Poder y dinero
Un proceso fallido que data de décadas, pero que, con la vigilancia y la transparencia que obligan los medios electrónicos difícilmente escapa a los ojos de los observadores es el de ingreso a las escuelas normales públicas michoacanas.
Estos espacios se han vuelto muy cotizados en el mercado negro, toda vez que prácticamente garantizan el ingreso al servicio profesionalmente, es decir, a tener un trabajo vitalicio, lo cual es muy valorado en tiempos de crisis económica, desempleo y pandemia.
Ha habido momentos en los cuales se ha desatado el escándalo mayormente, otros, en donde no se han hecho acciones tan descaradas en el tráfico de espacios en las escuelas normales. Sin embargo, en estos últimos años las redes de corrupción han descarado más que nunca sus modos de operación.
En años pasados han realizado denuncias, ha habido protestas, se han elaborado propuestas de política pública, pero no existe la voluntad gubernamental requerida para ponerlas en práctica. El costo de la inacción no supera al de dejar pasar la corrupción.
Por el cúmulo de irregularidades acumuladas, este año de nueva cuenta las víctimas e inconformes se han organizado y harán una marcha para exigir justicia ante las inconsistencias del proceso de ingreso a las escuelas normales, partiendo de “Las Tarascas” y hasta Palacio de Gobierno. De las cuestiones dudosas, absurdas y que requieren explicación pública son las siguientes:
Personas que salieron pronto del examen, así como quienes realizaron idas al baño, antes y durante la aplicación, pero que, al resolver sus necesidades fisiológicas regresaron sumamente inspirados a responder la evaluación.
Puntuaciones extremadamente parecidas entre quienes lograron quedarse, desobedeciendo un comportamiento estadísticamente normal.
Capturas de pantalla y llamadas recibidas de ofertas de claves y lugares en los celulares de aspirantes.
Impartición de “cursos de preparación” por parte de personal académico de las normales.
Listas de aceptados que se difundieron, desaparecieron y volvieron a subirse.
A algunos estudiantes se les revisó minuciosamente y a otros solo se les dijo “pásele, joven”.
Se rumoraron pagos de entre 20 y 70 mil pesos por los lugares directos, por claves o por guías de estudio
Aspirantes que fueron ubicados con “papelitos” en la mano.
Resultados extraordinarios y atípicos, de aspirantes de sobrada excelencia académica que podrían tener mayor éxito tramitando una beca en Oxford o Harvard, o por los tiempos alcanzados en los exámenes físicos un apoyo deportivo de excelencia en North Carolina, Georgetown u otras por el estilo.
Hermanos que lograron ser más idénticos que si fueran gemelos univitelinos en los resultados en diferentes materias, así como en el examen físico, donde sacaban exactamente los mismos puntajes parciales.
Irrespetaron la convocatoria, toda vez que se decía que solamente vendrían tres materias: habilidad verbal, matemáticas y razonamiento abstracto, pero incorporaron materias como filosofía, historia universal contemporánea, química, biología y otras más.
Mientras el ingreso a las escuelas normales públicas michoacanas siga colonizado, capturado, monetarizado y corrompido por las redes de corrupción imperantes entre la burocracia, los trabajadores administrativos, los grupos fácticos pululantes en el normalismo seguirá habiendo grandes afectados: los aspirantes que resultan decepcionados y defraudados, así como sus familias, los que logran ingresar y se convierten en parte de la simulación, los funcionarios que deshonran las responsabilidades que están obligados a cumplir y hacer cumplir, pero sobre todo, las niñas, niños, adolescentes y jóvenes michoacanos de al menos los próximos cuarenta años, quienes recibirán clases impartidas por personas sin vocación, carácter, ética ni intenciones de formar integralmente a las generaciones jóvenes para que vuelvan realidad sus sueños y legítimas aspiraciones.
Esperemos una explicación pública y detallada de las inconsistencias a la vez que, en caso de que así se amerite, una solución justa y apegada a la normatividad. Merecemos un gobierno educador.
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