Poder y dinero
Eduardo Torreblanca
Situaciones extremas mundiales como la pandemia del Covid 19 dejan en claro la aplicación de distintas estrategias públicas y distintos resultados en los gobiernos.
Es posible apreciar que naciones desarrolladas hayan aplicado políticas públicas sin obtener buenos resultados mientras que naciones subdesarrolladas pudieron haber aplicado otras estrategias obteniendo mejores números.
México por lo pronto se distingue por haber aplicado la menor cantidad de apoyos a su economía y por ahora se distingue por encontrarse en el número cuatro en cuanto a países con mayor cantidad de muertes entre su población. Y contando.
El desempleo en el país se acerca a los 14 millones de los cuales 12 forman parte del ejército informal y del terreno de la formalidad habría poco más de 1.2 millones de desempleados. El retiro de recursos de los trabajadores de sus afores por motivo de desempleo se duplicaron respecto al mes de junio con respecto a lo retirado en el mismo mes del 2019.
La CEPAL habla de un incremento muy importante del desempleo en la región de América Latina y el Caribe con niveles cercanos a 13.5 por ciento. 18 millones más de personas sin trabajo lo que hará que este número llegue en total a 44.1 millones.
Crece en 45.5 millones el número de pobres, señala el mismo organismo y llegará a finales del año a 231 millones. Para el caso de la pobreza extrema se incrementará en 28.5 millones hasta 96.2 millones, lo que significará el 15 por ciento de la población.
México aportará del total de pobres al menos 10 millones de personas, 10 millones que pertenecen a familias y que en menos de cinco meses representan ya un reto mayúsculo para el gobierno federal.
Es lamentable que el Gobierno haya subestimado el reto de la pandemia y se haya resistido a aplicar políticas públicas que apoyaran sobre todo a micro y pequeñas empresas, que no haya aplicado instrucciones para que el confinamiento pudiera ser más extremo para evitar la multiplicación de los contagios.
La ausencia de recursos fiscales en apoyo a ciudadanía o empresas (en México no representa más del 1 por ciento del PIB) garantiza una mayor profundidad del daño económico al país y lesiones relevantes al tejido muscular del ecosistema empresarial y productivo.
Aunque reaccionar ahora parece ser demasiado tarde el Gobierno cuenta aún con la oportunidad histórica de convocar a un acuerdo nacional que convoque a las fuerzas productivas y sociales en la misión de hacer más expedita la salida de la crisis en la que nos dejará esta pandemia a lo largo del presente año. De un acuerdo nacional debiera surgir un Programa Económico de emergencia para los siguientes cuatro años.
El problema que representa esta salida que se antoja prudente e incluso necesaria es que el Presidente es un personaje político que sigue instalado en el modo de la confrontación y no querrá hacer alianza con un sector con el que ya tiene un distanciamiento importante: el sector empresarial del país.
México es un país en el que existen poco más de 6 millones de negocios de los cuales el 62 por ciento son informales. De los poco más de 4.1 millones de unidades económicas formales el 97.5 por ciento son micro empresas, es decir, negocios que cuentan con hasta 10 trabajadores. Este es el tejido empresarial que más necesitaba apoyo, no los grandes corporativos nacionales que ciertamente cuentan con muchos mayores recursos para soportar las calamidades de la emergencia sanitaria.
La historia consignará.