Poder y dinero
AMLO, una barbarie anunciada
La fobia que siente López Obrador por la legalidad ha quedado expuesta en su propia voz en estos días y parece no preocupar a los que aspiran a un país con estado de derecho.
Sus pronunciamientos son el anuncio de la barbarie.
Y no es una interpretación. Lo dice él. Veamos.
En entrevista con El Universal la semana anterior fue cuestionado sobre si iba a investigar algún área de la administración actual en caso de ganar la presidencia, y contestó con un claro “No. Salvo que los ciudadanos lo planteen”.
-¿Investigará directo a Enrique Pepa Nieto?
-Los ciudadanos (lo decidirán); no va a ser iniciativa del presidente entrante el perseguir al presidente saliente.
Son sus palabras: va a perseguir a quien le pidan los ciudadanos.
Y los ciudadanos que él escucha se expresan en marchas, plazas públicas y manifestaciones.
Es lo que se conoce históricamente como “cacería de brujas”.
Hay que investigar a los presuntos culpables de delitos y aplicarles la ley. Pero dejar la justicia en manos del pueblo -y el intérprete del pueblo es él-, es barbarie.
Con ese criterio López Obrador también habría liberado a Barrabás y no a Jesús, porque “lo pidió el pueblo”.
Hay que tomarle el peso a sus palabras y que nadie se diga engañado dentro de dos o tres años, cuando -en caso de ganar-, comience a enjuiciar a empresarios y comunicadores porque “la ciudadanía lo demanda”.
López Obrador nos está diciendo de antemano cuál es su noción de la justicia: lo que diga el pueblo, no los jueces.
Hace dos semanas estuvo en Colima, donde volvió a referirse al tema con asombrosa claridad:
“¿Qué hacen (los ministros)? ¿Se sabe de alguna resolución de la Corte en beneficio del pueblo? ¡Nada! Están de alcahuetes de la mafia del poder, por eso los tienen bien maiceados”, dijo.
A ver, ¿la Suprema Corte tiene que sacar fallos en beneficio del pueblo, de los pobres o de algún grupo sindical?
Hasta donde sabemos la Corte está para decir quién tiene la razón en el caso de una controversia constitucional, no para favorecer al pueblo.
Pero esa es su idea de la justicia: en manos de la ciudadanía para investigar y perseguir (sic) a quien “la gente” diga.
Y la Suprema Corte está para sacar resoluciones en beneficio del pueblo.
Lo más llamativo de esto es que algunos de sus partidarios se molestan cuando se les dice que López Obrador convertiría a México en una nueva Venezuela, por el talante populista y autoritario que lo asemeja a Chávez y a Maduro.
Ése es el candidato que va puntero en las encuestas, con el silencio cómplice de muchos de nuestros intelectuales.
Duele el silencio de connotados juristas y académicos especializados en constitucionalismo.
Empresarios que creen que les irá muy bien con él y minimizan el riesgo que significa para el país, pueden decir que es un hombre sensato y respetará las leyes. Es su derecho, pero también será su responsabilidad cuando los persigan si es que “el pueblo lo pide”.
Y “el pueblo” a veces lo pide con mantas, pintas en las paredes de esas empresas o con la foto de sus periodistas odiados en la vía pública.
Lo que no pueden hacer esos empresarios es borrar las palabras de AMLO, dichas hace apenas unos días, en dos circunstancias diferentes.
Se perseguirá (sic) a quien diga la ciudadanía que hay que perseguir.
Y los ministros de la Corte no están al servicio del pueblo, porque están maiceados por la mafia del poder para ser sus alcahuetes.
Son sus palabras, así va a gobernar.
Ahí está su noción de la justicia: lo que diga el pueblo. ¿Y quién interpreta al pueblo? Él.
Su muy personal concepción de la justicia está por encima de las leyes.
Es lo que se viene. No es guerra sucia. Son sus palabras. Iguales a las de los dictadores del siglo pasado en América Latina y en África.
¿A eso aspiramos en nuestro país? ¿A la barbarie?