Poder y dinero
Es costumbre y diré que buena costumbre, desear éxitos y parabienes, con motivo de cada año nuevo. Como también, el tener intenciones de mejorar. Aunque muchas veces no se cumplan, ni los primeros, ni lo segundo. Sin embargo, todas y todos podemos aportar, no solo buenos deseos, ni solo buenas intenciones.
Con que cada quien cumpla con lo que tiene que hacer, eso ya abona para que quien lo hace, sea mejor y por lo tanto, México y el mundo, sean mejores.
Pero si además, revisamos lo que tenemos que hacer y nos damos cuenta que hay cosas que estamos haciendo, pero podemos hacerlas mejor, sea que las realicemos en menor tiempo, o utilizando menos recursos materiales y económicos, o con alguna innovación o mejora evidente, estaremos, no solo cumpliendo, estaremos mejorando nuestras propias posibilidades y por ende las de México y las del mundo.
Lo anterior, ojalá nos lleve a percatarnos de que lo que hacemos, o no hacemos y dejamos de hacer, repercute en México y en el mundo.
Seguramente, a los más, les cuesta trabajo ver el vínculo entre sus actos y lo que ocurre en el país y en el mundo, como consecuencia de esos actos.
Al final, lo que se informa de los países y lo que llegamos a saber de ellos, es precisamente, lo que hace, no hace y deja de hacer “su gente”.
Entre las quejas e inconformidades que mayormente expresan mexicanas y mexicanos de nuestro país, encontramos la violencia, la corrupción y la inseguridad pública, entre una lista que sería interminable.
La violencia. Entendida como el uso de la fuerza para conseguir un fin. Para dominar a alguien. Para imponer algo.
Violencia que se manifiesta sensiblemente en la inseguridad pública, entendida ésta, como la existencia de un peligro o de un riesgo que puede significar la pérdida de un bien, daño físico y hasta la muerte.
La corrupción, por su parte, entendiéndola como la situación o circunstancia, en la que funcionarios o autoridades públicas obtienen ilegalmente un beneficio económico o de otra índole, por actos derivados de la posición pública que desempeñan.
En el ámbito privado, entre particulares, obtener un beneficio ilegalmente, se denomina Robo, Atraco, Fraude.
La corrupción, el robo, el fraude, son finalmente otras formas de violencia.
El resultado en los tres casos, es que no hay respeto, no hay paz, no hay bien.
Este es el punto al que invito a llegar, para darnos cuenta de que algo no estamos haciendo desde casa, en familia: no estamos educando y fomentando el respeto, la paz y el bien.
Desde el pequeño que llega a casa con un lápiz, una goma, un sacapuntas, que no es suyo, hasta el hijo o el propio papá, empleados o funcionarios, que llegan a casa con un bien o un recurso, que no son suyos, y que no son reconvenidos para devolverlo, desde ahí, ya quedó sembrada la semilla de lo que tanto nos quejamos.
En tanto, quienes encabezan las organizaciones que para realizar sus actividades ilícitas, recurren a la violencia, como los servidores públicos que mejoran su posición económica mediante el peculado o la corrupción, provienen de una familia donde falló la formación del respeto, de la paz y del bien.
Si cada familia cumple con lo que tiene que hacer: educar en el respeto, la paz y el bien, en México habrá respeto, paz y bien. Pero si en las familias no hay respeto, no hay paz y no hay bien, eso mismo no habrá en México.
Cualquiera puede concluir entonces, que las cosas van a seguir igual. Sin embargo, todo es posible. Y si es posible revertir, aunque sea poco a poco, las situaciones de violencia en todas sus formas, desde las familias, desde la sociedad y desde luego, desde las leyes mismas, ejerciendo el derecho, aún con las imperfecciones del sistema jurídico, es posible ir revirtiendo toda forma de violencia.
Porque “Nosotros debemos ser el cambio que queremos ver en el mundo”, como sentenció Gandhi y Benjamín Franklin acierta al señalar que: “O caminamos todos juntos hacia la paz, o nunca la encontraremos”.