Frente a la guerra
Andrés Manuel López Obrador no ha querido entender que ya no es un líder opositor, sino que es mandatario electo y en diciembre será presidente constitucional.
Muy bien que quiera mandar un mensaje de sencillez y disminuir la presencia de los aparatos de seguridad en torno al jefe del Ejecutivo, pues eso irrita a la población que es víctima de la delincuencia y no hay un policía la proteja.
Es cuento eso de que disolverá el Estado Mayor Presidencial “para ahorrar”.
Actualmente -como lo detalló ayer la reportera Anabel Clemente en estas páginas- hay dos mil 21 miembros del EMP, que cuestan al año 398 millones de pesos.
De ese fondo, al disolver el Estado Mayor Presidencial, el país no se va a ahorrar un solo centavo.
Prácticamente todo el gasto del EMP se destina al pago de sueldos, y esos dos mil elementos van a ser integrados a sus ramas de origen en las Fuerzas Armadas.
Es decir, van a seguir cobrando por su trabajo, sólo que en una ventanilla diferente a la de Presidencia.
López Obrador disuelve el Estado Mayor como uno de los tantos mensajes de sencillez que su gobierno quiere mandar. No le falla el olfato político, pues eso pide la población.
Pero la seguridad del presidente de México es otra cosa. No es asunto únicamente suyo, sino del Estado.
Los cuerpos de seguridad del Estado son para proteger a las instituciones, y la Presidencia es la principal de ellas.
Nos dice el presidente electo que lo van a cuidar 20 personas. Un restaurantero será el jefe, y también habrá un ingeniero, una arquitecta, algún abogado y tal vez una licenciada en filosofía, entre otros.
¿Para qué improvisar? El Estado mexicano ha invertido años en la formación de cuerpos profesionales en materia de seguridad para cabezas de instituciones, y AMLO los desecha con el error demagógico de que a él lo cuida el pueblo.
Entre el pueblo también hay Aburtos.
Y si va a tocar intereses durante su administración, obviamente tiene que ser cuidado ahora y después de su mandato.
México no es Uruguay ni Suiza.
Es más, si algo le sucede a Peña Nieto, Felipe Calderón, Vicente Fox, Ernesto Zedillo o a Carlos Salinas, pues a su manera afectaron intereses de capos, o de caciques sindicales o de políticos frustrados, la responsabilidad será de esta mala decisión de Andrés Manuel López Obrador.
Lo más importante, sin embargo, está en el presente. No se puede jugar a la austeridad, que no es tal, con la seguridad del presidente de la República.
Es falso que a un presidente, por bondadoso que sea, lo cuida el pueblo.
A lo largo de los seis años el humor popular sube y baja, y nunca faltan los temerarios o deschavetados que le quieran “hacer un servicio a la patria” o pasar a la historia con su nombre ligado al de un famoso.
Pésima decisión la de disolver el Estado Mayor, pues no hay justificante presupuestal para ello y sólo pone en vilo al país en cada salida a la calle del Presidente de la República.
¿Mucha preocupación por la seguridad de AMLO, después de tanta crítica?
Sí, la crítica sigue, pero López Obrador es el piloto del avión en que viajamos todos nosotros.