Inseguridad y violencia no paran
LA PALABRA. EL VALOR DE LA POLÍTICA
La Palabra, es lo que nos distingue como seres humanos. En la Biblia se enaltece la Palabra y el Verbo, refiere a Jesús.
Aristóteles, distinguió al ser humano, en cuanto a su obligada y necesaria dependencia de sus congéneres, por lo que desde entonces concluyó, que el ser humano es un ser social por naturaleza. Dijo además que es político por naturaleza y eso marca la diferencia entre anímales y seres humanos, porque solo el ser humano crea sociedades y organiza la vida en comunidad.
Para que todo eso ocurriera como una acción, producto de la reflexión, el análisis y la discusión, fue necesaria la Palabra. La Palabra es poderosa. La Palabra, crea y destruye. El Libro de Proverbios 18, 21 de la Biblia, dice: “La muerte y la vida están en el poder de la lengua. Y el que la ama, comerá de sus frutos”.
Hacia donde miremos, lo que ocurre en todas partes, ocurre a través de la Palabra.
Cuánta razón tiene, Robert Louis Stevenson, al decir que: “La política es quizá la única profesión, para la que no se considera necesaria ninguna preparación”. En sentido estricto, podemos decir que está muy equivocado, pero en los hechos, la realidad se impone: parte importante de la clase política, ejerce la función pública, sin conocimiento de lo que se hace y cómo se hace, ya que su único afán, es llegar a ocupar un cargo público, sobre la marcha pretende aprender y no termina de aprender, porque ya tiene encima la siguiente elección.
Luego entonces, su discurso, su Palabra, resulta contradictoria, confusa, indefinida y en el peor de los casos, imprecisa, manipuladora, perversa, corrupta, mentirosa, amenazante, envuelta hermosamente como promesa, al final incumplida, cuyo incumplimiento todavía en México, queda impune, pues hay quienes siguen apareciendo en las boletas electorales, y además, ¡ganan!
Por lo anterior, urge que la sociedad, los ciudadanos, las instituciones académicas, hagan que la clase política, ya no se burle de los electores, les obligue a usar responsablemente la Palabra y a dignificarla, devolverle su valor, lo que dignificará y revalorará a la Política.
Además, no existe otra alternativa a la vista, más que hacer valer la Palabra, hacer valer la Política. La Política es el arte de la Palabra y si la Política se corrompe, corrompe también la Palabra. La mejor vacuna para evitar que la Palabra se corrompa, es acabar con el analfabetismo.
Si logramos que las y los mexicanos sepan leer y escribir, habremos dado un paso decisivo, porque no basta con tener un certificado de Primaria o Secundaria, incluso Bachillerato, la clave es que efectivamente sepan leer y escribir, que sepan escuchar, y entonces, cada quien llegará a sus propias conclusiones. En este punto, estaremos listos para acabar también con el analfabetismo político y dar lugar entonces al surgimiento de las y los ciudadanos, al animal político del que habla Aristóteles.
México, con más ciudadanas y ciudadanos que solo simplemente habitantes, será una tierra imposible para la y el político corrupto, para la promesa fácil, para la mentira sistemática. Obligaría a las y los políticos, a tener cuidado, así como no hablan con la boca llena, cuando comen; se cuidarán de no hablar, con la cabeza vacía (Orson Welles).
Al ser ciudadanas y ciudadanos, se deja de ser ovejas y por lo tanto, dejarán de andar buscando o cambiando de pastor (Estanislao Zuleta) o de amo. Por ello José Mújica está convencido de que a un pueblo educado es muy difícil que lo engañen los corruptos y los mentirosos.
La Palabra, es el arma mortal del político, decía Giovanni Sartori, y desde luego, en manos de las y los ciudadanos, también es un arma mortal para los políticos, al impedir que manipulen sus sentimientos como votantes, en tanto ha dejado de ser el analfabeto político que todo creía.
Ahora además, es necesaria la presencia de la ciudadanía en las redes sociales, para obligar a la precisión, a la obligada evidencia en caso de afirmar, negar o acusar de algo indebido, para ir cerrando el paso al señalamiento sin prueba alguna, al anonimato y al rumor, por lo que urge ir reduciendo también, el analfabetismo digital. Lo paradójico es que hay egresados de estudios superiores, que son analfabetos políticos y hay menores de edad, que son maestros en la comunicación digital.
El asunto es, cuestionar las contradicciones de las y los políticos y de cualquier actor social y económico, entre lo que dicen y lo que hacen; entre lo que dijeron ayer y lo que dicen hoy. En este carnaval en que algunos han convertido la política, simplemente hay que quitarles la máscara de redentores y salvadores, puesto que solo necesitamos que gobiernen, que gobiernen bien y que cumplan y hagan cumplir la Ley. Nada más. Nada menos.
Dignificar la Palabra. Dignificar la Política. Es posible. Es tarea de ciudadanos y ciudadanas.