Poder y dinero
La caída del Jaguar
Armando Ríos Piter es uno de los cuadros jóvenes de la izquierda mejor preparados, al que se le auguraba un gran futuro, pero lo perdió el canto de las sirenas de una candidatura presidencial independiente que hoy lo tiene al borde del retiro político.
Suele sucederle a la gente inteligente: toman malas decisiones prácticas.
Y los tropezones del Jaguar han sido recurrentes a la hora de tomar decisiones.
Ahora se convenció, o lo convencieron, de ir por una candidatura presidencial independiente, cuando los hechos demuestran que no había condiciones por esa vía.
La candidatura independiente a Presidencia es para políticos que cuentan con infraestructura para recabar un millón de firmas con pocas facilidades de parte del INE (por mandato de ley), como El Bronco, de Nuevo León.
O para quienes tienen un arrastre nacional propio, para envidia de sus detractores, como es el caso de Margarita Zavala.
El Jaguar, en cambio, lleva menos firmas que Marichuy, y está apenas un poco arriba de Pedro Ferriz de Con, quien no tiene respaldo de ningún grupo político.
Algunos de quienes lo alentaron a lanzarse al río como independiente y repetían consignas y argumentos contra la “partidocracia”, lo abandonaron y hoy hacen fila en el Frente de partidos que encabezan Ricardo Anaya, Alejandra Barrales y Dante Delgado Rannauro para obtener algún espacio de participación política.
Una tragedia para Ríos Piter.
Con licenciatura en Derecho y otra en Economía, maestría en Seguridad Nacional por la Universidad de Georgetown y otra maestría en Administración Pública por la Universidad de Harvard, el Jaguar ha sido diputado federal, senador, subsecretario federal, secretario en su natal Guerrero y asesor del titular de Hacienda y Crédito Público. ¿Su edad? 44 años.
Pero la equivocación de dejarse encantar por el discurso contra la “partidocracia” y lanzarse tras la quimera de una candidatura inviable, sucede a otros errores de Ríos Piter.
Uno de los más notables fue negarse a ir como candidato del PRD en Guerrero.
Mejor dicho, no es que Ríos Piter se haya negado a ser candidato al gobierno de su estado, sino que no quiso ser gobernador de Guerrero. La tenía ganada, y la dejó ir.
Guerrero no era un lugar atractivo por la violencia política y el tiradero que dejó el desgobierno de Ángel Aguirre y su sucesor interino. No se veía por dónde se podía pacificar ese Estado, con una coordinadora de la educación estatal beligerante y atrabiliaria, que se metía a golpes hasta la casa misma del gobernador.
Sin embargo un político local sin tanto ruido, Héctor Astudillo, con trabajo constante, profesional, y sin buscar reflectores, más la tarea de la SEP, han logrado bajar la violencia política en ese estado: ya no es ingobernable.
Y la criminalidad que enfrenta Guerrero es producto de sus problemas atávicos que la preparación y capacidad de Rios Piter hubieran ayudado a resolver. Para eso, precisamente, estudió.
También se equivocó al rechazar la oferta de ocupar la secretaría de Gobierno que le ofreció Miguel Ángel Mancera, en la Ciudad de México.
Era una excelente plataforma para hacer cosas, enfrentar y actuar ante problemas concretos de gobierno en una gran ciudad.
La proyección que hubiese adquirido desde la secretaría de Gobierno de la CDMX lo tendría hoy en otra plataforma.
Todo eso tuvo al alcance de su mano Alejandro Ríos Piter y lo dejó pasar, pues se creyó que el discurso contra la “partidocracia”, más la ayuda de algunos amigos -que se esfumaron- lo pondrían en las puertas de Los Pinos.
Preparado, decente, lúcido, se dejó envolver por las llamas en la hoguera de las vanidades, que suelen ser contagiosas y expansivas.
Esperemos que sus heridas no sean incurables y el próximo Presidente rescate y aproveche a un talentoso cuadro de la izquierda, pues se necesitan servidores públicos como él