Poder y dinero/Víctor Sánchez Baños
Dieciocho años después de dejar la presidencia en manos de Vicente Fox, Ernesto Zedillo nos dice que “en drogas seguí una política equivocada”.
Ya que anda en plan autocrítico, el prestigiado ex presidente podría ampliar el abanico y de una vez admitir los graves errores que le costaron al país el camino ascendente que llevaba.
Varios de esos errores todavía los estamos pagando.
1.- Prostituyó por completo la procuración de justicia en el país. Ahí empezó el desastre que todavía padecemos. Su PGR pagó medio millón de dólares a un asesino para que cambiara sus declaraciones ministeriales y acusara de un crimen a los enemigos personales del presidente. Con acusaciones en falso, con testigos pagados, una bruja, torturadores y la siembra de un cadáver en la casa de quien odiaba, dio al traste con las investigaciones sobre los dos grandes crímenes políticos de finales del siglo pasado. En su sexenio florecieron los grandes cárteles de las drogas porque dedicó a la Procuraduría y organismos de inteligencia del Estado a espiar y filtrar expedientes judiciales y conversaciones telefónicas privadas. Fue el inicio del festín de las filtraciones ilegales y la erosión de la justicia.
2.- Dio al traste con la economía de un país que creció, en el sexenio previo, un promedio de 3.9 por ciento. Recibió problemas económicos, pero los convirtió en crisis por su mal manejo, o simplemente no manejo. El tipo de cambio, que estaba a tres pesos por dólar, se le disparó mucho más allá del 100 por ciento en un par de meses. Primero a siete pesos y luego a 10. ¿Estaba sobrevalorado el peso? Tal vez, según los expertos en 10 o 15 por ciento. Pónganle 20 si quieren. Y se le fue arriba del cien por su ausencia como presidente en el tema que era un experto. Las tasas de interés subieron por encima del 120 por ciento anual, y millones de mexicanos perdieron su patrimonio y las empresas quebraron. Culpó de todo a su antecesor y dividió para siempre a una generación de políticos y técnicos brillantes que, de haber seguido compacta, hoy México estaría cerca del primer mundo.
3.- Por celos hacia su antecesor, deshizo el Programa Nacional de Solidaridad y los pobres extremos subieron como la espuma. De no haber desmantelado Solidaridad, Guerrero y Michoacán no estarían como están hoy, con el tejido social roto y llenos de pandillas de asesinos que cometen las peores crueldades contra sus vecinos. De eso se trataba el programa que el presidente Zedillo destruyó: de afianzar lazos comunitarios, construir bienestar en común, afianzar la identidad de los núcleos sociales.
4.- Luego de pretender matar a Marcos a traición, instaló mesas con el EZLN en San Andrés Larráinzar y su gobierno firmó los llamados “Acuerdos de San Andrés”, que daban autonomía en regiones del territorio nacional a un Ejército distinto al nuestro. Luego de haberlos firmado, se echó para atrás con los acuerdos, y van a ser un dolor de cabeza para el próximo gobierno que empieza este diciembre. Paralelamente a ello, el gobierno de Zedillo dejó hacer, dejó pasar en Chiapas. Financió a grupos paramilitares como Paz y Justicia (en Crónica publiqué un oficio por el que se ordenaba darles recursos) y su desidia para encauzar el conflicto tuvo su expresión más dramática con la masacre de indígenas en Acteal.
5.- Permitió que durante once meses la UNAM estuviera tomada por un grupúsculo de haraganes. Miles de estudiantes perdieron la carrera, algunos se fueron de braceros a Estados Unidos. Les arruinó la vida la displicencia presidencial ante un conflicto que a los pocos meses se había solucionado en cuanto a las demandas: derogar el pago de cuotas y la salida del rector Barnés. Ahí siguieron los fósiles, con la UNAM tomada porque les daba la gana, mientras miles de vocaciones se vieron truncadas y el presidente tocaba la lira en Los Pinos.
Todo lo anterior lo escribí en Crónica, durante su gobierno, que fue plenamente respetuoso de la libertad de expresión.