Libros de ayer y hoy
La impunidad, caracteriza a los gobiernos corruptos y corruptores.
Que la 4T cuide a los integrantes de las bandas del crimen organizado, no hay forma de desmentirlo, después de haberlo confesado así, el propio presidente de la República. No solo confesado, ratificado.
La confesión y la ratificación, están en la línea de su “estrategia”(?) de “abrazos y no balazos”.
No se trata de que el presidente se convierta en matón de delincuentes. No se trata de hacer valer la Ley del Talión. Se trata de hacer valer la ley de México, que fue a lo que se comprometió López Obrador como presidente de México, al tomar posesión.
“¿Cómo vamos a querer que alguien pierda la vida?”, dice el presidente. Sin embargo, cientos de miles de mexicanas y mexicanos han perdido la vida durante su mandato: periodistas, defensores de derechos humanos, activistas sociales, mujeres, niñas y niños, niñas y niños con cáncer al no haber sido atendidos. Frente al Covid-19, perdieron la vida muchos más de los que hubieran sido, al no haberse tomado las medidas correctas desde un principio.
Por lo confesado y ratificado, queda claro que la impunidad seguirá imponiéndose, durante lo que resta del sexenio.
Por lo confesado y ratificado, el presidente ha entronizado en México, el Estado de impunidad, que es “la falta en su conjunto de investigación, persecución, captura, enjuiciamiento y condena de los responsables de las violaciones de los derechos… toda vez que el Estado tiene la obligación de combatir tal situación por todos los medios legales disponibles ya que la impunidad propicia la repetición crónica de las violaciones de derechos humanos y la total indefensión de las víctimas y de sus familiares.” (Corte Interamericana de Derechos Humanos).
En diciembre pasado, Alejandro Encinas Rodríguez, subsecretario de Derechos Humanos y Migración de la Secretaría de Gobernación, detalló que en cuanto a los asesinatos de periodistas y defensores de derechos humanos, México tiene una impunidad superior al 90%.
El colectivo, Madres Buscadoras de México, al fallecer Rosario Ibarra de Piedra, hicieron saber al presidente Andrés Manuel: “Que su mejor homenaje hacia doña Rosario sea el atender a madres vivas que también representan el más profundo amor a los hijos y la solidaridad con quienes sufren por la desaparición de sus seres queridos. O de lo contrario solo es palabrería hueca y politiquería. Piénselo”.
“… la presencia del crimen organizado es ya insoportable en una buena parte del territorio y en muchas actividades. Desde los comicios electorales y la imposición de autoridades locales, hasta el robo de plataformas petroleras, pasando por el huachicol de gas, la extorsión de los negocios, el control de cosechas, el robo a transportistas, la expulsión de habitantes, la gestión de tianguis y vendedores ambulantes, la piratería y la prostitución, el contrabando de gasolina, la tala clandestina, la introducción de armas, la censura a medios de comunicación local y un largo etcétera… el involucramiento del ejército en el poder político, sin mediación o contrapesos de la sociedad, suele traducirse en situaciones indeseables para un país y sus ciudadanos… todavía cabe alguna solución “civil” para detener al crimen organizado… habría que hacerlo sin falsas ilusiones de que nuestros tribunales pueden ser suizos y nuestras policías alemanas por arte de magia. El rasgado de vestiduras en ese sentido terminaría siendo cómplice; de continuar la inacción terminaremos en escenarios límite…” (MSN 23.03.2022 La militarización que viene: ¿impuesta o tutelada? EL PAÍS/Jorge Zepeda Patterson).
Por todo lo expuesto, “En México están volviendo a soplar con fuerza los viejos vientos del nacionalismo autoritario… En 2018 se produjo un extraño regreso a la jaula con el triunfo de un movimiento populista de signo reaccionario. Muchos, en su optimismo unidimensional, creyeron ingenuamente que la izquierda había llegado al poder. En realidad, se apuntalaba un intento de restauración… estamos ante un intento de restauración del antiguo régimen autoritario tal como existía en los años sesenta y setenta del siglo pasado… La locomotora gubernamental que ha iniciado una temeraria marcha en reversa…” (Roger Bartra. Regreso a la Jaula. Debate).
México no puede regresar al pasado. México no puede regresar a los tiempos sin INE y sin órganos autónomos. México no puede regresar a los tiempos de elecciones controladas por el gobierno en turno. México no puede regresar al Estado de impunidad. La sociedad, las universidades, ciudadanas y ciudadanos, tienen que y pueden hacer valer la Ley; tienen que hacer vigente la Democracia; tienen que ejercer las libertades; tienen que limitar el poder presidencial. Es hora de reimpulsar la transición hacia un régimen parlamentario, de lo contrario el presidencialismo seguirá retrasando al país y atentando contra el futuro de mexicanas y mexicanos.