Libros de ayer y hoy
El triunfo de la kakistocracia
México merecía ser gobernado por la izquierda y no por la kakistocracia.
Debe quedarnos claro que el Presidente no es realmente un político de izquierda y que su gobierno está años luz de ofrecer al país un plan estratégico debidamente pensado y consensuado que a lo largo de los años pueda garantizar la conformación de una nación más justa, donde la inequidad en la distribución no siga siendo su principal característica.
Merece México (y requiere con urgencia) ser un país donde las regiones que por décadas han sido las que ofrecen mayores resultados de pobreza endémica reviertan esa virtud y a cambio coloquen sobre la mesa de sus habitantes una gama de oportunidades para multiplicar sus talentos y sobre de ellos puedan fincar un camino consistente que les aleje de la pobreza y la pobreza extrema.
Perdimos la oportunidad cuando en la mayoría de las urnas se votó por un personaje que prometió logros que a la fecha no han sido conseguidos. No somos una nación con crecimiento económico (a la mitad del gobierno los resultados del PIB son de signo negativo), ni tenemos menos pobreza o pobreza extrema, al contrario según las cifras oficiales disponibles a finales de 2021.
Cuando en 2018 AMLO asumió el cargo, el 42% de la población vivía en la pobreza (52.4 millones). Para marzo de 2021, ese porcentaje aumentó al 54% de la población (67 millones), en parte como resultado de 3.8 millones que se consideraban de clase media y se empobrecieron. (https://sepgra.com/mexicos-economy-second-semester-2021/)
En 2018, 7% de la población vivía en pobreza extrema (9.3 millones) y para marzo de 2021, el porcentaje aumentó a 15% de la población (21 millones). México, junto con Honduras y Ecuador, son los países donde más aumentó la pobreza extrema a raíz de la pandemia, según la CEPAL.
Datos del Coneval señalan que la pobreza extrema pasó del7 a 8.5% entre 2018 y 2020 y la pobreza de 41.9% a 43.9% de la población en el mismo periodo.
Por donde le veamos ha aumentado la pobreza y la pobreza extrema.
No hay inversión pública o no al menos la necesaria para fomentar la privada nacional y extranjera; no tenemos una nación más equitativa, ni con mayor seguridad, mejor educación o servicios de salud como los que disfrutan los ciudadanos en Dinamarca o Finlandia o cualquier otra nación desarrollada de Europa. Bueno… ni las bases para conseguirlo existen.
Lo que más puede doler a un mexicano que quiera a la nación en la que inició su vida es que tenemos un Presidente que fincó como estrategia la fractura de la posible unidad como valor supremo para superar los grandes retos nacionales. Esa apuesta ha sido oprobiosa.
No hemos dejado de apreciar la corrupción galopante. Nunca antes un Gobierno Federal había concedido tal nivel de discrecionalidad en el manejo de sus adquisiciones. No estructuramos políticas públicas eficientes en la reducción de la pobreza porque las razones estructurales que la generan no han sido tocadas siquiera. Hemos, en cambio, consentido que el clientelismo político domine los escenarios de la política social.
No hay en las regiones que más pobres producen ni una sola fibra de cambio estructural que logre a la postre potencializar las capacidades de esos mexicanos ni oportunidades para la creación de empleos formales y con una carga social que ofrezcan seguridad a las familias de trabajadores.
No tenemos un gobierno que respete a la iniciativa privada ni que reconozca el importante papel que juega en el futuro nacional. Tenemos a un titular del Poder Ejecutivo con enormes rencores hacia los empresarios a quienes dispensa escaso o nulo respeto por considerarles parte de esa casta privilegiada que se alió con el poder para obtener provecho por encima, muy por encima de lo que su gestión empresarial merecía ofrecerles.
Tenemos un Presidente que no respeta la ley y desprecia a las instituciones.
Nos ha demostrado este gobierno que su capacidad se finca en rodearse de fieles ineptos que piensan primero en sus particulares intereses muy por encima de su compromiso por México.
La adulación por sobre la inteligencia, la fidelidad años luz por encima de las capacidades y eficiencia.
No seremos capaces de ofrecer un México mejor hasta que no tengamos claro qué país queremos, tengamos una estrategia, llamemos a los mejores hombres y mujeres y en una convocatoria de unidad comprometamos nuestras mejores capacidades en beneficio de esta nación que amamos en la que la corrupción sea visto con el principal enemigo y no solapemos a quienes por el poder de la criminalidad determinan lo que en este país puede y debe hacerse.
(1)
Kakistocracia, del griego κάκιστος (kàkistos), el peor y κράτος (kratos), gobierno, es un término utilizado en análisis y crítica política para designar un gobierno formado por los más ineptos (los más incompetentes, los menos calificados y los más cínicos) de un determinado grupo social.