Libros de ayer y hoy
Pablo Hiriart
La tragedia del viernes, con al menos 73 personas que murieron calcinadas, pudo evitarse si el gobierno hubiera hecho lo que decía que estaba haciendo: combatir el huachicol.
Tienen que asumir su grave responsabilidad.
No fue un chispazo en un lugar inaccesible que en mala hora mata a una o dos personas que realizaban esa actividad ilícita. Fue un verdadero carnaval de huachicoleo que se desarrollaba en la cara de la autoridad.
El gobierno federal, Pemex y el gobierno del estado de Hidalgo son responsables, por omisión, de esta mortandad de seres humanos.
Durante casi dos horas pobladores de Tlahuelilpan, Hidalgo, se dieron un baño de gasolina a 15 kilómetros de la refinería de Tula donde acudieron con bidones, cubetas y hasta tinas de baño a robar combustible.
El gobierno federal fue informado de los hechos, llegó el Ejército, y los soldados se limitaron a contemplar a distancia la gigantesca fuga y el saqueo de los pobladores sin hacer absolutamente nada.
Según explicaron después, no quisieron provocar un enfrentamiento con la gente.
¿Por qué enfrentamiento? ¿Y si hubiese habido enfrentamiento, no era menos costoso que dejar pasar ese festín que sin lugar a dudas acabaría en tragedia?
¿No se podían lanzar tiros al aire?
Después de la explosión y la desgracia, acordonaron la zona. ¿Por qué no lo hicieron antes?
El gobierno que desde hace semanas nos bombardea con propaganda de su combate al huachicol, no actuó cuando lo tuvo enfrente. El resultado: 73 muertos, literalmente incinerados.
Quieren modificar la ley para subir las penas al robo de gasolinas. ¿Para qué, si ni siquiera aplican la que hay?
Dos cosas irritan profundamente. Una, que el gobierno tenía perfectamente claro que administraciones anteriores fueron responsables, por omisión, del robo de combustibles en los ductos de Pemex. El presidente y sus funcionarios cargaron una y otra vez contra sus antecesores porque detectaban las fugas (por la baja de presión en el flujo de los ductos), y según nos dicen “no hacían nada” para evitar el robo de combustibles.
Ahora que ellos detectaron la fuga y el robo, tampoco hicieron nada.
Con una diferencia: no sólo permitieron el saqueo (que se dio a manera de festín delante de las autoridades), sino la muerte de 73 niños, hombres y mujeres.
Y el segundo elemento que irrita hasta la náusea, es que los propagandistas del régimen utilicen esta tragedia para lucrar políticamente.
El principal artífice de las campañas negras de Morena, Epigmenio Ibarra, escribió en tuiter que “El sabotaje en #Tlahuelilpan, la tragedia ahí ocurrida, es parte de una estrategia de desestabilización. #Con AMLOvsHuachicol”.
¿Sabotaje? ¿Una estratega de desestabilización? ¿Fue una celada contra AMLO lo que sucedió?
Esa campaña no sólo es negra, sino una inmoralidad.
Setenta y tres muertos no cuentan cuando se trata de cuidar la imagen de su líder.
Ahora resulta que el gobierno y sus funcionarios son las víctimas de la tragedia, y no los responsables, por omisión, de esa dantesca mortandad, pues no la quisieron evitar.
Las autoridades de Pemex también son culpables, pues a pesar de haber detectado lo que ocurría, no cerraron el ducto Tuxpan-Tula para evitar el robo y la desgracia.
Era lo que criticaban a funcionarios anteriores y decían que eso era prueba de que estaban coludidos. ¿Entonces?
Y a todo esto, ¿no dijeron que habían cerrado los ductos para evitar el saqueo y que por eso hay desabasto en algunas zonas del país?
El gobierno de Hidalgo no se puede lavar las manos en esta tragedia. Su tarea se limitó a “avisar”.
¿No tienen un cuerpo de policías para mandarlos, desarmados si era necesario, a dispersar a la multitud porque la conflagración era inminente?
¿Hasta cuándo los gobernadores se van a desentender de dar protección a sus habitantes y dejarlo todo en manos del gobierno federal?
Es momento de una reflexión general para frenar el robo de combustibles que provoca estas desgracias.
Que la autoridad sea autoridad. La policía, policía. El Ejército, Ejército. Y que no los obliguen a ser simples espectadores de las barbaries.
Días antes, a pocos kilómetros de ahí, huachicoleros retuvieron y golpearon a soldados. Los liberaron a cambio de impunidad. No puede ser.
Hay que rescatar el principio de autoridad. Poner orden no es reprimir.
Y hay que tapar el pozo, aunque el niño ya esté ahogado.
Nunca más, pues.