Poder y dinero
Cuidado con equivocarnos: no estamos frente a un pleito electoral entre López Obrador y el sector privado. No, es mucho más de fondo. Se trata de una disputa por las libertades.
López Obrador acusó a los empresarios del Consejo Mexicano de Negocios, que los agrupa casi a todos, de ser los que “han impedido que haya democracia en el país y han colaborado en fraudes electorales”.
¿Son enemigos de la democracia por dar su opinión?
O sea que en el concepto de democracia de López Obrador los empresarios no tienen derecho a expresarse ni pueden participar en política.
Sí, en su lógica sí pueden hacerlo, siempre y cuando las ideas expresadas por los empresarios coincidan con las suyas.
Eso sólo lo conocemos en las dictaduras o en regímenes autoritarios como el de Luis Echeverría.
Recordarán los miembros de la iniciativa privada que sean mayores, cuando un grupo de ellos, que se oponía a las invasiones de tierra en los valles del Yaqui y el Mayo, en Sonora, se reunieron en un restaurante de Chipinque, en Nuevo León, y tuvieron que ir con el rostro cubierto para evitar las represalias del gobierno de Echeverría.
El entonces presidente los llamó “los encapuchados de Chipinque”, y los acusó de estar complotando contra el gobierno.
Se trata de la misma paranoia de López Obrador contra los empresarios, con una diferencia: Echeverría explotó cuando ya iba de salida, y AMLO lo hace antes aun de ganar las elecciones.
Es lo que viene. No hay que engañarse. Y todavía se puede evitar por la única vía posible: la democrática.
Un par de días atrás López Obrador, en Veracruz, se lanzó contra empresarios que identificó con nombre y apellidos, como artífices de un complot en contra suya.
Como era de esperarse, los empresarios agrupados en el Consejo Mexicano de Negocios respondieron a AMLO con una condena a que “un candidato a la Presidencia de la República recurra a ataques personales y a descalificaciones infundadas. Es preocupante que alguien que aspira a ser Presidente de México denueste a quienes no comparten sus ideas”.
Ése es el punto, la libertad de disentir sin ser difamado ni calumniado ni ser incluido en una lista negra del jefe del Estado.
La respuesta de López Obrador fue colérica y virulenta: “Se sienten los dueños de México. Tienen confiscadas las instituciones. El gobierno está secuestrado por esta minoría rapaz. Es un pequeño grupo que hace y deshace. Son los que mueven los hilos y ni siquiera dan la cara”.
De ese tamaño es la fobia de López Obrador a los empresarios que piensan diferente a él.
Eso es lo que nos espera en materia de libertades si gana la Presidencia en julio.
¿No que todo iba a ser armonía con el sector privado?
Hugo Chávez, al menos, tuvo la astucia de contenerse antes de tomar posesión de la presidencia de Venezuela. Se descubrió después como un autoritario enemigo de los industriales y comerciantes.
López Obrador no. Su fobia le ganó en la reunión de la CIRT y dijo, literalmente, sobre los empresarios:
“Lo que pienso es que le han hecho mucho daño al país, porque ellos son responsables de la tragedia nacional”.
Ya saldrán hoy algunos miembros de su legión de “intérpretes” a decir que AMLO fue sacado de contexto, que lo que quiso decir fue otra cosa, y que realmente sólo se refería a Baillères y a Larrea.
No señor. Eso opina el casi próximo Presidente de México de los que piensan diferente a él. De los empresarios en este caso.
Y trae otra idea de la democracia: es directa, plebiscitaria, y se anulan los derechos de los empresarios que no están con él. Y luego seguirán los periodistas que no están con él. Y los legisladores que no están con él. Y los intelectuales que no están con él.
En medio de esta disputa está la libertad.
No podemos perderla, pues costó mucho tiempo conquistarla.
Aún estamos a tiempo de recapacitar nuestro voto.