Aunque lo nieguen, sí hay terrorismo
Se acabó el beneficio de la duda y el mito del presidente humanista: él y su encargado de combatir la pandemia no se inmutan ante la muerte de decenas de miles de mexicanos que fallecen por negligencia del gobierno. Es decir, la suya.
Hasta en eso son estalinistas: un muerto es una tragedia, miles de muertos son una estadística,
Deberían estar, ambos, rindiendo cuentas ya.
Una cosa es equivocarse y enmendar, y otra es otra es negarse a corregir por vanidad o por conservar un áurea de infalible ante la población que les apoya.
Todos nos equivocamos con frecuencia, pero hay errores limpios y hay errores sucios. Los de AMLO y López Gatell, en el caso del combate al coronavirus, son de los segundos. Hay miles de cadáveres de por medio.
Ese daño no se puede reparar entregando un bien al Instituto para Devolverle al Pueblo lo Robado. Las vidas son irrecuperables.
Se han equivocado en todo y no corrigen en nada.
Amerita una explicación ante las autoridades judiciales, como sucede en otras democracias.
La cifra de muertos por Covid-19 supera los 50 mil en México, aunque según el subsecretario López-Gatell son 31 mil.
El Registro Nacional de Población (Renapo), que depende la secretaría de Gobernación, tenía documentadas 38 mil 815 “defunciones Covid” al 19 de junio. Ese día López-Gatell reportó 20 mil 394 decesos por el mismo motivo.
Lo anterior quiere decir que la cifra documentada con actas de defunción -la de Renapo-, es casi el doble de la informada por la subsecretaría de Salud.
Somos, pues, el tercer país del mundo con mayor cantidad de muertos por Covid, detrás de Estados Unidos y Brasil.
Todo lo que han hecho es mentir para cubrir sus errores. Y sigue la mortandad de seres humanos.
Qué vanidad tan trágica.
Sus errores los tapan con mentiras. Eso hace López-Gatell y AMLO se lo festeja: “¡no estás solo! ¡no estás solo!”.
El jueves de la semana pasada el subsecretario mintió con aplomo:
“El viernes 13 de marzo identificamos que se habían triplicado los casos de días anteriores… y en ese momento, con tan solo 12 casos, doce casos, ya habíamos identificado con anterioridad que era muy importante cerrar las actividades, hacer una medida masiva que llamamos Jornada Nacional de Sana Distancia, antes de que comenzara a subir rápidamente la curva epidémica”.
Falso, no lo hicieron. Por eso la propagación del virus y las muertes.
Al día siguiente de ese “cierre” se celebró en la CDMX el festival Vive Latino, con más de cien mil personas.
La Jornada de Sana Distancia comenzó el 23 de marzo. Un par de días antes el presidente grabó un mensaje en que pedía los ciudadanos que “no dejen de salir, todavía estamos en la primera fase. Yo les voy a decir cuando no salgan, pero si tienen posibilidad económica sigan llevando a la familia a comer a los restaurantes, a las fondas, porque eso es fortalecer la economía popular”.
A mediados de marzo – cuando según López-Gatell ya habían cerrado las actividades-, el gobierno federal imprimió un volante que difundió masivamente. Decía: “No hay necesidad se cancelar eventos masivos, actividades escolares y sociales… Recuerda: la enfermedad causada por el coronavirus Covid-19 NO ES GRAVE”.
¿No es grave? Cincuenta mil muertos, doctor.
Cincuenta mil muertos, presidente.
Los países asiáticos lograron bajar drásticamente los contagios porque tuvieron confianza en la ciencia. Aquí quedamos en manos de un político supersticioso (el del trébol) y de un médico ambicioso y charlatán.
Aquí se optó por negar la pandemia, es decir la realidad, y el presidente nos dijo que no nos iba a pegar, pues eso querían “los conservadores”.
Luego dijo que estábamos preparados y no era verdad.
Desde Palacio Nacional se desató una campaña de desprestigio contra los médicos: eran corruptos y asaltantes de bata blanca.
“¿Qué tienes?… Me duele aquí doctor… No, te pregunto qué tienes de bienes”, dijo el presidente López Obrador.
El linchamiento a la reputación de los médicos fue porque pedían batas, gafas y cubrebocas. No habían comprado, ahorraban. Sólo en la segunda quincena de marzo comenzaron a soltar el presupuesto.
¿Resultado de su error? El 23 por ciento de los contagios corresponde a personal médico. En España es el 10 y en Estados Unidos el tres por ciento.
La tasa de letalidad del virus, que según López-Gatell iba a ser entre 2.5 y 3.2 por ciento -declaración ante el Senado, el 17 de marzo-, en realidad es superior al once por ciento.
Obstaculizó la llegada de pruebas Covid a los estados y las prohibió por un buen tiempo en hospitales privados.
El cubrebocas, indispensable para disminuir la transmisión del virus, fue desechado por López-Gatell.
Las autoridades de salud no usan cubrebocas en espacios cerrados.
A los estados mandaron material de protección inservibles para médicos y enfermeras.
Y en Palacio Nacional el presidente echaba porras a la irresponsabilidad de su encargado de “combatir” el coronavirus: “¡No estás solo! ¡No estás solo!”.
López-Gatell acusa a las empresas de la elevada mortalidad por coronavirus pues propician malos hábitos alimenticios, mientras él come guajolotas en la calle y López Obrador se lo festeja y lo imita.
La irresponsabilidad de nuestro presidente en el manejo de la pandemia la conoce el mundo.
El reciente domingo, en el muy visto programa GPS de CNN, conducido por Fareed Zakaria, el politólogo Francis Fukujama expuso que “hay un hilo conductor, no entre la democracia y una mala respuesta (al Covid), sino entre los líderes populistas y una mala respuesta. Entonces, por ejemplo, además del presidente Trump, se tiene a Jair Bolsonaro en Brasil y Andrés Manuel López Obrador en México, ambos populistas, uno de derecha y uno de izquierda… creo que están llegando rápidamente a la cima como las peores respuestas (a la pandemia) como resultado de su polarización”.
Muchas muertes por la demagogia. Se pudieron evitar.
Veremos si habrá impunidad o no, esa que nos dijeron que se acabaría.