Frente a la guerra
A medida que se acerca la elección resulta indispensable detenernos a reflexionar el sentido de nuestro voto porque corremos el riesgo de destruir un gran país. El nuestro, ni más ni menos.
Hay dos opciones: López Obrador y Meade, pues Anaya todo indica que se desdibujó. Irreconocible está Ricardo.
Hizo una mala campaña con una sola idea: meter a la cárcel al presidente, ahora ampliada a Meade, López Obrador y hasta a Felipe Calderón.
A Meade se le regatea el voto porque lo apoya el PRI, y porque ciertamente hay enojo contra el presidente.
¿Por castigar al PRI y a Peña nos vamos a ahorcar nosotros con un presidente ignorante de las tareas elementales del gobierno?
López Obrador no tiene idea de economía y Meade es un profundo conocedor de esa materia, en la que se ha preparado y actuado desde la juventud.
El mundo pisa la antesala de una guerra comercial, y ¿vamos a elegir al que no sabe de economía ni de comercio ni de relaciones internacionales?
¿Nos hemos vuelto locos?
Estamos en una nueva fase de la violencia y la inseguridad en el país, que si no hay manos experimentadas para enfrentarla esto se va a poner irrespirable en menos de un año.
Meade está por atacar causas, diversificar las estrategias, endurecer la mano y profesionalizar a las policías estatales y aumentar la Federal.
López Obrador, en cambio, está únicamente por atacar causas, pero no por combatir el huachicol, ni el robo a ferrocarriles ni a transportes de carga, porque lo hacen personas que necesitan el dinero, son del pueblo y con el pueblo no hay que meterse.
Uno de los crímenes más graves en muchas décadas se cometió en el gobierno de López Obrador, cuando delante de las cámaras de televisión y durante toda la tarde y parte de la noche, tres policías federales fueron linchados, desdentados y quemados vivos en Tláhuac sin que AMLO ordenara frenar a la turba.
No lo hizo, según dijo, porque respetaba los usos y costumbres de la gente.
¿Calibramos el tamaño de esa locura? ¿Entendemos lo que se viene si gana?
Nadie sabe qué va a suceder en la relación comercial con Estados Unidos. El TLC se acordó entre un presidente mexicano que sí sabía (Salinas) y dos presidentes de Estados Unidos que también sabían y tenían voluntad de colaboración (Bush padre y Clinton).
Ahora la relación sería exactamente a la inversa: un presidente de Estados Unidos que es racista y antimexicano. Y en Palacio Nacional habría uno que ignora el arte de negociar y de acordar con quienes piensan distinto. ¿Qué va a salir de ese vínculo entre esos dos mandatarios?
Elegir entre Meade y AMLO, dado el contexto de la relación comercial y cooperación para la seguridad entre ambas naciones, es un asunto gravísimo de soberanía. Aquí no caben aventuras producto del “enojo”.
El país tiene un problema de corrupción. ¿Cómo lo vamos a enfrentar?
¿Con un presidente sin tacha en ese campo?
¿O con uno que defiende a Layda Sansores en sus compras ofensivas? ¿Que plantea el cierre de las obras del nuevo aeropuerto, donde perdió el concurso su constructor favorito, para hacerlo en la inviable Santa Lucía por recomendación de ese constructor que quiere ganar dinero a costa de la seguridad de los viajeros?
La elección es muy fácil, y nos enredamos en el enojo.
Uno propone cancelar la reforma educativa y devolverle el poder a la CNTE y a su aliada Elba Esther Gordillo.
El otro, Meade, va por profundizar la reforma hacia los contenidos y la educación de calidad, para hacer de ella una herramienta contra la desigualdad, que no sea quitar a unos para dar a otros.
¿Todavía tenemos duda?
Sí, lo reflejan las encuestas. Es patético, pero corremos el riesgo de destruir al país.
Todavía hay poco más de una semana para reflexionar el voto.