Indicador político
Sin ser alarmista ni jugar al adivino, es posible asegurar que vienen tiempos complicados para México y para el mundo.
Hasta ahora no hay ningún acercamiento entre el gobierno mexicano y el equipo de Donald Trump. No hay nada más que frío desde el otro lado de la frontera.
Lo que se diga en sentido contrario sólo son buenas intenciones. No hay nada.
Aún más, es posible que ni siquiera haya reunión entre el Presidente de México y el electo de Estados Unidos, como se ha estilado tradicionalmente.
Eso de que hay cercanía entre Luis Videgaray y el yerno de Trump es muy relativo, porque el joven Jared Kushner no va a estar en el equipo de gobierno sino que seguramente se encargará de los negocios del nuevo mandatario.
Trump es como lo pintan y como ha sido siempre: un antimexicano racista e ignorante del mundo y de las reglas de la convivencia internacional.
Pero el panorama no sólo es Trump, sino también Europa: el primer ministro italiano Mateo Renzi podría caer si pierde el referéndum convocado para este domingo, y los populistas llegarían dentro de muy poco al poder en la tercera economía de la Unión Europea.
También este domingo hay elecciones en Austria y los neonazis podrían ganar con Norbert Hofer a la cabeza.
Con la sola presidencia de Trump el mundo se va a tambalear, y los pasos que vienen podrían llevar a la desintegración de la Unión Europea por el ascenso del populismo de derecha en el viejo continente.
Todo eso está a la vuelta de la esquina. Trump toma posesión el 20 de enero.
¿Qué hacer en México? ¿Cruzar los dedos y esperar a que el Tsunami no nos arrastre tan duro?
Una de las medidas que parecen urgentes es dar cauce a la iniciativa que ha planteado Manlio Fabio Beltrones y también figuras relevantes del PAN (Diego Fernández de Cevallos, por ejemplo. Y Rafael Moreno Valle ya mandó un proyecto de reforma al Congreso de Puebla) y de la izquierda (Cuauhtémoc Cárdenas), para que en México tengamos un Presidente con amplio consenso nacional.
A la luz de lo que viene, no podemos arriesgarnos a que haya un Presidente con el apoyo del 30 por ciento de los votantes y que el resto de los partidos se dediquen seis años a fastidiarlo.
El horno no está para bollos. Se requiere de una Presidencia respaldada por una amplia base social, a través de gobiernos de coalición obligatorios como lo ha expuesto Beltrones a nivel nacional y Moreno Valle en Puebla.
Si ningún candidato presidencial alcanza el 42 por ciento de los votos, tendría un mes para hacer coaliciones con otros partidos y lograr una plataforma de gobierno compartida, que le garantice por lo menos el 42 por ciento nacional de respaldo y mayoría en el Congreso.
En caso de que el candidato que tuvo el primer lugar no lograse una coalición, vendría la segunda en la elección presidencial.
No habría, pues, una segunda vuelta en frío e inmediata, que sería un error. Se privilegiaría la coalición que deberá armar el que llegó en primer lugar, o si éste lo prefiere iría la segunda vuelta.
Este nuevo entramado constitucional se ve complicado, pero sería mucho más complicado que un Presidente de minoría tenga que hacer frente a las agresiones que se vendrán del norte, y resolver en México las querellas de partidos inconformes porque no están en el gobierno.