecen el lastre educativo, además de los actos de violencia de grupos porriles, consentidos en los planteles por directivos que los utilizan para mantener el control escolar. Al interior de los grupos, la impartición del saber la sustituyen los profes por la Detentación del Poder: “quien manda soy yo; largo y estás reprobado”. No se promueve el aprendizaje, sino la ciega obediencia.
Un reprobado debe enfrentar exámenes de regularización (resolver un cuestionario de opciones múltiples) o cubrir un costo y asistir al Programa de Acreditación Intensivo, PAI, donde el maestro, para evadir dicho programa frente a grupo sólo les sorraja una “Guía de Estudio” de la materia, elaborada hasta por seis mentores que primitivamente asestan bloques temáticos, actividades y autoevaluaciones:
“De ahí derivará un examen. Nos vemos en la fecha convenida, y no porque pagaron el PAI tienen asegurada la calificación” advierten, amenazan, inhiben. El maestro se va, los alumnos también. ¿Eso es el PAI? Que además se programa, en el plantel, con fechas empalmadas. Entonces los alumnos deberán deambular por la ciudad, de escuela en escuela, para que les “hagan favor” de participar el PAI. Obvio, los profes de la escuela en cuestión se niegan a hacer el trabajo derivado de los errores de otros, en la escuela de origen.
Algunos especialistas señalan, acerca de las evaluaciones, que: “Idealmente, un plan para evaluar el proceso de enseñanza aprendizaje de un curso debería incorporar muchos puntos formales y no formales relativos a la dimensión del profesorado. Éstos puntos deben incluir encuestas a los estudiantes, autoevaluación de los profesores, evaluación de los resultados contra estándares nacionales e internacionales; procesos de diseño curricular, de diseño instruccional, evidencias de transferencia del aprendizaje por parte de los estudiantes”*. Evidentemente, lo anterior no aplica para el bachillerato mexicano, aunque sí, por parte del profesorado, la venta forzada de ediciones de libros realizadas por ellos mediante la técnica que en sus alumnos detestan: Cortar y Pegar.
El autoritarismo magisterial también se expresa en la coacción: “Deben asistir a equis obra de teatro. Ahí estaré para certificar su asistencia. Además, deberán entregarme el boleto”. ¿La calidad del espectáculo? Qué más da. Boletos en mano el o la ticher acuden al productor teatral, contabilizan boletos y reciben su “comisión” por allegar espectadores a eventos culturales.
¿Resistirse a estas prácticas, los alumnos? El poder de las calificaciones está en manos de los maestros. Y tu bachillerato puede eternizarse, porque los mismos que te coaccionan, serán quienes evalúen el curso, apliquen exámenes, evadan los PAI, reprueben a la masa. Y en estos planteles se fragua el futuro de México.
Los valores familiares de la clase política y del magisterio; los valores del neoliberalismo y la globalización; los valores de los gobernantes y de los partidos políticos socavan la tranquilidad y armonía que el presidente de México imagina, alucina, sueña existen en el país.