El agua, un derecho del pueblo
Nuestro Presidente electo tenía todo para un arranque espectacular de un sexenio exitoso, pero se enredó en un rosario de mentiras y de verdades a medias para tirar el nuevo aeropuerto, que presagian la llegada de un gobierno fallido y de confrontaciones entre mexicanos.
Aquí puede engañar a su base social, que debe ser muy alta, porque le creen lo que diga y hasta lo comparan con Dios, como hizo el sacerdote Alejandro Solalinde la semana pasada (“AMLO tiene mucho de Dios”).
Pero nadie puede engañar por siempre sin consecuencias.
Ni mucho menos utilizar, para manipular, al presidente de Francia, Emmanuel Macron, sin recibir una respuesta que haría ruborizar a cualquiera. O casi a cualquiera.
En su conferencia del lunes, en que anunció la cancelación del nuevo aeropuerto en Texcoco, dijo que habían pedido ayuda a Francia para saber si era viable el aeropuerto en Santa Lucía y no había dado a conocer la respuesta para no interferir con su imparcialidad en la consulta.
De inmediato leyó una carta del presidente Macron en la que le dice haber cumplido su petición y hace votos por una relación muy estrecha con el próximo gobierno de México.
Ante la flagrante manipulación de la carta del mandatario galo, la embajada de Francia se vio en la penosa necesidad de aclarar que ni Macron ni su gobierno avalaban absolutamente nada, sino que pusieron en contacto al equipo de AMLO con una empresa privada francesa.
La embajada de la República Francesa puntualizó que el estudio que presentó esa empresa decía que era necesario tomar en cuenta otros parámetros sobre la viabilidad del proyecto de San Lucía.
El estudio –que según AMLO no habían dado a conocer por respeto a la imparcialidad en la consulta–, tiene tiempo, y fue hecho por la empresa Navblue.
¿Por qué dice el estudio de Navblue que había que tomar en cuenta “otros parámetros”?
Porque sus técnicos nunca vieron a México, no estuvieron en Santa Lucía, sino que analizaron el proyecto que les mandó el equipo de López Obrador.
Y ese estudio es el mamotreto viejo, que estaba en la página del Presidente electo, elaborado por el contratista privado José María Riobóo.
Es decir, Francia no dio su aval a Santa Lucía. Tampoco lo dio la empresa privada. Y desde luego que no lo hizo el presidente Macron con su cortés y diplomática carta.
Las mentiras y verdades a medias de nuestro Presidente electo ya hicieron reaccionar al gobierno francés. Una vergüenza internacional, antes de empezar a gobernar.
No sólo a los franceses –que se deslindaron– han utilizado para mentir y manipular.
El próximo secretario de Comunicaciones y Transportes, Javier Jiménez Espriú, adulteró un peritaje de la Organización de Aviación Civil Internacional (OACI), pues dijo que aprobaba la construcción del aeropuerto en Santa Lucía.
También fue falso. Al leer, se brincó una página en que cuestionaba la viabilidad de ampliar Santa Lucía y que funcionara al mismo tiempo que el actual aeropuerto.
Y no leyó las conclusiones, en que claramente OACI se pronunciaba por Texcoco como la mejor opción para construir el Nuevo Aeropuerto Internacional de México.
Con mentiras engañaron a la población para demoler una obra indispensable, ya iniciada, con contratos ya adjudicados por concurso, con 43 mil trabajadores laborando, y ubicada en el lugar idóneo.
Ayer martes el Presidente electo nos quiso distraer con otra falsedad del tamaño de un molino, para justificar lo injustificable.
Dijo que el negocio corrupto, que nos evitamos al cancelar Texcoco, se encontraba en que ya estaba asignado un centro comercial a empresarios privados en lo que hoy es el actual aeropuerto, en el Circuito Interior.
Son esos empresarios los que arrancaron una “campaña” contra el resultado de la consulta, dijo. Otro complot, pues.
Eso no lo cree ni un niño de pecho.
El actual aeropuerto iba a seguir funcionando hasta que se concluyera el de Texcoco, y ahí habría iniciado su demolición.
O sea que esos terrenos se iban a destinar a otro uso dentro de un par de sexenios.
Y si hubiera que empezar a buscarle destino en el próximo gobierno, eso le correspondía a él como presidente y a la jefa de Gobierno electa, Claudia Sheinbaum.
Mentira tras mentira.
Una tristeza ver cómo antes de empezar dilapidan su capital político, dan la espalda a los que le tendieron la mano, y echan abajo una obra indispensable.