Contexto
La dimensión más descarnada de la violencia ataca varios estados del país donde las bandas de criminalidad organizada se expresan ahora en contra de la población.
La vertiente de esa violencia complica el ejercicio del Gobierno porque lo reta frontal y públicamente y refleja la incapacidad de hacer frente a esa ofensa.
Los datos del IGAE (Indicador Global de Actividad Económica) al mes de abril refleja un ligero retroceso de la economía mexicana respecto al mes de marzo de -0.2 por ciento.
Con respecto a hace un año es generoso (+21.4%) porque en abril de 2020 estábamos en el confinamiento, bajo la creencia absurda de que bastarían 45 días para derrotar a la pandemia.
Quién nos hubiera dicho que el esfuerzo demandaría más de un año.
La caída del indicador no es grave, pero refleja la debilidad del proceso de recuperación.
Cualquier cosa pudiera complicarlo.
Es responsabilidad del Gobierno de México articular la estrategia que recomponga la economía, el empleo y se crezca lo que prometió lograr como crecimiento.
En esas estamos cuando la delincuencia exige su cuota de atención.
No será fácil corregir lo que se ha descompuesto en materia económica derivado de la pandemia como tampoco será posible procurar que el crecimiento llegue en los niveles que se requiere si la criminalidad piensa y está dispuesta a disponer de las piezas del país como si fueran de su propiedad.
Me parece que el no haber hecho nada o muy poco en el combate a la criminalidad organizada les ha dado el espacio para seguir ganando terreno y creer que tienen la fuerza y el derecho suficiente como para reclamar como propio los terrenos que pisan.
El avance tan importante del narco en México convierte a esas fuerzas en el principal obstáculo para la recuperación y la rearticulación del ensamblaje económico.
¿Qué empresa va a venir a invertir millones de dólares para después ser sujeta de la extorsión criminal?
¿Qué firma multinacional decidirá invertir recursos con la certeza de que no hay respeto al marco del derecho?
Tomar decisiones dejando este punto al margen no va a resolver las cosas. Nunca en el pasado el narcotráfico se había tomado la libertad de salir a las calles solo con la ocurrencia de matar civiles que nada tienen que ver con su actividad delictiva con el único ánimo de sembrar el terror o castigar a una ciudad por ser escenario del trabajo de otro grupo delictivo al que se le enfrenta.
Ahora la frontera norte se convierte en el escenario de grupos que además de sembrar droga trafican con seres humanos a quienes introducen en territorio norteamericano.
El asunto no pasa por alto al gobierno norteamericano quien tendrá que trabajar seriamente con su socio del sur para parar esto, sellar esa frontera y combatir a los grupos que se sienten con el derecho de trabajar en cuanto negocio ilícito se les presente.
El paso que ha dado el narco en México indica que el problema no está solo en diseñar una estrategia económica coherente, que ordene las piezas y les permita trabajar en armonía sino en atacar a esos grupos que han ido ganando terreno y se convierten en un obstáculo para el futuro del país.
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