Libros de ayer y hoy
Haber puesto al país en manos de una persona sin conocimientos y que exuda rencor por todos los poros, perjudicará más a los que menos tienen y llevará a 10.7 millones de personas a la pobreza extrema, tan solo en este año. Y le faltan cuatro.
Cada día de este 2020, 29 mil 315 mexicanos pasarán a engrosar las filas del hambre.
Ayer se publicó el reporte del Consejo Nacional de Evaluación de la Política Social (CONEVAL), donde explica que con una caída de -6 por ciento de la economía y de cinco por ciento generalizado del ingreso, en este año, la pobreza extrema (personas cuyos ingreso no les alcanza para una canasta básica), pasará de 21 millones en 2018 a 31.7 millones al cierre de este año.
Los cálculos de CONEVAL son prudentes, porque la economía en este año, según reportes especializados, podría caer entre -7.5 o -10 u 11 puntos.
Estamos ante un crimen social cometido por quienes se dijeron redentores de los pobres.
De un plumazo, a la basura los avances -lentísimos- en la lucha contra la pobreza en este siglo.
Vaya paradoja, Peña Nieto, acusado de ignorante y frívolo por los amigos de la 4T, sacó a poco más de dos millones de mexicanos de la pobreza extrema en su sexenio.
Y López Obrador, en un solo año, mandará a esa categoría, en la que no alcanza para comer diario, a 10 millones de personas en sólo 2020.
Antes de la 4T, no vivían en pobreza extrema. Ahora conocerán el hambre.
Fue el coronavirus y no el gobierno, dirán algunos y en parte tienen razón. Muy poca, por cierto.
La crisis ya venía desde el año pasado en México, cuando los actuales gobernantes tiraron la economía a bajo cero.
Y este año la crisis mundial por el corononavirus anunció desde finales de enero que pegaría con fuerza. El gobierno no hizo nada por atenuarla y se negó a establecer medidas contracíclicas.
El presidente pensó que era la oportunidad de oro (anillo al dedo) para castigar a los empleadores, a los que colmó de insultos durante dos décadas: si van a quebrar, que quiebren, dijo ya instalado en Palacio Nacional.
Pero los más castigados serán los pobres y los que ya habían salido de pobres.
Nunca aceptó que para superar la pobreza tiene que haber empleo, y para que haya empleo se necesita inversión.
Se dedicó a hostilizar a los inversionistas: canceló el aeropuerto para decirles “yo mando aquí”. Quiso litigar el pago de los ductos que traen gas a México, que ya estaban terminados. Con un consulta popular ilegal cerró una gran planta cervecera que ya había invertido cerca de 800 millones de dólares. Congeló a reforma energética.
¿Quién va a invertir en el país si no hay certeza jurídica y el presidente, un admirador del Ché Guevara, agrede a los inversionistas y a los emprendedores privados?
La caída en el empleo es brutal. Es la peor, en un mes de abril, desde 1995 con Ernesto Zedillo. Hasta allá retrocedemos, más lo que falta.
De acuerdo con los datos del IMSS dados a conocer ayer martes, en un mes y medio se perdieron 750 mil empleos
Gonzalo Hernández Licona, ex secretario Ejecutivo de Coneval, escribió ayer que si se quiere saber cómo nos va a ir con la pobreza hay que checar cómo va el empleo. Menos empleo es igual a más pobres.
Eso no lo entiende López Obrador y castiga a los empleadores, es decir a los que dan trabajo al 92 por ciento de la población empleada del país.
Resultado: sólo en abril se perdieron 18 mil 500 empleos… cada día. Nueve veces más que en abril de 2009, cuando se juntaron la crisis global más el cierre del país por la influenza AH1N1.
López Obrador cree que con los programas sociales será suficiente. Terrible error. Primero, porque en su gobierno hay menos programas y menos beneficiados. Y segundo, porque no hay apoyo a los que pierden su empleo, ni a las empresas para que no cierren.
El daño ya está hecho. López Obrador, vaya ironía, pasará a la historia como un presidente que fue fabricante de pobres.
Pudo haberlo evitado, o atenuado, pero ganaron sus rencores y el de algunos de quienes lo acompañan en esta aventura destructiva.
Este año se pagarán 200 millones de dólares como amortización a extranjeros tenedores de bonos del aeropuerto que no se va a construir.
Más lo que hay que seguir pagando los años siguientes (cuatro mil 200 millones de dólares faltan por pagar) por cumplir el capricho presidencial de destruir un aeropuerto.
En lugar de gastar en defender la planta productiva y el empleo, el gobierno va a gastar ocho mil millones de dólares (que en realidad serán doce mil millones) en una refinería nueva que pederá dinero.
Cuando AMLO anunció, el mes anterior, las medidas contra la crisis, enlistó entre ellas darle dinero adicional a Pemex para continuar su expansión, sin importar los números de la realidad:
Sólo PEP (la división de exploración y producción de Pemex) perdió, en el primer trimestre de este año, 462 mil millones de pesos.
Para sostener empresas, y por tanto empleos y cadenas productivas, nada. Que quiebren.
El resultado de la ineptitud presidencial está haciendo estragos.
Millones de pobres más.
Millones de mexicanos que no tendrán para comer.
Millones de empleos perdidos.
Un millón 200 mil jóvenes que este año tendrán edad de trabajar y no van a encontrar empleos.
¿De qué van a vivir? ¿Cómo le van a hacer?
Miseria y descomposición social será el legado del político que llegó al poder con la consigna de “primero los pobres”.