Frente a la guerra
La semana pasada compartimos lo expresado por Gabriel Casillas Olvera, presidente del Comité Nacional de Estudios Económicos del Instituto Mexicano de Ejecutivos de Finanzas (IMEF), quien aseguró que “El próximo gobierno federal… recibirá un bombón en materia de estabilidad macroeconómica” (Síntesis. 25.06.18)
Tal apreciación, fue reforzada por el próximo titular de la Secretaría de Hacienda, Carlos Manuel Urzúa Macías, quien presumió la situación económica de México: “No me alegro por desgracias ajenas, pero hay varios países emergentes que no están en un buen momento, como Argentina, Brasil, Turquía, incluso desarrollados como Italia… Nosotros a los ojos del mundo somos casi un oasis… Nos ha ido muy bien y se alinearon todos los astros y diosito es bueno… Estamos muy bien, el tipo de cambio está muy bien… Todavía creemos que puede ser mejor la situación cambiaria… Si es que logramos negociar el TLCAN antes de fin de año… podemos llegar a niveles de 18 y tantos, lo cual sería extraordinario” (OEM y El Financiero. 5.07.18)
Por lo que concluimos la semana pasada, que la cuestión social de México no es propiamente económica. Más bien es una cuestión de igualdad de oportunidades para todas y todos, es decir, que no haya monopolios económicos ni monopolios políticos, que ha sonado la hora de la inclusividad, de más sociedad civil y de un sistema semipresidencial. En fin, ha sonado la hora de Cero Impunidad.
Resumiendo y concluyendo, ¡No es la Economía! ¡Es la Impunidad! Ésta es la Cuestión.
Para que se puedan incrementar las pensiones a los adultos mayores y otorgar becas a los jóvenes, es indudable que la mejor forma y más sana de hacerlo, es mediante una mayor inversión privada que genere más ingresos fiscales, fortaleciendo así los ingresos públicos, que servirán para fondear dichos programas sociales, independientemente de que las mismas empresas privadas participen becando a los jóvenes, brindando así, mayor dinamismo a dicho programa de becas y mayor sustentabilidad.
Alfonso Romo, futuro jefe de la Oficina de la Presidencia, está convencido de que en los próximos seis años, el “motor de la economía, será el sector privado… No vamos a tener déficit fiscal, no vamos a endeudar más al país, va a venir un ahorro de gasto corriente drástico y un aumento de la inversión pública, para lo cual necesitamos al sector privado” (El Financiero. 6.07.18)
Las afirmaciones de Romo, concuerdan con lo escrito por el mismo López Obrador en su libro “2018. La Salida”, donde sostiene que la posibilidad de acabar con la corrupción y obtener ahorros en las compras gubernamentales descansa en gran medida en fomentar mayor competencia.
Si se hacen efectivas tales posiciones discursivas durante la gestión del próximo gobierno federal, harán valer un principio de Mercado que es fundamental: a mayor competencia, menor corrupción. Dado que los privilegios son posibles, se sustentan, se mantienen y conservan, en tanto no existe competencia. Está probado: la incompetencia y la falta de competencia, daña, afecta y sangra más, a las familias con bajos ingresos económicos.
Mac Margolis, en Bloomberg, sugiere a López Obrador que no cometa los mismos errores que Lula Da Silva, en Brasil: “Hay mucho que arreglar en México, pero también mucho que preservar. En una región donde el crecimiento ha sido errático, la economía –mexicana- se ha estado expandiendo de forma sostenida, aunque moderada, durante años. El desempleo (por debajo del 3,3%) está en un mínimo de 12 años… el comercio es robusto. La histórica elección le ha dado a México un líder carismático con un mandato abrumador para luchar contra la corrupción y la injusticia. Hacer todo eso y mantener la segunda mayor economía de América Latina en buen camino…” (El Financiero. 4.07.18)
Margolis sugiere mantener el desarrollo de México y ayudar a cambiar la desigualdad del país. Y es que en Brasil, Lula no aprovechó su capital político para promulgar reformas estructurales vitales, despilfarraron (Lula y Dilma) el auge de las materias primas, encaminaron a Brasil a la peor recesión de su historia y convirtieron a la mayor petrolera de la región, Petrobras, “en un comedero de compinches partidistas… el mayor escándalo de corrupción política del continente” (ibid)
Definitivamente, deseamos, por el Bien de México, que no seamos el Brasil después de Lula, menos el Venezuela de Chávez-Maduro, mucho menos, el Nicaragua de Ortega. Tampoco el Estados Unidos de Trump.