Poder y dinero/Víctor Sánchez Baños
En el debate del domingo surgieron dos noticias malas y una buena para los que quieren que el país avance y no retroceda.
La primera mala es que salieron triunfantes José Antonio Meade y Ricardo Anaya, lo que impide que alguno de los dos despunte con claridad rumbo a la final con López Obrador.
Si se prolonga la disputa entre ambos, el seguro ganador de la elección presidencial será el perdedor del debate en Tijuana: el candidato de Morena-PT.
Vimos el choque de dos visiones de México, la del pasado y la del futuro, del que salió victorioso el segundo. Pero esa corriente que proyecta a México hacia adelante tiene dos intérpretes y así no se puede.
Tiene que haber uno solo.
Por lo visto hasta ahora, el mejor es Meade.
Sin embargo hay quienes piensan que es más confiable el abanderado la alianza PAN-PRD, dada la ola antipriista que, con razones, existe en el país.
Y mientras el México del futuro divida su voto en dos, el ganador será el México del pasado. Es decir, López Obrador.
Otra noticia mala es que Meade estuvo muy superior ahora que en el primer debate. Pero no quiso noquear a López Obrador a pesar de que lo tuvo a punto, y cambió de tema.
No aprovechó lo que traía entre manos. Es cierto que le dijo lo del médico de Florida que “no tiene ni Obama”. Sin embargo, el tema ameritaba más seriedad.
¿Cómo es posible que el candidato que pregona la austeridad casi franciscana, que acusa a los funcionarios y al presidente de no atenderse en el ISSSTE o en el IMSS, traiga a su casa a un neurólogo de Miami, de prestigio mundial, para que le atienda la columna junto con un staff de doctores del Centro de Especialidades Médico Cubanas?
Qué bueno que López Obrador esté en buenas manos, pero el doble discurso de la austeridad para otros y los privilegios para él, daba para exhibirlo en el debate. Meade lo dejó ir.
Lo dejó ir también cuando dio lectura a una carta de extorsión de la secuestradora Nestora Salgado, hoy candidata a senadora por Morena. Era el momento para acorralarlo hasta que admita que su “amnistía” a delincuentes implica llevar al poder a secuestradores. Lo está haciendo.
Hizo bien Meade en recordarle a López Obrador que los legisladores de Morena votaron en contra del acuerdo de la alianza transpacífico (TPP). Le debió preguntar por qué. Obligarlo a definirse, porque dice querer un país de economía abierta y vota por uno de economía cerrada.
El discurso de López Obrador y el de Trump en materia comercial son iguales, y ahí está el peligro para México.
Estuvo en contra del TLC, y en el debate dijo apoyarlo. ¿Cuándo se dio cuenta AMLO que estaba equivocado? ¿No debería pedir una disculpa a los que negociaron y firmaron ese Tratado, luego de haberlos calificado de “traidores a la patria”?
Meade pudo haber salido en hombros si hubiera censurado la invitación a Los Pinos al candidato Donald Trump. Hasta Peña Nieto reconoció que fue un acto apresurado. Él no.
La buena noticia del debate es que AMLO se evidenció como un candidato presidencial absolutamente ignorante de soluciones para los grandes problemas nacionales.
Todos los males se originan por la existencia de una “mafia del poder” que, al ganar él, va a desaparecer y se solucionarán la violencia, la corrupción, la pobreza, la siembra de drogas, la relación con Estados Unidos, los secuestros, la disparidad norte-sur, la desigualdad, el atraso educativo, la trata de personas…
Los indecisos y los que aún pueden cambiar su voto (43 por ciento), tuvieron una noche ilustrativa el domingo.
El candidato del pasado, de la vuelta al populismo de los subsidios que lleva a las mega inflaciones y deterioro del ingreso, del proteccionismo, sin idea del papel de México en el mundo, se exhibió tal cual es.
Y del otro, dos candidatos que, con evidentes diferencias personales, representan la mirada al futuro, al desarrollo económico con un país abierto y de libertades.
Sí, es lo malo, son dos. Y ninguno despunta claramente.