Indicador político
Con la carga a cuestas de entre 20 y 30 puntos porcentuales en las encuestas por atrás de la candidata oficial Claudia Sheinbaum Pardo, la candidata opositora Xóchitl Gálvez Ruiz tenía sólo una oportunidad para marcar una diferencia que fuera el signo de su campaña. Pero primero los tres partidos de su candidatura la abandonaron en el arranque de campaña y luego salió con su compromiso histórico firmado con sangrepara comprometerse a mantener los programas sociales que inventó López Obrador.
El sangrado en la firma sustituyó aquella imagen chistosa de Xóchitl disfrazada con una botarga de dinosaurio brincoteando en el pleno de la Cámara de Senadores para hacer reír al respetable como si estuviera en un circo de pueblo.
Y para llevar a punto culminante la presentación programática de su campaña, la candidata Gálvez Ruiz centralizó todo el problema de su propuesta de seguridad en la construcción de dos penales de alta seguridad, manteniendo e inclusive profundizando el modelo autoritariodel Gobierno lopezobradorista de crear una Guardia Nacional para reprimir a la delincuencia, aunque pareciera que la abanderada opositora quería convertirse en una Bukele de rompe y rasga.
La candidata Xóchitl tenía sólo una oportunidad para plantear cuando menos los contornos de un cambio estratégico en su campaña, pero su marcha en San Luis Potosí, sus dos penales de alta seguridad que no serían sino violatorias graves de derechos humanos e incomprensión del perfil social de la inseguridad y su compromiso firmado con sangre para mantener los programas de López Obrador que forman parte esencial del proyecto político de la candidata oficial Sheinbaum remarcaron con claridad un mensaje que ya se había visto en los últimos meses: que Gálvez Ruiz carece del reconocimiento del PRI, del PAN y del PRD como su candidata y ninguno de estos partidos –que hasta ahora mantienen en secreto su programa de gobierno– se preocupó por –como se dice en política—acuerparla en el arranque de su campaña y en el mitin de inicio se percibió la ausencia de estructuras sociales electorales, de contingentes de partidos y de la ola rosa que llenó y abarrotó la capital de la República en tres ocasiones, y por si fuera poco, las figuras dominantes de la sociedad civil brillaron por su ausencia.
Con lo que presentó el primer segundo de la madrugada del viernes 1 de marzo, Xóchitl Gálvez no tiene nada que hacer frente a la capacidad operativa y de movilización de masa, esencia del acarreo que conocían el PRI, el PAN y el PRD, pero que perdieron en sus juegos simbólicos de democracia: los tres partidos de oposición que dominaron el escenario político de 1939 a 2012 carecen de estructura territorial, de aparato corporativo y de organizaciones de bases y sólo están viviendo de prestado con el simbolismo de sus siglas que no sirven para llenar de invitados cualquier modesto mitin opositor.
Xóchitl tenía la oportunidad para presentar una figura más dura de candidata, para definir estrategias de movilización política ciudadana y para delinear propuestas de gobierno que se decantaran de lo que está haciendo el presidente López Obrador y va a continuar su candidata Sheinbaum, pero con sus tres flashazos de presentación quedó claro que Xóchitl va sola y que el aparato de campaña que se mueve entre la estridencia de su jefa de oficina y la pasividad anticlimática de su coordinador de campaña –Kenia López Rabadán y Santiago Creel Miranda– no le alcanzó para mover las tendencias electorales de las encuestas ni para abrir expectativas de cambio político.
En el 2000, el candidato panista Vicente Fox Quesada se apropió del discurso del cambio y lo aderezó con chistoretadas contra las tepocatas y las víboras prietas, pero logró mantener en alto la bandera del cambio, aunque llegó a Los Pinos a gobernar con los priistas a los que prometió sacar a patadas del Gobierno y con los líderes del viejo corporativismo tricolor, pero sin ningún intento de transformación superficial para venderlos como gata revolcada. Xóchitl forjó su precandidatura presidencial con una confrontación directa con el presidente de la República y dedicó los últimos seis meses no a combatir a su candidata adversaria, sino a pelearse de manera personal con el presidente de la República, pero a la hora de la decisión y definición sustancial comprometió su sangre y con sangre a mantener el lopezobradorismo de los programas sociales.
El mensaje final está claro: la competencia 2024 será por el legislativo y no por el Ejecutivo.
Política para dummies: la política, aunque engaña, tiene claro sus objetivos.