Argentina, Ortega y el regreso del hombre-masa
En una entrevista que le concedió al periodista mexicano Alejandro Ramos Esquivel en 1972 ante el regreso de Juan Domingo Perón a la presidencia de Argentina, el poeta Jorge Luis Borges resumió en una palabra lo que los argentinos esperaban de su ya viejo líder luego de quince años de haber sido derrocado y exiliado en 1955: “nostalgia”.
Y sí, los argentinos estaban cargados de nostalgia…, pero de los sentimientos del populismo de masas que dejó a Perón gobernar de 1946 a 1955.
El populismo de Perón ha sido el sobreviviente de la catástrofe neoliberal.
Pero más que un modelo de desarrollo se trata de un liderazgo popular de la clase obrera marginada de la potencialidad de la economía argentina.
Se trató, en su momento, de una especie de socialismo bonapartista, sin que siquiera la clase trabajadora intentara asumir el control de los medios de producción.
El peronismo popular sería lo mas cercano al modelo de hombre-masa que desarrolló José Ortega y Gasset en su ensayo La rebelión de las masas (1929, como serie de artículos) como un adelanto del fascismo de las concentraciones de masas en las calles, “el advenimiento de las masas al pleno poderío social”, como lo señala en la primera oración de su ensayo.
Sí, eran las masas desatadas en su potencialidad de protesta, pero fueron también los liderazgos políticos quienes construyeron el poder social bajo la representación de Perón y del peronismo.
Perón fue derrocado en 1955 y regresó en 1973 para tomar la presidencia en 1974 y morir ese mismo año, dejando a su viuda María Estela Martínez como sucesora y el poder tras del trono del diabólico José López Rega como ministro de Bienestar social: la viuda, conocida como Isabelita, fue derrocada en 1976 y desde entonces vive en Madrid alejada de los pedidos de extradición por represión y crímenes de lesa humanidad.
Los militares gobernaron de 1976 a 1983 y dejaron una estela de represión y de lucha fratricida porque el demonio de la represión militar despertó al demonio de la guerrilla también criminal.
Lugo de un periodo de gobierno no peronista de Raúl Alfonsín, el peronismo regresó al poder en 1989 y mantuvo la presidencia hasta la derrota electoral de Cristina Kirchner en 2015, un largo periodo de 26 años.
El peronismo fue relevado por la derecha de Macri debido a la larga estela de incompetencia, crisis económica, populismo y sobre todo corrupción.
Pero el populismo obrero de Perón y Evita terminó con el agotamiento de la clase obrera militante.
El peronismo moderno se redujo a un programa económico asistencialista de subsidios y de construcción de una tibia alianza sudamericana de gobiernos progresistas que fue comandada por Hugo Chávez hasta su muerte en 2013, de la mano del uso del petróleo como subsidio a países en quiebra económica como Cuba, Nicaragua y otros. Nicolás Maduro no supo liderar esa herencia y el frente bolivariano se deshizo.
El regreso del peronismo asistencialista se debe a una pésima gestión económica del presidente Mauricio Macri y su modelo conocido como populismo de derecha, neoliberal y de Estado mínimo.
La gestión de Macri terminó con una economía inflacionaria, devaluatoria y con aumento de la pobreza. El fin de muchos subsidios llevó a alza de precios de servicios básicos.
En contraposición, el posperonismo apenas buscará estabilizar la crisis y gestionar subsidios a productos básicos.
El peronismo se reconstruyó bajo la figura carismática de Carlos Saúl Menem (dos presidencias seguidas 1989-1999), también dominado por la corrupción y luego tres presidentes en el corto periodo de 2003-2007 por crisis económica.
Néstor Kirchner reconstruyó la bandera del peronismo político (no social), no buscó la reelección, dejó como sucesora a su esposa Cristina por dos periodos y ella se derrumbó al final de su segundo gobierno por corrupción, falsedad en las cifras económicas y rebeliones de productores agropecuarios.
Ahí surgió el empresario Mauricio Macri, quien ganó la presidencia en una segunda vuelta con el 51.34% de los votos a un candidato del peronismo. Como candidato a la reelección Macri fue derrotado por el peronismo.
Pero se trata de un peronismo burocratizado, de élite, sin masas.
El candidato peronista ahora fue Alberto Fernández, jefe de gabinete de Néstor Kirchner y de su esposa Cristina. Para eludir las acusaciones y el tema de una tercera reelección, Cristina colocó a Alberto Fernández como candidato a la presidencia y ella como candidata a la vicepresidencia, aunque con la percepción política de que ella será el verdadero poder.
Este modelo de acomodamientos de liderazgos es parte del estilo político de lo real-maravilloso de la literatura barroca de ficción de Carpentier a García Márquez.
Argentina parece quedar atrapada en el círculo vicioso de la crisis económica con expresiones novedosas y el peronismo como movimiento de masas sin expectativas de bienestar real, sino tan sólo objetivos asistencialistas a sectores marginados.
La base social del peronismo fue en los cincuenta una clase obrera sólida, ideológica y militante y hoy es el hombre-masa orteguiano que demuestra su poder en las calles y compagina pasiones de poder con los liderazgos políticos no carismáticos, sino en realidad atados a la nostalgia de social de un líder popular exaltado en las calles.
Las expectativas del nuevo ciclo del peronismo no van a depender de lo que fue Perón ni de su significado como clase popular en ascenso al poder; por el contrario, ese peronismo va a sobrevivir en tanto responda a las restricciones estabilizadoras macroeconómicas fijadas por el FMI.
La fuerza política de este peronismo no le va a alcanzar para hacer lo que hizo Néstor Kirchner: rebelarse ante el FMI. NI el próximo presidente ni la vicepresidenta tendrán la fuerza ni la propuesta para regresar al viejo peronismo.
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