Poder y dinero
Cuesta trabajo entender que un profesional de la estatura técnica y humana de Agustín Carstens renuncie al Banco de México porque tiene otra chamba mejor.
¿Irse ahora cuando viene la presión y los efectos de un gobierno populista de derecha en el norte, y se ve en el horizonte la posibilidad de un gobierno populista de izquierda en México?
Me voy porque me ofrecen el Banco de Pagos Internacionales.
El Banco de Pagos Internacionales, adonde se va en octubre, es “el papá” de los bancos centrales del mundo y es un gran mérito que el gobernador del banco central de un país emergente sea designado como presidente.
Pero dejar el país y al Banxico cuando aún faltan cinco años para que termine su periodo y los tiempos que se vienen se prevén extremadamente complicados, debe obedecer a razones muy poderosas.
Los especialistas en economía y finanzas en este periódico explicarán mejor las implicaciones de la salida de Carstens de Banxico, pero no deja de haber una interrogante política enorme ante su inesperada decisión: ¿por qué ahora?
Porque fue ahora cuando le ofrecieron la presidencia del Banco de Pagos Internacionales. Sí, es cierto, pero eso no basta. O no parece bastar.
Se va a especular que salió por una mala relación con el secretario de Hacienda, José Antonio Meade.
Lo anterior no es cierto y a muchos nos consta. La relación personal es espléndida.
Puede haber quienes digan que entre Carstens y Luis Videgaray había diferencias fuertes sobre el manejo de la deuda y su acelerado crecimiento. En efecto, las diferencias existían, pero no sabemos si podían llegar al extremo de una ruptura entre esos dos profesionales.
En todo caso la salida de Carstens se hubiera dado cuando Videgaray estaba en Hacienda y no ocurrió así. Además, el ex secretario ya no está en el gobierno. No es por ahí.
¿Por qué se fue Carstens entonces?
Es bien conocida su proclividad al mundo financiero internacional, allá estuvo, e incluso desde el Banco de México compitió por ser director gerente del Fondo Monetario Internacional, y ahora se le presenta la oportunidad de encabezar a una de las tres instituciones financieras más importantes del mundo.
Sin embargo se va cuando viene Donald Trump.
Cuando el peso se tambalea arriba de las 20 unidades por dólar.
En el momento en que vienen presiones inflacionarias que hace décadas no conocíamos.
Carstens hizo un gran papel en el Banco de México, pues mantuvo la inflación abajo del tres por ciento. Brillante.
La especulación va a ser que abandonó el barco (el Banco) porque no quiere ser el director de Banxico en épocas en que se descompone la economía.
Tampoco ajusta esa explicación por dos razones: no se nos va a desbocar la inflación como en las épocas del populismo y sus efectos subsecuentes en que llegaba al 150 por ciento anual, y Carstens no es un hombre de segunda.
Es posible que no le quiera decir todos los días que no al Presidente. No a éste, sino al que él piensa que viene.
La mente humana es compleja, y como diría el clásico de la Sedesol, no soy psiquiatra para entenderlo.