Nuevas tecnologías para fiscalizar
La trama de Anaya, paso a paso
La encrucijada en que se encuentra Ricardo Anaya, y que a cualquiera lo hubiese sacado de la carrera por la Presidencia, la labró él solo y nadie se la inventó.
Ese camino que lo tiene al pie del precipicio político, está cimentado con sus palabras y mentiras.
Primero, en su 3de3 puso que vivía con 100 mil pesos al mes, 50 suyos y 50 de su esposa.
Muy bien, con ese dinero vivía su familia en Atlanta, Georgia, donde pagó casa, tres colegiaturas en escuelas privadas, alimentos, más un viaje suyo cada fin de semana para ver a su familia.
Con ese solo acto se acredita que gastaba más de lo que sus ingresos se lo permitían.
Creó la fundación Más Humanismo, que utilizó para construir un edificio y venderlo.
Además, tiene una planta industrial, vecina a la de Nike… con 100 mil pesos al mes.
Cuando le preguntaron qué empresa le construyó el edificio que hizo la fundación para venderlo, dijo que no se acordaba.
Bien, ese edificio fue construido por la misma empresa que le construyó la planta industrial.
¿Cómo pudo construir una planta industrial, si en su vida solamente había sido servidor público de segundo o tercer nivel?
Dijo que la construyó mediante sus ahorros de servidor público en Querétaro, y gracias a que hipotecó su casa.
Sin embargo, el único gravamen que tiene su casa es una hipoteca de HSBC desde 2005.
Y la historia de la planta se empieza a escribir casi una década después.
Cuando Anaya dio la explicación de las inconsistencias entre su 3de3 y sus ingresos, dijo que éstos venían de la venta de la planta industrial.
Pero la venta de la planta fue en agosto de 2016, cuando su familia ya tenía un año viviendo en Estados Unidos, en las escuelas privadas y él visitaba a los suyos cada fin de semana.
Anaya vende esa planta industrial en 54 millones de pesos -compró el terreno en 10- en agosto de 2016 y se la vende a una empresa fantasma.
Esa empresa fantasma, Manhattan Development, se constituyó un mes antes de comprarle la planta a Ricardo Anaya.
La nave industrial de Anaya la compraron dos personas (las que constituyeron esa empresa fantasma con un capital social de 10 mil pesos), dos personas que tienen como domicilio fiscal un terreno baldío.
Esas dos personas han sido señaladas como el chofer y una empleada de Manuel Barreiro. ¿Monto de la operación? Cincuenta y cuatro millones de pesos.
Dijo Anaya que él no sabía que la empresa a la que le vendió era fantasma, que él se la vendió a un arquitecto.
Lo anterior es falso. El arquitecto fue incorporado a la empresa un mes después de haberle comprado la planta industrial a Ricardo Anaya.
¿No sabía que la empresa era fantasma, o “facturera”, como se les suele llamar a las compañías de fachada para cometer algún delito?
Tampoco es verdad.
Cuando se firma ante notario, en la escritura pública se anexa el acta constitutiva de la empresa compradora. Es pública. Y ahí se ve que no está el arquitecto. Que se formó hace un mes. Y que los compradores no tenían capacidad de pago.
¿Cómo se fondeó la operación? A través de varias empresas que recibieron el dinero en paraísos fiscales (la trama empezó con un depósito en Gibraltar).
Dos de los encargados de realizar la ingeniería para el blanqueo de dinero por medio de empresas fantasma en paraísos fiscales, atestiguaron que fueron contratados por Manuel Barreiro a fin de hacerle llegar ese dinero a Ricardo Anaya.
Anaya dijo que no conocía a Barreiro, y resultó que sí, que no sólo se conocían, sino que son amigos.
Mañana seguimos con el tema, porque hay más. Pero una pregunta final: ¿No que estábamos hasta la madre de políticos en negocios sucios?
Éste, Ricardo Anaya, quiere ser presidente.